Cómo el ser humano transforma sus actos cotidianos conscientes en Luz

2023-04-13

Los caminos de la vida se transitan por dos senderos diferentes. El primero es la vereda de la inconsciencia y lo recorremos conducidos por los instintos heredados, los hábitos y las creencias adquiridas. El segundo es la senda de la Conciencia, y se vive desde el amor incondicional, centrados en el presente y guiados por el discernimiento. Escribe Pedro López Pereda.

Los frutos recogidos en la senda de la Conciencia se guardan en nuestra memoria física y se graban en el núcleo de contenidos de nuestros chakras. En cambio, los conseguidos en la vereda de la inconsciencia pasan a formar parte de nuestras aplicaciones mentales.

Pero, ¿dónde van esos frutos al final de nuestro tiempo?

Muchos de los frutos recogidos en la vereda de la inconsciencia se funden en el oscuro mundo del karma. Al contrario, los frutos conscientes se guardan e inmortalizan en nuestro Ser en forma de Luz.

Para que podamos comprender mejor este inexplorado proceso, me voy a permitir explicarlo a través de un relato donde se mezcla de forma evidente lo real con lo metafórico:

“En el comienzo de los días, el Absoluto creó un Universo físico donde el tiempo y los tres elementos denominados gunas o cuerdas, constituyeron la Naturaleza que actualmente conocemos. Estos tres elementos nacieron de la Luz del mismo modo que de la luz del Sol nacen, en los días de lluvia, los tres colores primarios que configuran el Arco Iris.

Estas tres gunas crearon la tierra y entre todo lo creado nacieron los primeros cereales cosechados que sirvieron de alimento a la antigua humanidad. Se trata de los humildes Teocintle, Oriza Sativa y Carraón, granos ancestrales originarios de los actuales maíz, arroz y trigo. En la simbología arcaica estos cereales tenían un claro significado y eran considerados el alimento del espíritu (del Ser).

Cuenta la leyenda que un humano, siguiendo la senda de la Conciencia, sembró aquellas primigenias semillas dejando que su inteligencia y su percepción alteraran el proceso tradicional de reproducción que hasta aquel momento tenía la propia Naturaleza. Cuando, con los años, consiguió una buena cosecha, la almacenó en unos graneros que llamó Muladhara, Manipura y Vishuddha.

Posteriormente, cuando aquel humano fue consciente de la necesidad que tenía su gente de más alimentos, utilizó su intuición, su creatividad y su sabiduría en nuevos cultivos que transformaron aquellas plantas primigenias en las que hoy conocemos como maíz, arroz y trigo. Para su almacenaje utilizó tres nuevos graneros que denominó Svadhisthana, Anahata y Ajna.

Cuando los tres primeros graneros se llenaron de forma equilibrada, los frutos primigenios ascendieron hasta Sahasrara, el molino y estancia del Ser. Allí se mezclaron, en un proceso llamado yoga, de la misma forma que los colores del Arco Iris se mezclan en una pirámide de cristal para convertirse en luz, sirviendo esta harina consciente para aumentar la luminosidad del propio Ser.

A continuación, también se llenaron los otros graneros con los nuevos cereales creados por el amor y la sabiduría del hombre, y al ascender estos tres frutos de forma armonizada se unieron convirtiéndose en una harina única y consciente, que sirvió para aumentar la luminosidad del Ser a la vez que aportó a su esencia espiritual un cúmulo de experiencias nuevas vividas en la Tierra”.

Para aquellos antiguos humanos las buenas cosechas fueron el presagio de un año en el que reforzaban sus energías, mejoraban sus relaciones sociales y artísticas, y tenían un excedente de tiempo para alcanzar nuevos conocimientos. Para nosotros, en cambio, son el símbolo del proceso de crecimiento por el que vinimos a este plano físico a convertimos en almas experimentadas.

En esta leyenda no se juzga si aquel hombre cambió el deambular de la Naturaleza para bien o para mal, solo se valora que lo hizo con conciencia, amor y discernimiento. Y que aquellos frutos nacidos de la materia se convirtieron en Luz, una Luz que aportó a nuestro Ser una condición adicional propia.

Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.

Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).