Premisa errónea

2019-06-04

El término Yoga procede del vocablo yuj, que significa “unir”. Por lo que, en principio, se suele interpretar que el objetivo del Yoga consiste en volver a unir aquello que está separado. Escribe Emilio J. Gómez.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Sin embargo, si se analiza en profundidad, se aprecia que tal interpretación puede estar basada en una premisa errónea: la creencia de separación. Es evidente que tal interpretación no es del todo adecuada y que le falta un matiz importante.

La vida del ser humano parece un constante surfear sobre olas de intenso dolor mientras busca olas de efímero placer. Ambos tipos de olas pertenecen a avidya, el océano de la ignorancia, causa primordial del sufrimiento.

Se supone que para evitar tal sufrimiento innecesario, el individuo ha de salir de la bruma generada por la ignorancia y retornar al estado de unidad, o mejor expresado: de no dualidad, de donde parece ser que un día salió…

¿No ocurrirá que en el intento por retornar al estado primigenio se terminan haciendo las mismas cosas de siempre, aunque con nombres nuevos?

Preceptos, purificación y técnicas

Según la tradición del Yoga, lo primero para retornar al estado de unión es vivir mediante una serie de preceptos, en primer lugar con uno mismo y después con los demás. Tales preceptos son conocidos como los Yama y Niyama, que Patanjali expuso en sus bien conocidos Yoga Sutras.

El sadhaka, practicante que sigue un Sadhana, sendero espiritual, deberá también de realizar una serie de prácticas purificadoras. Se trata de los conocidos shatkarmas, ejercicios a través de los cuales cuerpo y mente son purificados.

Así mismo, se precisa la integración de diferentes técnicas, con las que parece ser que todo tipo de potencialidades, cuando no poderes, se van a despertar en el individuo, y que gracias a ello el sufrimiento va a desaparecer como por arte de birlibirloque.

Pero… ¿es posible suponer que el sufrimiento se vaya a erradicar gracias al uso de una técnica? Bueno, al menos eso es lo que nos dicen quienes las venden. Algo tienen que argumentar.

El Yoga es una ciencia

Resulta evidente que es preciso algo más que unos preceptos, unas prácticas de purificación y algunas técnicas para trascender el sufrimiento inútil que el ser humano experimenta debido a la identificación con el ego y la personalidad.

Seguir una moral de preceptos definidos, purificación del cuerpo y mente, practica de técnicas… En principio, todo indica que se hace lo mismo de siempre, pero con una apariencia diferente, con exóticos aromas a Oriente, a lo nuevo.

Sin embargo, con el Yoga esto no es posible, pues el Yoga no es ninguna religión y tampoco una filosofía. El Yoga es una ciencia, un instrumento psico-físico específicamente diseñado para el despertar de la consciencia y consecuente comprensión de nuestra naturaleza trascendente.

Un sentido diferente

Cabe preguntarse si en verdad es necesario todo esto. ¿No sería suficiente con comprender a través de la experiencia –y no sólo a través del intelecto– que nuestra auténtica y común naturaleza forma parte de la Unidad primigenia y que todos somos ya parte indivisa del Absoluto?

Sin duda que sería suficiente, pero daría lugar a malos entendidos. Partir del presente planteamiento no es ninguna invitación a abandonar los preceptos, los ejercicios de purificación y la realización de técnicas. Tan solo planteamos partir de una premisa diferente. ¿Cuál sería ésta?

Fundamentar la práctica del Yoga a partir de un axioma diferente: no practicar para volver a la Unidad, sino para comprender que ya se está en tal Unidad, que nunca se ha salido de ella. Disponer de tal conocimiento inicial impregnaría a la práctica de un sentido por completo diferente.

Práctica, experiencia, conocimiento y sabiduría

A través de los preceptos, la purificación, las técnicas y una adecuada dirección en la transmisión preparan las condiciones idóneas para que la comprensión suceda de manera natural. De este modo, la experiencia del conocimiento quedaría integrada en el individuo a través de la propia experiencia.

La práctica es el fundamento. A través de la práctica emerge la experiencia, y de la experiencia surge el conocimiento, base de la sabiduría. Para que esta secuencia suceda, la práctica ha de ser y estar convenientemente direccionada.

De lo contrario, se eleva el riesgo de quedarse sólo en los conceptos, o de realizar una práctica ciega, basada en creencias mentales o en una moda pasajera. Sabido es que de un trabajo mental sólo se puede obtener un resultado mental, nunca la experiencia de lo Real.

Emilio J. Gómez, profesor de Yoga y coordinador de “Silencio Interior – Escuela de Silencio”
www.silenciointerior.net