El yoga se ha convertido en una vía profesional y un modo de ganarse la vida demandado por una sociedad que necesita herramientas para resolver el problema del estrés, la falta de motivación, la insatisfacción crónica o el agotamiento. La pregunta es: ¿profesionalizar el yoga erosiona su esencia, su ética y el estilo de vida basado en ella? Escribe Mayte Criado.
No podemos ignorar que el yoga es un camino espiritual. Aunque la espiritualidad no tiene por qué generar dogmas o creencias concretas, lo cierto es que ser espiritual hoy día no está bien visto. En cuanto al yoga se refiere, la búsqueda espiritual se confunde con ser «alternativo», vivir en el campo, creer en la reencarnación o simplemente seguir las tendencias de la llamada New Age. En otras ocasiones, la espiritualidad del yoga se identifica con el hinduismo, con el incienso o los mantras ancestrales. Pero últimamente, se asocia a un cierto tipo de consumismo de culto al propio yo que poco tiene que ver con sus objetivos primordiales de desapego y liberación del egocentrismo.
La propia evolución del yoga como sendero espiritual en nuestros días libra su propio proceso interno para dejar de priorizar las inercias patriarcales o a los abusos de poder en determinadas instituciones. En el transcurso de acomodación del yoga a las sociedades occidentales posmodernas estamos viviendo un cambio radical que obliga a mirar con actitudes renovadas los valores a los que se referencia. Son valores que ya están siendo integrados en la forma de vida actual sin ninguna necesidad de referencias dogmáticas o el abandono del mundo ordinario al estilo de monjes o renunciantes. Al mismo tiempo estamos, definitivamente, ante el peligro de que el yoga termine rendido a los intereses superficiales y narcisistas del momento presente.
Lejos de servir como guía para generar un tipo de conciencia que redunde en confianza, empatía y bondad, el yoga, increíblemente, está siendo utilizado para alimentar patrones que derivan en superficialidad, autoexigencia, individualismo y egolatría, alejándose cada vez más de las acciones que promueven lo colectivo, la igualdad, la paz y la justicia social.
Compartir un trabajo espiritual desde la profesionalización
En este contexto actual, cuando pensamos en compartir un “trabajo espiritual” como “profesionales” que irremediablemente van tener que seguir un “modelo comercial” al uso, pareciera que nos estamos apartando de esa espiritualidad milenaria que llena de significados la práctica del yoga. Que el tipo de profesionalización basado en las reglas del juego del “mercado” no puede ser compatible con formas «dignas» de vivir y ganarse el pan. Esto es, para muchos, la confirmación de la pérdida de los nobles objetivos del yoga.
A nivel mundial y alrededor del yoga se han organizado asociaciones, federaciones y estructuras (hoy día, grandes fundaciones) que abogan por la regulación de lo que ya se está llamando “la industria del yoga”. De tal modo que el acceso a las prácticas y a los conocimientos del yoga no se definen por una genuina vocación para el desarrollo interior, sino por otros factores que tienen que ver con su alta o baja calidad, su propuesta segura o no, su accesibilidad, su precio, sus horas y su adaptabilidad a las demandas de una sociedad que gusta de ambientes paradisíacos, resorts de alto standing o firmas que complementan el neolook del yoga.
Estas estructuras fomentan la «instrucción en yoga» y su difusión a través de estándares sobre la formación y la ética del profesorado, e incluso redactan y diseñan códigos de conducta, de responsabilidad y de seguridad en la práctica. Yoga Alliance, por ejemplo, es una de esas organizaciones que representa a más de 7.000 escuelas de todo el mundo y a más de 100.000 profesores de yoga.
Tal “industria” está insertándose en todos los estamentos con intereses económicos. El sector empresarial, capitaneado por las grandes multinacionales tecnológicas, ha descubierto que el yoga mejora la productividad de los trabajadores, su estabilidad emocional y la actitud con la que siguen produciendo atentos y concentrados, felices y dispuestos. La mirada de las grandes empresas, están puestas sobre los programas de yoga que ofrecen estos entrenamientos. También las administraciones públicas de algunos países, como España o Italia, han intervenido ya decretando y disponiendo sobre la formación y el contexto educativo de esta nueva profesión. Sus decretos y leyes son válidos en todo el territorio europeo.
(La segunda parte de este artículo se publicará la próxima semana)
Mayte Criado. Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga.
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