Groupies espirituales

2019-04-01

La lista de maestros que han sido ascendidos por sus seguidores a la condición semidivina es interminable. Sin embargo, ningún maestro, guía, dios o político puede salvarnos de nada ni puede hacer el trabajo por nosotros. El momento de ahora llama a que despertemos la luz en nuestro interior y que avancemos como un colectivo de seres luminosos. Escribe Zaira Leal.

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Un querido amigo me escribió hace poco desde una ciudad del norte de la India conocidísima por ser meca del yoga. Él estaba allí atendiendo a un seminario de un maestro también muy famoso a nivel mundial. Por lo visto, más de mil personas se encontraban participando en esos encuentros que consistían en una sesión de satsang por las mañanas y cantosyóguicos por la tarde.

La mayor parte del alumnado estaba compuesto por mujeres, muchas de ellas siguiendo al maestro por distintas ciudades con devoción, pasión e incluso el fervor típico de una adolescente que idolatra a su cantante favorito de rock. Me contaba mi amigo que en los cantos se llegaban a reunir grupos enormes de personas que coreaban alegremente mantras bastante conocidos en la tradición del yoga, bailando y saltando felices. Por lo visto la energía era espectacular. Añadía que al guru sus seguidores le atribuían el mérito de sus mejoras a nivel personal y el avance en sus caminos internos, como si de un dios se tratara.

Esto lo hemos visto ya muchas veces, ¿verdad? La lista de maestros que han sido ascendidos a esta calidad semi divina es interminable. Personalmente, el mensaje no lo cuestiono, el maestro del que te hablo unas líneas más arriba es un ser muy especial y lleva muchos años difundiendo enseñanzas de despertar, de amor y paz. En muchos casos, tampoco cuestiono las capacidades del maestro en sí; a lo largo de la vida he visto cosas asombrosas. Sin embargo, soy testigo de cómo una y otra vez se repite la historia: le otorgamos a una persona del exterior el poder de nuestra transformación evolutiva y esto no hace más que mantenernos en pañales desde el punto de vista interno. “Papá” me cuida y me salva, me da lo que necesito y estoy en sus manos.

Nuestra actitud infantil de groupie espiritual tiene su por qué, y conocerlo nos puede ayudar a crecer.

Las razones de esa actitud dependiente

Primero, hay que considerar que estamos condicionados por un pasado en el cual la espiritualidad se concebía como la adoración ciega hacia una figura masculina, paternalista y superior a uno mismo. Esto está ahí, en los registros kármicos de todos nosotros. Se nos ha enseñado que lo divino se encuentra afuera, en algún lugar elevado entre las nubes y que, a nosotros, meros mortales, nos resulta muy difícil si no imposible alcanzar. Sin embargo, el papel primordial del guru o del maestro yóguico es el de ayudarte a despertar tu propio maestro interior, ayudarte a verlo en ti y a revelarlo momento a momento durante la vida cotidiana. Aun así, seguimos siendo reincidentes en nuestro propio desempoderamiento y ponemos a otra persona en un pedestal, actitud que no hace más que engrandecer una falsa espiritualidad.

Segundo, el humano medio actual se encuentra en un punto de madurez y de desarrollo psicológico bastante inferior al que cronológicamente nos corresponde. En una publicación llamada Journal of Applied Psicology (diciembre 2018) hay un artículo en el cual se explica que la edad mental del adulto medio actual es de 13 años. La verdad es que resulta ser un dato sorprendente y que no dice mucho del colectivo humano que habitamos el planeta. Esta falta de madurez se refleja, por ejemplo, en el comportamiento irresponsable, no ético e individualista que está destruyendo nuestro hábitat. Otra de sus consecuencias es que nos vemos incapaces de discernir y de tomar las riendas de nuestra propia vida, por lo que le otorgamos ese papel a una persona exterior, en este caso la figura del maestro. Pero en el momento evolutivo en el que nos encontramos eso ya no sirve. Ningún maestro, guía, dios o político puede salvarnos de nada ni puede hacer el trabajo por nosotros. El momento de ahora llama a que despertemos la luz en nuestro interior y que avancemos como un colectivo de seres luminosos.

Una tercera razón, se nos olvida que el despertar espiritual no asegura que el iluminado haya dejado de ser hombre, con sus faltas, sus propios problemas y cosas a trabajar. Es más, en linajes de pensamiento en los que se desdeña la vida material y mundana suele suceder que es donde más nos encontramos maestros con una gran agenda de problemas personales que atender. Tampoco asegura que sea buena persona ni que actúe de acuerdo a una moral universal cuyos principios se fundamenten en hacer el bien de todos. Este último punto asusta, pero cierto es que la historia del yoga está repleta de maestros que hicieron mal uso de sus logros en el camino interno. Otro aspecto interesante sería el de no olvidar que existen condicionamientos culturales de los cuales es muy difícil escapar, de modo que haber crecido en culturas en las que la mujer se considera inferior o un objeto de servicio hacia el hombre deja una huella que en bastantes ocasiones dirige el comportamiento de muchos.

Por último, pensemos que una persona determinada desempeña un rol no sólo por sí misma sino porque muchas personas a su alrededor contribuimos a que así sea. Estar en el papel del maestro que mencionaba al comienzo del artículo no es nada fácil, si sumas las expectativas que otros tienen puestas en ti, la falta de libertad, la exposición mediática y los enlaces energéticos que se crean, es ¡como para salir corriendo! Así que recoger nuestro poder para despertar y todo lo que le hemos otorgado a esa persona puede ser muy liberador para todos.

Por qué nos desempoderamos

Lo que más me interesa es recordar que todo maestro es hombre y que, como cualquiera de nosotros, tiene sus propios karmas y memorias que transformar. Sí, puede que, en ciertos aspectos, se encuentre en un momento evolutivo más avanzado que tú, pero eso no hace que sea más divino que cualquiera de nosotros.  Debemos hacer un trabajo sincero de autoobservación para ver qué parte de nosotros está cayendo en alguno de los patrones que he expuesto más arriba. Conviene que nos preguntemos por qué le damos el poder a otra persona y no empezamos a explorarlo en nuestro interior.

También es conveniente que empecemos a tomar la responsabilidad de nuestra vida, mirando hacia adentro y soltando todo aquello que oculta la Luz tanto en nosotros mismos como en los demás. Entonces la relación con el maestro sucede de Ser a Ser, tanto su guía como nuestra admiración se vuelven libres y desinteresadas. Y, sí, quizá queramos jugar a ser groupies espirituales de cuando en cuando, pero entonces lo haremos con otra actitud, desde la madurez del Ser despierto y lleno de amor que ya somos.

Aham prema.

Zaira Leal 3Zaira Leal es autora de Una fiesta para el alma y de Yoga en la cocina, Ed. Urano. Se considera yoguini desde la cuna y empezó a enseñar yoga en el año 2000. zaira@zairalealyoga.com / T +34 636814338

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