Mysore, India: mi viaje exterior hacia el interior

2017-02-27

Desde que era niña siempre soñé con viajar a India. Su cultura, su color y su misterio siempre me habían fascinado. Escribe Tania Muñoz, tras leer la entrevista con Saraswathi Jois que publicamos recientemente.

Mysore

Y por fin, el 2015 comenzaba con mi soñado viaje espiritual en la India. Un 3 de enero llegué a la ciudad de Mysore, al sur del país, donde me quedaría durante un mes y medio, profundizando en mi práctica de Asthanga Vinyasa yoga con Saraswathi, la hija de Pattabhi Jois.

​ Te deseo un gran viaje exterior hacia el interior,
sin interior ni exterior.
Consciencia pura,
la fuerza de la Vida,
Plenitud
Amor

… recibí de mi Maestro en el aeropuerto. Y con esa buena energía comencé mi aventura en Mysore.

Pudiera parecer que lo más importante allí sería la práctica yóguica en sí, pero sobre todo la experiencia en Mysore se convirtió en una especie de laboratorio, una oportunidad de investigación-acción en lo interior y lo exterior. El Maestro lo sabía…

La primera gran lección fue disponer de tanto tiempo libre. Tiempo para hacer con calma y tiempo para no hacer nada, tiempo para estar con una misma en un entorno mágico y espiritual. El arte de «no hacer» no es pereza o apatía, es una oportunidad de introspección, es desconectar de las prisas y la productividad de Occidente y conectar con la espiritualidad de Oriente.

Así, con tanto tiempo para mí misma y para mimar mi práctica, me topé de pleno con mis vértigos vitales, mis miedos y fortalezas escondidas, mis apegos y virtudes bajo sospecha. Me di cuenta de lo intenso y agotador que era todo mi mundo desde hacía un año.

Encontrarte y quedarte contigo misma te da la oportunidad de ver realmente cómo está el jardín de tu mente-corazón. Ver las flores y los espinos con claridad y sin la posibilidad de huir o mirar hacia otro lado. No queda otra que arrancar los espinos y dedicarte a plantar flores. ¡Manos a la obra!

Hablo desde mí, no de mí

En un día normal allí, después de hacer la práctica temprano, la mayor ocupación era elegir dónde y qué desayunar: deliciosos pancakes, un bol de frutas tropicales, nutritiva granola con un té chai o café aguado…

No tener preocupaciones ofrecía el espacio de simplemente ocuparte de tus cosas, pero también el tiempo para el drama innecesario. ¡Qué pereza! Allí es fácil dejarse arrastrar por el drama; hay que ser fuerte, muy fuerte, para capear el temporal y sobreponerte. Es bien conocido este drama del que hablo para las personas que han estado allí. Peleas con amigas íntimas por tonterías, comportamientos neuróticos, arranques de felicidad exaltada, aislamiento, enfermizo show off

Encontrarse tan de cerca y tan clara y poderosamente con la realidad interior es una experiencia intensa. Creo que algunas personas se vuelven “un poco locas” allí. En serio. Lo que sale, sale con mucha fuerza.

Para mí, uno de los mejores regalos de estar allí, con la distancia de Madrid, fue que se me hizo mucho más sencillo y natural ver mi vida con perspectiva y desde shakshi, la consciencia testigo, en vez de ver las cosas con el color del cristal de las gafas que cada una se pone.

La séptima sloka del Shankya Karika habla de las ocho causas que hacen que no se conozca la Realidad. Hay muchas cosas que existen y no se conocen. Hay muchas causas por las que no conocemos incluso los objetos materiales. Un objeto no se percibe si está demasiado lejos o excesivamente cerca, aun siendo un objeto material. Si tus sentidos no funcionan correctamente y la mente no está concentrada en su relación con los sentidos, tampoco se percibe. Si el objeto es demasiado pequeño (un virus), si hay algún objeto que separa del objeto conocido (pared), si el objeto está cubierto por otra cosa (luz tapada por telas) o cuando el objeto está mezclado con objetos parecidos.

Desde Mysore pude darme cuenta de algunas situaciones absurdas y desequilibradas que al tenerlas antes tan cerca ni las veía, o las veía deformadas, borrosas, ya que estaban teñidas por las impresiones de mis emociones y pensamientos de duda, incertidumbre, moralina, autoexigencia… y todo cargando con el yugo de los juicios, las culpas, las comparaciones, las expectativas, las opiniones y los consejos ajenos.

Al sentarme en silencio, permití que mi mente se cansase descargando todo su parloteo, me serené, relativicé, analicé con mi buddhi (intelecto), y pude hablar conmigo misma como con una buena amiga. Pese al ruido de India, allí me fue más sencillo escuchar la voz del alma.

En un diálogo tranquilo con mi mente, como si fuera otra persona, mi maestra, mi amiga que me quiere, mi consejera buena, sin egoísmo y con capacidad, escuché mis respuesta a mis propias preguntas y dilemas, desde la paz, la calma, la claridad de mi ser. Con Amor.

Y ese Amor es un pasaje a una verdad interior, un nivel de paz y armonía que empieza con una misma, en una misma. Entonces te amas a ti lo suficiente como para confiar en ti, refugiarte en tu santuario interior, en la cueva del corazón y actuar desde la certeza y la calma.

Y aunque seas una persona que, como yo, actuar y asumir serenamente las consecuencias no es tu punto fuerte, una fuerza invisible te empuja a pasar a la acción y alinear tu decisiones con tu esencia. Puse paz en mi vida y puse paz en mis meditaciones.

Un regalo insospechado

La paz de las meditaciones en India puso claridad y paz en mi vida. ¡Qué regalo!

De las amigas que compartimos camino allí, todas y cada una acabamos ordenando nuestras vidas en Madrid. Una ordenó su corazón y acercó lazos familiares; otra soltó lastre renunciando a horas de trabajo que la desgastaban y además tomó la decisión de hacerse vegetariana; otra regaba ilusionada la semilla de una nueva relación mientras aceptaba desafíos profesionales: y otra reorganizaba su negocio y amistades.

La India me ofreció un reencuentro conmigo misma, con una melodía yóguica de fondo en mi tormenta particular. Un lugar donde, protegida por la esencia de los maestros y maestras del lugar, pude priorizar más allá de los “deberías”, los “qué dirán” o las urgencias de lo cotidiano. Allí tienes el tiempo, un espacio abierto y seguro que apoya el despertar de la esencia. La India te regala bendiciones cargadas de paz y equilibrio.

Aunque también he aprendido de esa experiencia que el verdadero yoga no está en lugares remotos, ni proyectado en la gran aventura espiritual, ni en personas especiales. Está en la propia practica, en una misma y en nuestras circunstancias reales y concretas aquí y ahora. En la India o en la Conchinchina.

Pero hay momentos en los que es necesario hacer algo externamente, porque no vemos claro, para luego, en su momento, volver a buscar el Tesoro interior, el único.

Sólo necesito una forma de ser en el mundo que tenga que ver con toda la luz y toda la oscuridad de la existencia. Todo el disfrute de los colores, mientras sólo el blanco más puro de sattva tiña mi mente-corazón.

Todo lo demás, la verdad, me sobra.

Tania Muñoz (Klayana), es profesora de yoga en www.yogawithkalyana.com  En esta, su web, puedes leer su blog con interesantes artículos.

Tania da clases particulares de yoga a domicilio en Alcobendas, La Moraleja y Madrid.