Fue un chico rebelde y desorientado en su juventud, hasta que apareció el yoga y cambió su vida. Hoy Pedro Arce es un profesor, muy seguido en redes, con ideas propias y audaces sobre el yoga y cómo enseñarlo. Con él hemos hablado de la delicada (y arriesgada) relación del profesor de yoga con sus alumnas/os, de los abusos, de cómo ayudar a los demás sin generar dependencias… y de otros temas que suelen ser controvertidos. Es una entrevista YogaenRed.

Director desde 2013 de AIYA, Instituto de Yoga y Ayurveda en Madrid, de Pedro Arce nos atrajo su mente abierta de yogui actual, ese que sabe sostener una postura heterodoxa, incómoda a veces, en su camino de búsqueda incesante de la verdad que se oculta tras tantas capas de estereotipos y ornamentos con las que se reviste al yoga hoy día.
Quizás fuera esa frase que soltó en su Instagram la que nos sedujo: “En el yoga real todo funciona al revés de como piensas”. Entonces supimos que teníamos que conocer más sobre él y su forma de concebir el yoga.
El caso es que llegamos a su escuela y ya la charla fue fácil y fluida… Enseguida nos entraron ganas de trasladarle nuestras inquietudes. Una de ellas, la importancia, en estos momentos, de que el yoga se oriente más al karma yoga…
Pregunta: No acabamos de entender que el yoga se queda en el ámbito de lo privado, con toda la conciencia social que se necesita en el mundo actual. ¿Es que es más fácil centrarse en lo interno, en uno mismo, que comprometer esa energía en el servicio a los demás?
Pedro Arce: Sí, es muy interesante investigar qué significa realmente “karma yoga”, que implica acción pero con consciencia. La acción debe estar precedida por una intención clara, por un discernimiento profundo que nos mueva. Por sí sola puede tener valor, pero lo que realmente tiene importancia es el lugar desde donde se actúa. No es lo mismo hacer algo con el objetivo de ayudar, que hacerlo para obtener un reconocimiento o para satisfacer nuestro ego.
Yo puedo hacer algo que desde parezca un acto positivo, pero si mi motivación es simplemente que me valoren, que me vean como una buena persona, entonces la acción pierde todo su sentido profundo. En los textos clásicos del yoga, como la Bhagavad Gita, se habla de que el Karma yoga se alcanza en el momento en el que el practicante llega a un grado de discernimiento en el que recupera la libertad de actuar sin que el ego interfiera.
Karma yoga es la médula del yoga y quizás una de sus prácticas más avanzadas. La clave es parar y reflexionar antes de ir a la batalla; luego se va y se muere si hace falta… pero conscientes del porqué.
Y luego, ¿qué es ayudar?, ¿comprendo en profundidad lo que realmente ayuda a otra persona? Me lo pregunto para saber si he de dar un paso adelante o quedarme quieto. Porque lo que creemos que ayuda, a veces priva a otra persona de la oportunidad de madurar y de asumir sus propias responsabilidades… Es una línea muy fina.
P: A veces no tan fina. ¿no?
P. A.: ¿Estás pensando en ese karma yoga que hacían antes en las escuelas de yoga, que te daban una escoba para que te pusieras a barrer y así ahorrarse la limpieza? No, eso es un abuso hacia personas vulnerables desde una situación de poder.
En el yoga, con toda su sabiduría, nos dicen que es importante la autorreflexión, la autoindagación, la meditación, para que, una vez que tengo bien definido el porqué hago las y cosas y desde dónde, ya sin miedo, hacerlas. Y ahí ya no me voy a equivocar, porque el ego está mucho más reducido y no voy a buscar ponerme medallas.
P: ¿No crees que hay que dejar que se exprese el impulso de amor y empatía que habita en nosotros, sin pensarlo demasiado?
P. A.: El impulso de amar y ayudar al otro es natural, sí, pero muchas veces confundimos el amor con la sobreprotección. Todos los padres y madres tenemos pavor de ver sufrir a nuestros hijos, ¿verdad? Pero ¿cuántas veces como padre he privado a mi hijo de la oportunidad de crecer y de desarrollar sus propias capacidades por no pasar yo el mal trago de verle sufrir? A veces amar es dejar que el hijo aprenda las lecciones que encierran las consecuencias de sus actos. No se trata de exponerle a un peligro que no pueda manejar, pero sí de darle la oportunidad de enfrentar gradualmente situaciones que le ayuden a crecer. Porque luego en la vida y en la sociedad no va a tener el paraguas de protección de sus padres.
