Hoy casi todo ha sido convertido en objeto de consumo, y la espiritualidad no ha escapado a este destino. Desde antiguo, el anhelo humano de conectar con algo superior fue rápidamente instrumentalizado: unos pocos se apropiaron de los rituales y sacrificios, creando una clase social que se beneficiaba económica y simbólicamente de ese poder. Escribe Ana Canelada.
Así nacieron los dogmas: normas sin las cuales no había acceso a la vida espiritual, reservando el “camino” a quienes cumplían o pagaban, surgiendo entonces las religiones. La religión católica, por ejemplo, se ha lucrado durante siglos a través de bulas, indulgencias y otros mecanismos que prometían redención a cambio de dinero. Aún hoy, el lugar donde celebras una boda, un bautizo o una comunión puede depender en gran medida de tu nivel económico.
En el hinduismo antiguo, los sacrificios védicos eran oficiados exclusivamente por brahmanes, y acceder a ellos requería medios. No todos podían pagar por los fuegos sagrados ni por los mantras “correctos”. En ciertas tradiciones budistas tibetanas, la transmisión de enseñanzas esenciales ha estado condicionada a ofrendas económicas sustanciosas. En algunos caminos sufíes, el acceso al maestro o al círculo interior también ha pasado por filtros económicos.
En el judaísmo, históricamente había sacrificios distintos según la capacidad económica del oferente, y aunque esto permitía la inclusión, evidenciaba también una dimensión económica del acto espiritual. En el Islam, aunque la espiritualidad no puede comprarse, prácticas como la zakat (limosna obligatoria) y la sadaqa (donación voluntaria) están institucionalizadas y, a veces, socialmente interpretadas como parte del proceso de expiación o bendición. En ciertos contextos culturales, las peregrinaciones pueden convertirse en actos asociados al estatus económico, cuando en realidad deberían ser actos de humildad.
Pero lo más profundo de la espiritualidad no se compra ni se vende. No necesita permisos, ni rituales aprobados, ni decorados sagrados. Quien vive su espiritualidad de verdad, sabe que no requiere nada. Nadie puede detener a un corazón que vibra. Los grandes místicos nunca pidieron permiso para amar a Dios, vislumbrar la grandeza del Universo o conectarse plenamente a la Naturaleza, llámalo como quieras. Solo silencio, presencia y fuego interno.
Quien lo tiene claro, no duda. Quien ha tocado lo sagrado en la intimidad, no se pierde.
Experiencias premium
Hoy, esa espiritualidad se disfraza también de experiencias premium: retiros, viajes, clases y prácticas que comercializan el descanso y el bienestar como si fueran sinónimos de despertar interior.
Pero no confundamos descanso con despertar espiritual. No confundamos industria con camino. No todo lo que lleva incienso es sagrado.
Hay que saber diferenciar entre la industria del bienestar, las experiencias relacionadas con tu Camino y la verdadera espiritualidad. Quien ha comprendido esto, no se confunde y puede disfrutar también en la industria y en lo que participe. El problema no es que haya propuestas lujosas (o menos lujosas), el problema es el engaño y la ignorancia: hacer creer que solo ahí, en lo costoso, en lo consumible, está lo transformador.
Lo transformador es lo que haces en tu día a día, en el salón de tu casa y con los que te rodean. Que tengas acceso y puedas disfrutar de unas vacaciones conscientes rodeado de personas con la misma visión del mundo que tú es genial, pero ten claro que para “elevarte” no es necesario el consumo. Como siempre, claridad en lo que haces y porqué lo haces.
Una actividad popular o de moda en la industria del bienestar (de la que en realidad el yoga en su aspecto tradicional no forma parte) no significa nada. Beber té matcha en la otra punta del mundo no te acerca ni un centímetro más al yoga, ni a lo sagrado.
No, no pasa nada por ir a un retiro, hacer un viaje o regalarte una experiencia. Todos necesitamos descanso, silencio, inspiración. Pero es importante recordar que la verdadera espiritualidad no depende de tu economía, ni se mide por los lugares que visitas ni por los rituales que puedes permitirte. Lo único que necesitas es el deseo profundo de acercarte a lo sagrado, con honestidad, con claridad, con coherencia.
Porque cuando el anhelo es sincero, el camino se abre. Siempre.
Ana Canelada. Clases de ásana, meditación y filosofía del yoga. Madrid y online
www.anacanelada.com
@anacaneladayoga