Los factores de sufrimiento (klesha), que presenté en mi artículo anterior en YogaenRed como comparables a una especie de “mafia interior”, no son más fáciles de combatir que la propia organización siciliana. Traduce este artículo Ilde Leyda.

La fábrica de los klesha. Foto de Frans van Heerden
El método de Patañjali es la ocupación del terreno y la vigilancia. Igual que la policía y los jueces italianos van variando sus formas de operar contra la mafia, el yoga propone varias pistas para reducir el impacto de la falsa identificación, del apego, de la aversión y del miedo con el fin de ir volviendo al “padrino” de los klesha, es decir, a la confusión (avidyā), gradualmente menos influyente.
Se trata en primer lugar del yoga de la acción (kriyā yoga), basado en la destilación diaria de las acciones que implica disciplina, reflexión y apertura. De largo el más fácil de poner en práctica y el más productivo a corto plazo, este método encuentra su desarrollo en el yoga de los ocho aspectos presentado en la segunda mitad del segundo capítulo y en los primeros aforismos del tercero.
Pronto estaremos buceando felizmente en este yoga “de los reyes” (rāja yoga), como otros pomposamente bautizaron a lo que el autor había, humildemente, calificado de yoga de los ocho miembros (ashtanga). Antes de esto, deseo examinar dos proposiciones subsidiarias que Patañjali expone en los sūtra II.10 y 11 para hacer recular a los factores de sufrimiento. Aquí afirma que la conducta hacia los klesha dependerá del grado de intensidad de estos.
Semejante a toda empresa ambiciosa, el camino del yoga le da al practicante experiencias variadas: a veces un momento difícil, las dudas y los numerosos obstáculos que franquear, en ocasiones los momentos de claridad y de paz con su despejado horizonte. Patañjali sugiere en el sūtra II.10 que cuando, poco afectados por los klesha, nos encontremos en las playas de la tranquilidad en la cotidianeidad de nuestra marcha, no es el momento de bajar la guardia y salir de vacaciones. Debemos aprovechar nuestra oportunidad y tomar medidas para reducir todavía más estos factores de sufrimiento (te) en un intento por abandonarlos, evitarlos, eliminarlos (heyāh). Por eso se propone mantener la vigilancia cuando percibamos que estos factores reculan: cuando son más sutiles (sukshma). Es un poco como si el meteorólogo dijese, cambiando el nivel de alerta meteorológica severa de rojo a amarillo: “¡Permaneced igual de atentos!”, puesto que siempre estamos tentados de soltar lastre después de la tempestad y aprovechar el buen tiempo.
No os inquietéis, ¡este sūtra no nos conduce a unos trabajos forzados a perpetuidad! No está prohibido disfrutar de un momento de calma de los klesha, ni estar risueño cuando la vida sea bella, ya que esto mismo se aconseja fuertemente. Se trata, a la vez que nos regocijamos, de aprovechar la decadencia de su régimen para empujarlos un poco más hacia la puerta, de cortar el suministro de alimentos hacia aquellos que están sedientos de desgracia, de mandarlos de vuelta al lugar del cual provienen (pratiprasavah). Sí, podemos tratar de cerrar la fábrica de los klesha –imagen de arriba– y detener la cadena de producción, cuando ellos estén inoperantes (prasupta) o discretos (tanu). Se trata de hecho del momento más propicio, ya que, encontrándonos menos afectados por la confusión, nuestros actos tienen una calidad y un alcance de mayor eficacia. Toda acción llevada a cabo en estas condiciones e inspirada por el yoga de la acción o por el yoga de los ocho aspectos tendrá entonces un efecto de tratamiento de adelgazamiento de estos cómplices de nuestras desgracias, pero también el efecto de relanzar nuestra vigilancia en el caso de que por azar nos topáramos con un buen plato de pasta: “No bajéis la guardia y clavad el clavo en su sitio”, es el consejo de este aforismo.
Por otro lado, la observación de un resurgimiento de la inestabilidad mental, indicada por el término tadvrttayah en el sūtra II.11, debería llevarnos a recordar a ciertos reservistas. Patañjali aconseja acudir a los refuerzos del batallón de la reflexión (dhyāna) para paliar el retorno de los factores de sufrimiento, los cuales llegan de forma intermitente (vicchinna) o simplemente cuando nos mecen siendo muy suaves y discretos (tanu). En el primer capítulo, cuando se propone recuperar la estabilidad mental (I.32 a I.39), el autor sugiere dhyāna como uno de los medios capaces de devolvernos el aplomo. Este término, sobre el que volveré en otro artículo, abarca la idea de meditación y de reflexión. En este contexto es evidente que, habiendo regresado los klesha, no puede tratarse de un estado de atención apacible y duradera y entonces deberíamos considerarlo como una invitación a la reflexión, una especie de recuperación de la memoria de aquello que hemos percibido, examinado y comprendido a lo largo del camino del yoga hasta el punto de nuestra marcha en que nos hallamos. Podemos, por ejemplo, reencontrar signos de retroceso o de precipitación, de fatiga o de exuberancia, así como otros más, dependiendo de nuestra personalidad, lo que nos hará pensar en una forma de actuar. ¿Tal vez nos interesaría cambiar de ambiente, de actividad o de sitio? ¿Sería buena idea ir a ver a alguien susceptible de aportarnos un buen consejo? Mientras que no estemos completamente reinvadidos por nuestra mafia interior, esta arma sigue siendo eficaz para evitar (heyāh) que ellos vuelvan a ser los dueños del lugar.
