¿Por qué existen estos samskāras en nosotros? ¿De dónde provienen estos automatismos de nuestra mente? ¿Cómo se originan, desarrollan, se afianzan y adueñan de nuestro interior? Comprendido esto… ¿sería posible controlarlos, eliminarlos o sustituirlos para mejorar nuestras vidas? Escribe Ilde Leyda.

Foto de Soly Moses
“Este es un punto crucial para la comprensión de samskāra: una vez grabado y repetido, la mente ya no necesita participar conscientemente para que siga repitiéndose. El automatismo es su marca. Viene. No lo reflexionamos.” (Martyn Neal)
Vencerse a sí mismo, poderío (Lao zi)
“Conocerse a sí mismo, clarividencia.
Vencer a los demás, fortaleza.
Vencerse a sí mismo, poderío.
Saber contentarse, riqueza.”
Vencerse a sí mismo, a los propios samskāras, ir gradual y tenaz y pacientemente reconduciéndolos… Poderío. Es decir, fuerza, una gran fuerza para poder ir llevándolo a cabo y mucha más la que, si lo vamos logrando, se genera ahí, de ello… Expresado así en la sabiduría ancestral de la China, certeramente humana e inmortal del enigmático Lao zi…
Y ahora, miles de años después, el maestro Martyn Neal especifica: “Este es un punto crucial para la comprensión de samskāra: una vez grabado y repetido, la mente ya no necesita participar conscientemente para que siga repitiéndose. El automatismo es su marca. Viene. No lo reflexionamos. Se trata, en el contexto del yoga, de un mecanismo. Este puede tanto atraparnos y llevarnos a comportamientos nocivos, como liberarnos y conducirnos a comportamientos beneficiosos”.
Así que, para ir terminando por ahora este tema interminable, veamos un ejemplo muy actual y muy fácil de entender que todos, en mayor o menor medida, padecemos: los teléfonos móviles.
Claro que, a priori, no tendría por qué haber nada de malo en su uso, sino más bien todo lo contrario: son una herramienta de increíble utilidad, una auténtica maravilla futurista de nuestro siglo XXI, una fábula hecha realidad. Sin embargo, ¿cuántas personas de todas las edades devienen rapidísimamente adictas a ellos? Es decir, que literalmente son dominadas por estos dispositivos…
Obviamente, existe un placer, una gratificación, unos beneficios, al utilizarlos. Además de que, obviamente, hoy en día sería ya del todo imposible vivir sin nuestros móviles. Y es un gusto aparentemente inofensivo… Pero, como no dejan de advertirnos los especialistas, no lo es en absoluto. Prácticamente antes de que la persona llegue a percatarse de ello ya se han creado unos hábitos mentales, unos samskāras, unas férreas estructuras o carriles en el cerebro de infinidad de seres humanos que los vuelven evidentemente dependientes –cuando no literalmente tan adictos como pueda serlo un drogadicto a tal o tal otra sustancia– de esa fantástica tecnología.
La repetición genera el automatismo; todo esto se graba profundamente en la memoria, en nuestros cerebros, y, a partir de ahí, el espacio mental que deberíamos hallar para la reflexión, la calma y el control se vuelve prácticamente nulo. El samskāra salta como un resorte fuera de nuestro control.
El máximo realismo
Claro que el yoga es la búsqueda del máximo realismo y la profundización en él, objetiva, total, pero, igualmente, es de índole radicalmente pragmática, positiva y optimista: la buena noticia es que los condicionamientos negativos, aquellos que tenemos comprobado que son generadores de consecuencias dañinas, tanto para nosotros mismos como para nuestro entorno en muchos sentidos más o menos graves, sí que son reconducibles, modificables y, finalmente –si de forma fehaciente nos lo proponemos y nos ponemos a ello–, podremos llegar a ser capaces incluso de llegar a erradicarlos, con todo lo que eso va a suponer de beneficioso para el conjunto global de nuestras vidas.
Puesto que si tú estás bien, tu mundo, tu vida, marcharán bien, agradable, placentera y felizmente.
Y, por el contrario, si tú te encuentras mal, tu mundo, tu vida, comenzarán a ir mal, pesada, tediosa, lamentablemente.
Y esto, que tan simple –e incluso simplista– parece, es una de las verdades y sabidurías más fundamentales, vitales e intemporales que han existido, existen y existirán… Ni más ni menos.
Así que… ¿Por dónde se empieza?
Por la práctica del yoga, de la meditación.
Así pues, acabaré esta breve incursión en este vasto campo tan decisivo volviendo al principio, volviendo a T. K. V. Desikachar: “Esto es la meditación: darle a la mente su mejor forma posible, la más deseable para nosotros”.
Ilde Leyda es profesor de yoga desde 2003. Fue, durante más de diez años, alumno de Cristina Sáenz de Ynestrillas –alumna de Claude Maréchal y de TKV Desikachar–. Desde 2019 prosigue sus estudios con Martyn Neal, uno de los principales discípulos de Desikachar en Occidente y con quien estuvo estudiando y colaborando durante más de treinta años.Ilde Leyda es el traductor al castellano de «Yoga, Viaje al Corazón» (Chinmayam Ediciones), de T. K. V. Desikachar y Martyn Neal.Puedes contactar con él en ildeyoga@gmail.com o en el 653379095.
