Un sabio increíble cuyos conocimientos y excelencia en el yoga hicieron posible, a partir aproximadamente de mediados del siglo XX, la transmisión de estos saberes en escuelas de Occidente que hoy en día ya se encuentran esparcidas por la mayor parte del planeta. Escribe Ilde Leyda.

Tirumalai Krishnamāchārya en una imagen del Krishnamacharya Yoga Mandiram.
Los poderes del Yogui realizado
«Patañjali describe la capacidad de la mente de alcanzar un estado libre de distracciones (…). El practicante adquiere un conocimiento de los objetos de un nivel desconocido hasta el momento». (T. K. V. Desikachar)
«Los científicos coinciden en que tan solo alcanzamos el diez por ciento de nuestro potencial humano» . (John Douillard)
¿A qué nos estamos refiriendo en realidad cuando aludimos a esos famosos poderes, generalmente de orden psíquico, aunque también físicos, que llegan a adquirir los auténticos yoguis realizados?
Pues esto les suena, seguramente, a casi todos ustedes, lectores occidentales del siglo XXI, entre pueril y fantasioso, cuando no a pura superchería y trampantojo. Y es que, claro, formulado así: «los poderes del Yogui»… Mas, por ejemplo, el eminente sabio Patañjali dedicó hace aproximadamente 2.000 años el tercer capítulo de los Yoga-Sūtra, su tan técnica, tan racionalista, tan científica (en nuestro sentido actual, occidental del término, por supuesto), tan empirista obra inmortal, a los vibhūti, es decir, a los poderes más allá de lo considerado humanamente «normal» que llegan a adquirir los grandes yoguis.
O ya en el siglo XX escribiera al respecto el eximio erudito y pensador rumano Mircea Eliade, quien pasara varios años estudiando a fondo el Yoga: «Los únicos resultados que pueden ser de interés para el yogui son, obviamente, aquellos de orden práctico, esto es, la penetración en regiones inaccesibles a la experiencia normal, tomando posesión de zonas de conciencia y de sectores de la realidad que habían previamente sido, por decirlo así, invulnerables».
Así pues habríamos de entender esos vibhūti, siddhi o poderes como unas capacidades latentes y, por lo tanto, activables en el ser humano, las cuales, debido a nuestro modo de funcionar habitual, el que generalmente se considera, por decirlo así, «normal y corriente», quedan eclipsadas, inutilizadas e inutilizables.
En cambio, el yogui realizado o la yoguini realizada, merced a sus prácticas constantes y rigurosas y con la guía imprescindible de un verdadero/a maestro/a, va desbloqueando, apartando gradualmente cada uno de los tercos obstáculos de apariencia irrebatible que están impidiendo que esas cualidades, esas capacidades extraordinarias, sí, pero repito que latentes y factibles en cada uno de todos nosotros, devengan algo tan totalmente normal y manejable para él/ella como para nosotros lo pueda ser, por ejemplo, el ver con los ojos, el oír con los oídos o el oler valiéndonos de las fosas nasales: el poder de observar finas sutilezas y comprender en profundidad; todo, en realidad, puede ser comprendido; el conocimiento de los distintos órganos del cuerpo y su disposición; el dominio del hambre y la sed; el poder de permanecer estable y tranquilo incluso en momentos de gran tensión; desarrollar un extraordinario sentido de la audición; desarrollar el dominio de los elementos; se conocen los diversos estados de la mente y lo que los afecta; aparece un gran potencial en el individuo para ir más allá de sus límites personales…
Comentaba también Desikachar: “Recuerdo un día en que vi a mi padre darle un poco de ceniza a una mujer que no podía tener hijos. ¡Simples cenizas! Él había hecho un bonito paquete y se las dio junto con algunas instrucciones. Ella regresó un tiempo después pareciendo tan feliz: estaba embarazada. La ceniza, hasta donde yo sé, no posee propiedades médicas y estoy seguro de que si yo se las hubiera dado, no habría pasado nada. Ella tenía fe en lo que mi padre le dijo que hiciera. ¿Cómo podemos explicar esto científicamente, o siquiera comprenderlo? La razón tiene un límite”.
