Karma Yoga/ ¿Y a mí quién me escucha? (2)

2021-10-21

La parte anterior, “Escúchame”, intentaba poner el foco en mejorar nuestra escucha al otro/a. Desde ahí, muchos yoguis y yoguinis pueden pensar en el esfuerzo que “ya” ponen en escuchar a los demás, en el esfuerzo en ser elementos de apoyo, resolución de conflictos y paz. Escribe Asun Arrillaga.

Y esto vale para todo el karma yoga; muchos practicantes piensan: “’Ya’ estoy poniendo en el entorno más de lo que puedo: mis hijos, mayores, pareja, trabajo, compañeros, vecindad…; ‘ya’ estoy a tope, estresada/o, cansada/o… Empieza un nuevo curso y necesito plantear mi organización y mi  mente de forma más favorable a mí misma/o”.

De ahí la pregunta del título, ¿A mí quién me escucha?; es decir, ¿tengo cubierta esa necesidad de atención? Quizá necesitamos empezar en muchos momentos por uno mismo: ¿me escucho adecuadamente?, ¿cuándo y cuánto necesito?, ¿es lo que necesito y de la manera que necesito?, ¿escucho mi mente (ánimo, pensamientos, emociones…) y a mi cuerpo (partes que duelen, cansancio, síntomas varios…)?

Posiblemente seamos conscientes de que no, de que a veces tiramos de nosotra/os mismas/os como si fuéramos el caballo de un carro con el que nada tenemos que ver.

El karma yoga, primero de todo, se aplica a uno mismo. No podemos dar lo que no tenemos. Necesitamos también comprensión, fuerza, bienestar, equilibrio y alegría para poder transmitirlo. Cuántas veces sonreímos sin fuerza, o nos levantamos sin energía, o nos desbordan sentimientos de tristeza o impotencia… y nos olvidamos de que el yoga está ahí para avanzar en todo lo anterior siempre que lo practiquemos con motivación vivencial y conciencia del presente, no como un algo mecánico.

Svadhyaya

Cuando nos hemos acostumbrado a esa mirada analítica y amorosa hacia nosotros mismos (lo que en los niyamas de Patanjali se nombra como svadhyaya o autoestudio), poco a poco vamos cubriendo nuestras áreas olvidadas o débiles.

Nunca está de más contar con gente amiga que nos refleje aquello que desde fuera de nosotros mismos ven como algo que nos viene bien atender; también una terapia psicológica puede ser recomendable; o, si tenemos la suerte de tener un maestro, podemos acudir a él. Toda esa ayuda externa puede ayudarnos a cuidarnos de las interpretaciones erróneas de nuestra mente egoica o narcisista. Se trata de que nuestro discernimiento vaya más allá de los límites habituales que nos impiden ampliar nuestras potencialidades.

Por otro lado, aprender a que se nos escuche adecuadamente supone un aprendizaje también por nuestra parte. Si hemos escuchado “demasiado”, si hemos acostumbrado a nuestros interlocutores a vernos como personas que no aportan en las conversaciones, reuniones etc, será bueno realizar un esfuerzo especial por nuestra parte en el sentido de empoderarnos y sentirnos, verdaderamente, con el derecho a ser escuchados. Todo empieza por nosotros mismos; no les demos a los demás unas prerrogativas que al fin no son verdaderas.

Cuidándonos hacemos un favor al otro, porque reforzamos nuestra capacidad de atenderle. E, igualmente, cuidándonos podremos escuchar mejor las necesidades de la naturaleza. En definitiva, da igual por dónde empecemos: la atención a nosotros mismos nos lleva al otro, el otro nos lleva a nosotros, siempre que nuestra motivación sea la adecuada.

Hay cosas que ya sabemos, sí, pero de vez en cuando conviene repasarlas y preguntarnos por ellas con svadhyaya.

“Cierra tus ojos. Ciérralos con fuerza. ¿Puedes escuchar cuánto te amo? Eso es lo que importa” (Anónimo)

Asun Arrillaga es profesora de yoga.
Autora del libro ‘En tono al yoga’, prologado por Danilo Hernández.
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