En un artículo anterior sobre los yoga sūtra de Patañjali, prometí volver sobre la definición de qué es un sūtra. Indiqué que se trataba de una fórmula breve, un aforismo, que da una orientación y que se memoriza fácilmente. El sūtra es como un panel indicador que no hace sino mostrar una dirección. No se trata en modo alguno de una descripción detallada. Hoy en día, gracias a internet, podemos obtener indicaciones de una gran precisión para ir de una calle de Marsella a otra de Brest. El sūtra, en comparación, puede que nos diga esto: “noroeste”. ¡Y descúbrelo tú! Es de una sabiduría inaudita el no tomar de la mano a una persona que está buscando y conducirla al hogar. ¡Pero esto puede que les resulte exasperante a los que planean hacer autostop de vez en cuando en el camino del yoga! Profundicemos en esto al examinar los elementos que hacen que un sūtra amerite su denominación.
Lo primero es esta brevedad en la que hay pocas letras (alpāksharam). Como prueba, veamos los dos aforismos estudiados más arriba: te prasavaheyāh sukshmâh II.10 y dhyānaheyāstadvrttayah II.11. ¡Patañjali no padecía verborrea!
La segunda cualidad es la ausencia de ambigüedad (asandigdham). La vacilación, la duda, las ideas vagas no encuentran sitio en un sūtra –el alumno aporta todos estos aspectos por sí mismo, ¡por lo que no tiene sentido añadir ya más!–. El canto del sūtra es a menudo el momento privilegiado para percibirlo. Desikachar me dijo que normalmente debía vehicular un sentimiento de afirmación y de certidumbre.
Después, cada palabra es significativa (sāravat). El sentido es rico y abundante. Como una naranja: cuanto más la exprimimos, más jugo sale. Aquí uno fácilmente comprende la importancia de la “frecuentación”. Cuanto más volvemos al texto, más se nos desvela el significado, se despliega y adquiere todas sus dimensiones y colores.
Finalmente, un sūtra es universal (vishvato mukham). Puede ser mirado desde todos los puntos de vista. Todavía me acuerdo de la primera vez que hojeé los yoga sūtra y tuve la impresión de que Patañjali comenzaba cada sūtra con un “Escucha bien, Martyn…”. Sean cuales sean la situación vital, las creencias y la cultura de uno, se halla que el sūtra está disponible y que es aplicable.

Cuanto más exprimimos un sūtra, más zumo –como de una naranja– sale. Foto de Charlotte May
Luego viene la idea de que se refiere a lo que existe (astobhyam). Se lleva a cabo el estudio referente a lo que se ha ido transmitiendo desde la noche de los tiempos, basado en la experiencia y en la experimentación. No se trata pues ni de una exposición teórica ni de una idea surgida del último sueño que Patañjali hubiera tenido.
Por otro lado, un sūtra es digno (anavadyam). El texto es decente, íntegro y no se rebaja. Las palabras son así respetadas y solicitan un sentimiento de confianza por parte del lector. En tiempos de crisis financiera, si existiese un banco “Sūtra de Patañjali”, ¡uno pondría allí voluntariamente sus ahorros!
Gracias a ti, lector, por el tiempo que has consagrado a este artículo y gracias sobre todo a Desikachar por sus aclaraciones que aún me ayudan a avanzar en este magnífico texto.
Martyn Neal es coautor junto a T. K. V. Desikachar del tan bello como profundo texto sobre yoga titulado What are we seeking?, traducido al francés y al castellano. Su traductor a esta última lengua, Ilde Leyda, nos ofrece este nuevo artículo de Martyn Neal traducido al castellano.
Ilde Leyda empezó a practicar yoga en 2001. Desde comienzos de 2002, y durante más de diez años, fue alumno de Cristina Sáenz de Ynestrillas, alumna de Claude Maréchal y de T. K. V. Desikachar. Comenzó ya a dar clases en 2003. Y, desde 2019, prosigue su formación con Martyn Neal. Imparte clases de grupo y particulares, así como talleres dirigidos a quienes quieran profundizar cada vez un poco más en este método milenario de cuidado, conocimiento y mejora personales.
Ha traducido al castellano la tan bella como profundamente inspiradora obra What are we seeking? de T.K.V. Desikachar y Martyn Neal.
Puedes contactar con él a través de ildeyoga@gmail.com y/o del número 653379095.