«En la India el yogui ha sido siempre considerado un mahāsiddha, un poseedor de poderes ocultos, un ‘mago’.», abunda al respecto el filósofo Mircea Eliade.
Principales alumnos de Krishnamāchārya
«Cada persona posee sus dones, ciertos potenciales. El papel del maestro es identificarlos».
(T. K. V. Desikachar y Martyn Neal)
Varios de sus discípulos se irían convirtiendo con el paso de los años en algunos de los maestros de yoga más célebres, reputados e influyentes a nivel mundial. Entre ellos probablemente el más famoso haya sido su cuñado B. K. S. Iyengar, quien, aquejado de una pésima salud durante su infancia y adolescencia, acudió a su familiar con la intención de fortalecerse y, tras años de aprendizaje junto a él, acabó finalmente convirtiéndose en todo un fenómeno, en una celebridad a escala mundial y disfrutando de una vida plena y longeva, casi centenaria.
Indra Devi, la esposa de un diplomático extranjero, siguió también con el máximo rigor y empeño las pautas de dieta, conducta y estudio del gran maestro y, con el paso del tiempo, Krishnamāchārya la valoraría como a una de sus estudiantes más capaces y a una de sus amistades más próximas. Escribió T. K. V. Desikachar: «Devino una de las más grandes maestras del siglo. Es justo decir que la mayoría de estudiantes de yoga actualmente en Occidente están influidos por las exitosas generaciones de profesores formados por Iyengar y Devi».
Pattabhi Jois, fundador del estilo mundialmente conocido como Ashtanga Yoga, también fue uno de los alumnos más famosos de Tirumalai Krishnamāchārya.
Y el más joven de ellos, su hijo T. K. V. Desikachar, fundó la escuela Viniyoga y abrió en 1976 el Krishnamāchārya Yoga Mandiram, un centro de estudios yóguicos en Madrás consagrado a la memoria y a la transmisión del enorme legado de su padre. Así describió mi maestra Cristina Sáenz de Ynestrillas a T. K. V. Desikachar cuando la entrevisté en 2020: «Era un profesor con unos conocimientos inmensos, con una creatividad asombrosa. Era ingeniero, pero dejó la ingeniería para dedicarse a la enseñanza del yoga. Fui alumna suya. Mi marido Emilio y yo pasamos un tiempo en la India, en Madrás, para ir a su centro de estudios, el Krishnamāchārya Yoga Mandiram. También conseguí que viniese a Dénia. Estuvo dando clases aquí y se alojó en la casa que teníamos en Jesús Pobre. Era una persona que merecía un respeto muy especial».
Bibliografía recomendada
- Arnau, Juan. La mente diáfana: Historia del pensamiento indio. Alianza editorial.
- Arnau, Juan. Upanisad. Alianza editorial.
- Desikachar, T. K. V. Conversaciones sobre Yoga. Ed. Viniyoga.
- Desikachar, T. K. V.. The Heart of Yoga. Developing a personal practice. Inner Traditions International.
- Desikachar, T. K. V., with Cravens, R. H. Health, healing and beyond. Yoga and the living tradition of T. Krishnamacharya. North Point Press.
- Desikachar, T. K. V. with Neal, Martyn. What are we seeking? Krishnamacharya Yoga Mandiram.
- Eliade, Mircea. Yoga. Princeton University Press.
- Iyengar, B. K. S. Luz sobre el Yoga. Yoga dīpikā. Ed. Kairós.
- Patañjali. Yoga-Sūtra. Versión y comentarios de T. K.V. Desikachar. Ed. Edaf.
Ilde Leyda es profesor de Yoga.