En los tiempos que corren, y en los que corrieron, asoma la figura del megalómano espiritual, es decir, de ese gurú o mentor que no deja de nutrir su ego y por tanto de acrecentar su egoísmo y su egocentrismo. ¿Hay peor ego, más terrible orgullo, que el espiritual? Escribe Ramiro Calle.

Un sadhu no es un gurú, ya que renuncia a toda posesión y pretensión, también al ego. Foto de Bina Subedi en Unsplash
¿Hay peor mercenario que el que mercadea con la espiritualidad, la religión o las esperanzas místicas de los demás?
Es por esta razón que no pocas veces he comentado que besaría con gusto las polvorientas sandalias de un sadhu o peregrino nómada, pero nunca rendiría pleitesía a las exigencias egocéntricas de un supuesto gurú, un pseudoiluminado o uno de esos coaches soberbios y tan prepotentes y ciegos que no son capaces ni de ver la punta de su nariz.
¡Innumerables veces me he sentado a los pies de preceptores honestos –a veces quizá no tanto– y he explorado mediante ellos y sus enseñanzas infinitas posibilidades espirituales, como un sabueso que no deja de buscar el real alimento espiritual, sabiéndose muchas veces un indigno, pero infatigable, buscador de realidades supremas.
En esta época de confusión, caos, desorientación y falsas promesas, se da un fecundo caldo de cultivo para que aparezcan los falsos autorrealizados, y por eso, precisamente, hay que utilizar más que nunca el discernimiento, esa cualidad por la que tanto abogan los propios maestros de la India, para poder distinguir entre la joyería y la bisutería, el oro y la ganga.
No son tiempos fáciles, pero nunca lo fueron para la auténtica espiritualidad ni para los verdaderos seguidores de la misma. Se desvirtúan y falsean por sistema las enseñanzas. Y proliferan los mentores pagados de sí mismos y víctimas de su propio narcisismo. Pero es desde la humildad que se evoluciona, y es un bello ejemplo el de ese maestro que les decía a sus discípulos: “Porque soy débil, comprendo vuestra debilidad”.
Cada día me siento más identificado con el personaje de mi relato espiritual El Faquir, que declara: “Soy un aprendiz y el deber de todo aprendiz es seguir aprendiendo”. Sin autoimportancia, sin infatuación, con paciencia, con compresión y aceptación, recordando que ningún esfuerzo se pierde.
Ramiro Calle es pionero de la enseñanza del yoga en España, disciplina que imparte desde hace más de 30 años en el centro de Yoga Y Orientalismo «Shadak». Es el más importante escritor orientalista de este país y uno de los más importantes de toda Europa. Autor de numerosas obras, ha estudiado en profundidad los efectos terapéuticos de las psicologias orientales y de los aportes de la meditación al psicoanálisis, la psicoterapia y la neurociencia. Ver su canal en Youtube.