En metafísica, la totalidad se refiere “al conjunto universal de la realidad, incluyendo todos sus aspectos y dimensiones, más allá de la perspectiva parcial o dogmática de una sola visión. Es el intento de comprender la unidad fundamental del ser y la realidad, buscando las causas últimas y principios de todo lo que existe”. Escribe Pedro López Pereda.

Foto de Jernej Graj en Unsplash
Para entender estos conceptos, y como en otros artículos, tengo que responder con una metáfora. En este caso esta analogía la escribí hace unos años y creo que, aunque no hay una analogía perfecta, merece la pena recuperarla:
Analogía del mar
El Mar quiso que otras partículas de su totalidad tuviesen también conciencia de su propia existencia. Sabía que no podrían nacer nuevas conciencias dentro de su propio lecho ya que desde su origen su influencia sería tan fuerte que nunca tendrían la posibilidad de ser autónomas, sería como si a un niño le educaran sus padres sin dejarle salir de casa; sería un clon suyo.
Así que el Mar creó un inmenso vapor en toda su superficie que ascendió formando nubes que se concentraron alrededor de las altas y frías cumbres de las montañas.
La lluvia cubrió e impregnó las tierras altas, y las moléculas de agua desaparecieron en la fría oscuridad que anida en el interior de las cordilleras; allí desapareció todo atisbo de conciencia original y los recuerdos se disolvieron en la tierra.
De pronto, surgió la luz. En aquella fuente brotaba el agua cristalina rebosante de energía potencial. Aquella partícula nacida en la superficie del Océano, había recuperado su capacidad de percibir y sentir y estaba impregnada de la inteligencia y del amor del Ser del que emanaba.
Muy pronto, una de las partículas pudo darse cuenta de que, con ella, y en el mismo cauce, había millones de moléculas semejantes; se dio cuenta de que algunas se quedaban retenidas en pequeños remansos de agua perdiendo la capacidad de desarrollar todo su potencial energético. Al entrar el día, el sol evaporaba el agua formando nuevas nubes y el proceso se volvía a repetir.
También pudo ver cómo otras partículas que habían nacido mucho antes que ella, se encaminaban hacia un horizonte inmensamente azul. Allí algunas, consciente y voluntariamente, se colocaban en su superficie para convertirse en nubes y experimentar otros lugares, otras montañas y otros cauces para de esta forma seguir creciendo en conciencia.
Otras partículas cuando vieron que su camino terminaba en una inmensa masa de agua, se conmovieron y la llamaron simplemente muerte.
“Solamente el cambio es eterno, perpetuo, inmortal” (Arthur Schopenhauer)
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).