Amor, sí, pero adulto, maduro, no amor infantil. Yo te enseño a pescar, pero tú pescas. Hay que ayudar al que necesita ayuda, pero no al que te está chantajeando porque pretende que hagas el trabajo por él. Así se crean las dependencias, una de las raíces del sufrimiento, y la derivada de los abusos. La ayuda real es cuando el otro puede tomar su propia responsabilidad y crecer a partir de su propia experiencia.
P: Hablando de dependencia, tú también has denunciado en tus redes sociales y en un artículo para YogaenRed que el abusado tiene una parte de responsabilidad en la dinámica, aunque por supuesto el abusador es el principal responsable.
P. A.: Sí, es un tema complicado y controvertido. El abusador tiene una enorme responsabilidad, pero también creo que el abusado, en cierto modo, tiene que asumir su parte y buscar ayuda profesional. No estoy culpando a la víctima, pero cuando la persona repite reiteradamente patrones de sometimiento, quizás haya algo en ella que esté buscando esas relaciones disfuncionales o tóxicas. No de manera consciente, claro, pero sí puede haber algo en su historia o en su comportamiento que la lleve a involucrarse con ese tipo de personas, y los abusadores lo detectan enseguida.
Puede ser un proceso difícil, pero el yoga nos ayuda a darnos cuenta de cuándo estamos repitiendo los mismos errores una y otra vez, y nos da las herramientas para romper ese ciclo.
P: ¿Cuáles serían los abusos más frecuentes que tú has vivido en el yoga y que se pueden observar? Se habla mucho de los sexuales, pero hay otro tipo de abusos que tienen que ver más con la manipulación, con los condicionamientos, con el querer ahormarnos de una determinada manera. ¿Tu experiencia va por ahí?
P. A.: Sí, son abusos de poder y psicológicos. Mi experiencia personal fue con un maestro, un profesor con el que tenía una práctica muy profunda, sobre todo a nivel de meditación. Hubo un momento, por circunstancias que ahora veo con perspectiva, en que casi me impuso tomar una decisión muy importante en mi vida. En ese momento no lo entendí, pero sentí algo muy extraño, como un estremecimiento en mi cuerpo, una sensación que me recorrió la espalda. Me hizo recordar lo que sientes cuando siendo niño te reprenden violentamente y te quedas como asustado…
P: ¿Cómo te diste cuenta de que estabas siendo víctima de un abuso?
P. A.: He tenido la suerte de contar con maestros que me trataban de una forma totalmente diferente. Al contrastar esas dos experiencias, descubrí que era un abuso. A lo largo de los días, cuando empecé a reflexionar sobre esa decisón y sus consecuencias, me di cuenta de que esa persona había abusado de su poder, forzándome de alguna manera a tomar una decisión que no quería ni comprendía.
Lo dramático de esto es que a veces no somos conscientes de que estamos siendo abusados porque se reproducen dinámicas que hemos vivido muchas veces antes, desde la infancia, y además a través de la gente que más queremos y que tenemos de referencia, padres, tíos, profesores, quienes sean.
Otro tipo de abuso que he sufrido es el contrario: cuando las personas te quieren poner en sitios que no deseas ni te corresponden.
P: Sí, esa especie de adoración al gurú o de admiración incondicional al maestro, tan frecuente en las salas de yoga. ¿Cómo lo has vivido tú?
P. A.: Siempre se habla de las personas que ejercen su poder a través de un tipo de autoridad o de dominación sexual. Pero se habla muy poco de esa relación entre un profesor y alumnos que empiezan a idealizarte y a tratarte como lo que no eres, y proyectan sobre ti sus frustraciones y esperanzas. Al principio puede ser tentador para ti como profesor, porque ese reconocimiento te hace sentir un gran maestro. Entonces lo puedes aceptar y pensar que lo eres… o sutilmente rechazarlo.
Siempre me he encontrado con que tomar una responsabilidad que no deseas al final tiene un precio. Si aceptas hacerte responsable de las expectativas de los demás, te estás metiendo en un terreno peligroso, porque pueden delegar su responsabilidad en ti y, cuando se decepcionen, te van a culpar de ello.
