¿Cómo transmite un profesor de yoga a sus alumnos la importancia de unos objetivos sobre otros? La clave se encuentra en las palabras que emplea en sus instrucciones para inspirar ese “algo más” que un practicante espera de su práctica. Los yama y niyama pueden ayudarle en esta tarea. Escribe Mayte Criado.

Foto de Yan Krukau
Los profesores de yoga en general dedican mucho tiempo y recursos para abordar conocimientos sobre las posturas, sus componentes anatómicos y biomecánicos, e incluso sobre sus efectos terapéuticos y aquellos que pueden generar un mayor bienestar a sus alumnos.
Sin duda, esta es una gran novedad de nuestros tiempos, ya que nunca la práctica del Hatha Yoga se había visto tan bien provista y envuelta en reflexiones metodológicas, estructurales y funcionales de todo tipo. Magnífico, sí, pero al tiempo está añadiendo al arte de enseñar ásana un enfoque que tiende a priorizar la consecución de objetivos técnicos, perdiendo las referencias que acercan al alumno a la autoindagación como base de una percepción consciente capaz de responder al movimiento o a la posición del cuerpo y sus partes.
Esta tendencia prima irremediablemente el reto, la sobreestimulación, la competencia con uno mismo y una manera de conducirse en relación al cuerpo basada más en los objetivos finales que en el proceso de escucha que, al fin, es lo que propicia una verdadera transformación.
Las palabras tienen la llave del «algo más»
¿Cómo un profesor de yoga da forma a esta predisposición? ¿De qué manera transmite a sus alumnos la prevalencia de unos objetivos sobre otros?
Para mí, la clave se encuentra en el lenguaje, en las palabras con las que reviste el profesor sus instrucciones, en el cuidado de los términos que elige para abordar la técnica e inspirar ese “algo más” que un practicante espera de la práctica del Hatha Yoga. Es indudable que el profesor tiene la llave para abrir determinadas puertas en los alumnos a través de sus indicaciones.
Bastaría con recordar los principios de Yama y Niyama para reconvertir el lenguaje de los profesores en una herramientas de gran calado evolutivo, capaz de reconvertir la experiencia de la práctica de ásana en un auténtico espacio para el autodescubrimiento y el contacto con uno mismo.
¿Probamos a explicarlo?
Siguiendo Yama y Niyama
¿Yama y Niyama en la práctica de ásana? ¿Yama y Niyama en el lenguaje de un profesor de yoga, en sus instrucciones, en sus palabras?
Son las referencias, que tanto para el yoga clásico como para el Hatha Yoga, operan como guías de una vida en la que prima el cultivo de las cualidades opuestas a las causas del sufrimiento. Podría decirse, pues, que albergan en sí mismas la esencia de la práctica que el yoga propone.
– Ahima, la no violencia
“Vamos… vamos… aprentando glúteos, empujando hacia delante y tensando el abdomen!!… vamos!”
“Si quieres llegar con las manos a los pies tienes que machacar más… tú puedes!! Y si no puedes… sales de la postura!!”
“Tira, tira, tira… con más fuerza… tuerce… retuerce!!”
Llevar a un practicante a conectar con la sensibilidad y el respeto a sí mismo no es compatible con un lenguaje que cultiva la fuerza o induce a endurecer los patrones que nos conducen en la vida apretando y empujando. Cuando se toma una clase de yoga, se está trabajando precisamente para salir de las pautas que nos alejan de estas costumbres. Acercarnos a nosotros mismos significa reconocernos en nuestras capacidades, respetarlas y ser alentados en lo que somos y en cada momento, no en lo que quisiéramos llegar a ser.
En la práctica del Hatha Yoga, ahimsa es la sensibilidad y el amor .
– Satya, la no falsedad
“Cuando consigas ejecutar esta postura, podrás abrir tu cuarto chakra”
“No puedes porque no quieres…”
“Solo aguantando podrás llegar a los pies…”
Comprometer al alumno consigo mismo no cuadra con un lenguaje que lo aleja de su realidad o le transmite ideas falsas. La veracidad en una instrucción requiere que el profesor cuide sus palabras como parte esencial de su honestidad. Cuando practicamos al lado de un profesor, estamos buscando claridad como fuente de información sobre los efectos que la práctica aporta. Clarificarnos en las sensaciones que recibimos es imprescindible para abordar nuestra propia honestidad.
–Asteya, no tomar como propio lo que no nos pertenece
«No hagas…; no digas…; yo que tú…; deberías…».
«Sería mejor para ti sí fueras como…», «Te iría mejor si hiceiras como yo..»
Este yama tienes varios enfoques en relación a las instrucciones que transmite un profesor. El primero tiene que ver con la incitación a los alumnos a “copiar” o a “querer llegar a obtener” determinados modelos de práctica o lo que algún otro practicante puede acometer e incluso lo que algún libro describe. El segundo está relacionado con otorgarse a sí mismo la autoría de frases, instrucciones o formas de impartir una clase, que ha obtenido de fuentes concretas.
Honrar las fuentes requiere del cultivo de la humildad, significa estar abiertos a aceptar en lo que somos aquello que ha formado parte de nuestra historia como profesores. Con las palabras, los profesores también se “adueñan” de los procesos de los alumnos, determinando e imponiendo su visión y forma de conducirse en las posturas y los movimientos.
– Brahmacharia, no desperdiciar o malgastar energía
“Más… más… más… más…”
En las indicaciones del profesor de yoga muchas veces se encuentran muchos excesos. Obtener equilibrio energético, canalizar la energía y armonizar su flujo son grandes objetivos del Hatha Yoga, pero una práctica alentada desde la desproporción no solamente malgasta la energía sino que la desperdicia.
Frecuentemente, los términos que se utilizan en las indicaciones sugieren a los alumnos que deben llegar más allá del tono vital que son capaces de gestionar en un momento dado. Buscar un yoga que «dé caña” se ha convertido casi en una moda. Incluso el agolpamiento de instrucciones, la información técnica que el alumno recibe, la cantidad de explicaciones y detalles en las instrucciones, suponen en muchos casos un verdadero bombardeo; los alumnos bloquean su energía por falta de fluidez en la asimilación y se agotan sin poder integrar los ritmos y las sugerencias.
(Continuará)
Mayte Criado. Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga.
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