Sabemos que un mensaje o una expresión –una imagen, una melodía, un escrito– es buena si toca alguna fibra dentro de nosotros, si nos inspira, interpela o provoca algún tipo de vibración que abre un canal de sensibilidad y amplifica nuestro sentido de la verdad y la belleza. Escribe Pepa Castro.
Algo así experimento cuando me adentro en algunos artículos de YogaenRed como editora y como lectora. Sobre todo como lectora, a mí me resuena mucho lo que tiene que ver con el yoga relacionado con la humanidad y la solidaridad. Siento que hay mucho potencial ahí para desarrollar por parte de la comunidad de practicantes, y que va a emerger cada vez más porque el mundo actual necesita que afrontemos unidos los grandes desafíos que ya tenemos encima.
Bien es cierto que esa emergencia de la gran causa colectiva de defensa del bien común, que parece empezar a despertar, se estaba haciendo esperar, pues no ha demostrado ser hasta ahora lo que más entusiasmo ha movido entre la comunidad yóguica. En YogaenRed es significativo el relativamente bajo índice de lecturas que obtienen los temas de yoga solidario en comparación el éxito de otros como los 108 saludos al sol o el matangi mudra, por decir algo.
Ese es, claro, mi punto de vista personal. Pero por descontado que puede haber muchos otros. De hecho, somos una aldea global de 8.000 millones de habitantes hiperconectados a través de infinitos mensajes de infinitos emisores. Por lo tanto, parece lógico que cada uno nos sintamos interesados por un sinfín de opciones diferentes en cuanto a temas, argumentos y expresiones. (Mal que les pese, por cierto, a los interesados en enfrentarnos en dos únicos polos).
Toda idea puede ser argumentada, defendida o cultivada y, todo lo contrario, atacada, falseada o negada, a través de todo tipo de canales. En yoga, también hay de todo; mucha experiencia real y mucha teoría impostada. Nos hemos adiestrado en consignas a modo de mantras, ideas disfrazadas de contenido espiritual, dogmas incompatibles con la propia evidencia. Todo un conglomerado sofisticado y ajeno que hemos deglutido con fruición para crearnos la sensación de pertenencia a una incierta tribu de elegidos en el camino del despertar. Y mientras tanto, hemos ido abandonando la sencillez de la senda puramente humanista, la del amor, la compasión genuina y la ayuda al otro.
La compasión en el yoga ha tenido, tradicionalmente, escaso éxito. Un argumento que ha prendido con facilidad es aquel que pone bajo sospecha la precupación por el karma yoga, la acción correcta, la compasión o el servicio al otro como posible síntoma de tentación egoica, autocomplaciente, falsaria. Sin embargo, lo lógico sería pensar que más vale ‘arriesgarse’ a sentirse bien con la propia conciencia que ponerse de perfil ante las necesidades del mundo y el sufrimiento de los más vulnerables.
«El yogui ideal no es una fuerza retraída y reprimida –escribe Sri Aurobindo, poeta, filósofo, activista político y fundador del Yoga Integral en su obra Ensayos sobre Karmayogin–, sino que siempre se dedica a hacer el bien a todas las criaturas, ya sea mediante el flujo de energía divina que derrama sobre el mundo o estando él mismo al frente de la humanidad, su líder en el mundo, pero desligado de sus obras y superior a su personalidad».
No separarnos del mundo
A mí me ha interesado mucho, por lo que vengo comentando, el artículo de Mayte Criado que publicamos ayer: Yoga en el camino de la compasión. Como muchos de los artículos de Mayte y de otros colaboradores de YogaenRed que mueven conciencias y creencias, me llegan a la mente y al corazón, me hacen pensar y me inspiran. Como esta frase: “La compasión ha acabado por convertirse en la nueva tendencia espiritual”. Una espiritualidad, escribe, “que se atreve con el mundo en vez de separarse de él”.
Va a tener razón Mayte y algo está despertando en nosotros en lo más profundo de nuestros sentimientos de solidaridad y humanidad, como cuando sentimos el dolor insoportable infringido por el genocidio del pueblo palestino, o las consecuencias de la depredación del planeta, o el rampante desprecio de los derechos humanos en todo el mundo. Queremos y necesitamos estar del lado de los más vulnerables, y desde el yoga cabría esperar que albergáramos la sensibilidad necesaria para situarnos ahí y en la defensa de causas justas
Hablando hace poco con otra profesora de yoga, Yolanda Sopeña, coautora de un reciente e interesante artículo sobre Yoga oncológico, me contaba lo mucho que le conmovía ver cómo ayudaba su trabajo de yoga a pacientes con cáncer en grandes hospitales públicos. Le temblaba la voz al contármelo, y su emoción la sentí en mí como un relámpago de verdad y de belleza. Es la luz que emiten quienes con su trabajo hacen la vida más soportable a los enfermos, a las víctimas de trauma, a los inmigrantes, a los olvidados.
El yoga de la reconexión con nuestros sentimientos de humanidad es el yoga que necesitamos para transitar unidos por las dificultades de este mundo.
Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.