P: ¿Un profesor de yoga tiene derecho a corregir fallos de la personalidad o las actuaciones privadas del alumno? ¿Hasta qué punto? ¿Cuál es la línea roja entre el consejo de buena fe y la manipulación psicológica?
P. A.: La manipulación psicológica empieza en la medida que no permitimos que el alumno tome responsabilidad respecto a aquello que le corresponde. Creo que ahí está la línea roja. Pero te voy a hacer la pregunta al revés: ¿es normal que un alumno entronice a su profesor de yoga? No, no lo es. Puedes admirar a una persona porque tenga capacidades adquiridas a lo largo del tiempo en su práctica (o incluso poderes, si nos atenemos a los Yogasutras). Pero en el momento en que dejes de verlo como un ser humano, estás creando un desequilibrio en la relación.
En yoga, como en la vida, la humildad y el respeto por la humanidad de la otra persona son esenciales. Si un maestro se ve como un ser humano con virtudes y defectos, es mucho más fácil mantener una relación de enseñanza genuina y sana.
P: ¿Cómo diferenciar una sugerencia de una intromisión abusiva?
P. A.: Imagínate que fueras a subir una montaña. Un guía te puede recomendar el camino, te muestra las rutas y te ofrece las herramientas necesarias, pero la decisión de subir la montaña por un lado o por otro es tuya. El profesor debe ser como ese guía de montaña; desde su experiencia de lo que él ha vivido en su práctica, puede recomendarte ir mejor por un lado que por otro, pero tú decides. Si no, ya no hay libertad, ya no hay maduración.
P: Hemos escuchado a algún profesor de yoga regañar a los alumnos como a colegiales. ¿Esa falta de respeto hacia el adulto no es una forma de abuso?
P. A.: Si el maestro impone, regaña o intenta controlar las decisiones del alumno, ya no está ofreciendo un camino libre, sino que está manipulando. La libertad de decisión es lo que hace que la relación de maestro y alumno sea verdadera y sana. Porque nosotros, como adultos que somos, necesitamos, y más en el proceso espiritual, testar, probar y darnos cuenta. Y nos damos cuenta a través de la exploración, que es como nos llegamos a conocer a nosotros mismos.
La figura de autoridad hay que mantenerla, yo creo, con amor, con honestidad y con dignidad, porque todo profesor de yoga se puede sentir un poco tentado de ponerse por encima de sus propios conocimientos, por encima de los alumnos. Pero lo que debe hacer si no sabe cómo llegar a un determinado punto de la montaña es reconocerlo: “Yo no he subido ahí, lo siento, no te puedo ayudar”. Es importante conocerse a uno mismo como profesor.
P: Muy de acuerdo. Es honesto y sano reconocer que se sabe todo ni se está obligado a tener respuesta a todo…
P: A.: Sí, conocer mis límites y a dónde he llegado en mis experiencias. En el caso de un escalador debe preguntarse: ¿conozco esta ruta o me la estoy inventando? La montaña es algo sagrado; lo que yo transmita sobre cómo subir a la cima son mis propuestas, pero dejo que las personas decidan en libertad sin provocar reacciones ni de rebeldía ni de sumisión.
P: Y ya para terminar, ¿cómo ves el estado actual del yoga? ¿Qué le da profundidad a la práctica, en tu opinión?
P. A.: La experiencia personal, la transformación, la vivencia. Si solo se trata de hacer posturas o seguir principios biomecánicos, entonces se queda en algo superficial. ¿No ofrece el yoga nada más que eso? Yo creo que no. Si a través de la práctica de yoga llego a una transformación real, a vivir de una manera los principios del yoga que hagan que mi vida sea mucho más fértil, más tranquila, más amorosa, eso es lo que voy a poder transmitir.
Pedro Arce estará dando un taller en el Festival de Yoga del Noroeste, el 9 de noviembre, de 18:30 a 19:45: «El vínculo en el yoga a través de la fascia».
Y un curso en su 2ª edición: “Laboratorio de meditación”. Un estudio vivencial de la somática del proceso meditativo. Comienzo 8 de enero hasta 28 mayo, tres jueves al mes en el AIYA Instituto de Yoga y Ayurveda. Más info en IG: @pedro_arce_yoga y https://aiyayurveda.com/
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