Reiventar el yoga está a la orden del día. Marcas registradas, innumerables técnicas, moda entre las modas, yogas con riesgo, con extravagancia, con definición muscular, con terapias al uso.Tanto las técnicas postradicionales como las más modernas del Hatha Yoga han asumido un movimiento sin precedentes. Muchos profesores de yoga se ven atrapados en este proceso. Escribe Mayte Criado.

Yoga con cabras, en Washington, este verano. Foto wikicommons.
Un proceso de reconversión, alineación (o quizás podríamos hablar de alienación) que lleva a la persona que quiere emprender un verdadero camino de transformación, a ceñirse a las reglas que impone la sociedad del bienestar, el consumismo exacerbado y la ambición competitiva. Pero ¿qué hay de la propuesta genuina del yoga milenario? ¿Qué hay para un profesor de yoga en el empeño por liberarse de las corrientes que lo precipitan a expresar, en nombre del yoga, las inercias de un planteamiento basado en las expectativas, los personalismos o los mecanismos comerciales? ¿Podemos decir que se transmite el yoga con intención de fidelizar, como en casi todo, a un cliente más?
Para un profesor de yoga, estas cuestiones puede que estén entremezcladas con un original interés por cambiar justo lo que parece irremediable terminar padeciendo, es decir, un alineamiento sin limites con el guión que insta al individualismo, a la desconexión y a la irrealidad.
Los profesores de yoga deciden formarse como tales para poder cultivar la conciencia sobre la realidad de sus vidas mientras comparten con los demás. Y desde luego, la mayoría se forma para acrecentar su conexión con un verdadero camino de transformación. Es así como se establece un apoyo incondicional al yoga de la autenticidad y la unidad. Pero muchos terminan en manos de los likes, las marcas y la carrera hacia esa visibilidad imprescindible para ocupar los rankings y las modas de referencia. Junto a las redes sociales ha llegado el yoga del postureo, y muchos son los que comienzan buscando en las herramientas del yoga aquello que intuyen les ayudará a desarrollar sus potenciales internos, para luego terminar mandando al traste su idea de autorrealización y poder formar parte del espectáculo del yoga; representando o intentando bordar el papel que les brinda algún lugar en el escenario, en vez de buscar su vivencia libre y directa en aquello que la vida les propone para cada momento.
También el yoga hoy día vende sueños. Y también se ofrece un yoga que modifica su objetivo principal de unificación para plantear una especie de corporativismo en torno al estado del bienestar y la terapia. Y desde luego que hay un yoga idealizado que casa extraordinariamente con el esclavismo virtual.
¿Qué es entonces lo que buscamos? ¿Qué yoga estamos enseñando?
Un espectáculo inaceptable y bochornoso
Somos muchos los que al principio de este movimiento vimos un reajuste gracioso, unas ocurrencias curiosas y creativas. Incluso llegamos a confiar en que el yoga se fuera a globalizar para garantizar precisamente un cambio de conciencia importante en la sociedad. Pero no está siendo así. Ahora estamos sumergidos en un yoga que ya se presenta abiertamente como aval de infinitos productos de belleza, como certificado de marcas de alimentación o ropa, como curación para las enfermedades más graves, como sello de artistas, cantantes, actores, coaches, influencers, etc. El yoga es y marca tendencia. Empresas y multinacionales intentan abarcarlo para espiritualizar su marketing y generar en nosotros ese instinto de aprobación que nos caracteriza cuando funcionamos alineados al sistema. A día de hoy somos muchos los que nos damos cuenta de estar contemplando una situación alarmante; ya comenzamos a dudar de si todo este show conseguirá finalmente despojar al yoga de su autenticidad y que todo ello pueda resultar irreversible.
Modificar y enseñar cosas que realmente lo que hacen es remodelar la técnica o exhibirla con otras vestimentas no tiene el menor interés; solo es una actitud que se adapta a los tiempos actuales en los que todos queremos ser únicos, y también hace gala de una necesidad vital y creciente de expresar singularidad. Pero formar parte del espectáculo que nos están imponiendo a toda marcha, los intereses de la superficialidad social, de la mercantilización descarada del yoga, de su globalización adaptada fielmente a las reglas de mercado, esto es otra cosa. Comienza a resultar inaceptable y bochornoso. Ahora resulta que el yoga es un nuevo y flamante instrumento de seducción para el consumidor. Ahora parece ser que el yoga huele, decora, embellece, viste y alimenta. De igual manera la meditación, el zen o, por ejemplo, la imagen de Buda; todo ello forma parte de las apariencias, e incluso se están convirtiendo en una necesidad social. Si no sabes algo de ello, no compras productos relacionados o no tienes en tu Facebook y en tu Instagram amigos implicados en este tipo de asuntos, ¿en qué mundo vives?
Lo cierto es que somos muchos los que nos esforzamos por mantenernos en libertad, intentando dar voz y espacio al yoga de los Yamas y Niyamas, al yoga del autoconocimiento, al yoga de la comprensión del ser humano y de su camino de realización.
Somos muchos trabajando contra una maquinaria que avanza sin miramientos
Sí. Somos muchos los profesores que nos mantenemos conectados con ese yoga que enseña a explorar nuestra humanidad para promover la armonía interior; esa que permite una existencia consciente y real; esa que nos desarrolla como seres humanos y espirituales. Muchos trabajamos en nombre del yoga para realizar un auténtico proceso de apertura a la vida y compartirlo, no para someternos a las reglas de juego de ningún sistema, y menos de uno que nos utiliza para sus constantes shows e intereses. Somos muchos. Muchos. Lo que pasa es que ya hay mucho ruido. Es el ruido de una maquinaria muy pesada que avanza sin miramientos.
Es necesario que podamos distinguir. Precisamente el conocimiento que el yoga nos aporta nos hace valedores en este caso de una fuerte capacidad de selección. Esa capacidad de seleccionar y abrirse a mayores posibilidades es lo que nos hace evolucionar y pretender algo mejor y más elevado, algo que nos transforme en la raíz, y a su vez, transforme el mundo. Vivimos una época de mucha confusión que también alude a un deseo incontenible de millones de personas que sienten necesidad de dar un salto sustantivo a sus vidas. Los profesores de yoga no son ajenos a este deseo primordial de instalarse en un nuevo lugar con sus conciencias, un nivel que permita la renovación de los valores y los ideales que sostienen la profunda verdad del ser y la realización del sentido de unidad en sí mismo. El yoga tiene como objetivo llevarnos hacia dentro para emerger nuestra auténtica naturaleza hacia fuera, no al contrario. Así, liberarse resulta la única opción posible para poder realizar este viaje hacia la las profundidades de la existencia humana donde nace el verdadero impulso de autorrealización.
Liberemos al yoga del «progreso productivo»
No se trata de abordar y preservar un yoga antiguo y caduco que se desvista de los novedosos colores que propone el siglo XXI, eso es lo de menos. El yoga auténtico incluye siempre la diversidad de formas en las que cada individuo manifiesta su proceso interior y su recorrido vital. Pero claramente se desarrolla independiente de los modelos que se presentan para tratar de integrarnos en eso que se llama progreso productivo.
Se trata más bien de no dejar que el yoga quede atrapado, a través nuestro, por las dinámicas sociales con las que convivimos para que no se convierta en un instrumento más de manipulación o en un mito moderno. Se trata de resguardar su esencia como vía para obtener una visión clara y realista.
Mayte Criado. Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga.
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