Nos han engañado con el mito del multitasking. Así lo creo y así lo hablo con muchas personas. Nos han engañado con la continua productividad y la capacidad de hacerlo todo a la vez. ¿Quiénes? Nadie en particular, el sistema, todos y ninguno. Tanto haces, tanto tienes; tanto tienes, tanto vales. Pero no es verdad. Escribe Ana Canelada.

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Y a la vista está el agotamiento de esta sociedad. El agotamiento y cansancio de tener que hacerlo todo, todo solos y todo a la misma vez.
En nuestra cultura, el multitasking (multitarea) se ha convertido en un demonio moderno. Nos hace creer que podemos y debemos hacer de todo y todo al mismo tiempo, como si tuviéramos ocho brazos. Pero esa idealización nos roba la paz, nos dispersa y nos deja una sensación de que nada está hecho del todo bien, culpa y estrés.
Yoga nos invita a reflexionar sobre estas cuestiones, aceptando que simplemente somos humanos, que para dedicarnos a algo hay que soltar otra cosa y que lo importante es focalizar nuestra energía y elegir nuestras prioridades, saber elegir: discernimiento. Ser plenamente conscientes de dónde y para qué utilizamos nuestros recursos. Yoga nos ayuda en el camino a descubrir que nuestra verdadera fuerza está en estar plenamente presentes en cada tarea, elegir la acción justa y actuar con calma y conciencia.
Durga, fuerza interior que no se dispersa
Me llega a la mente una de las principales diosas del hinduismo, Durga, cuya imagen más conocida es la de una mujer poderosa, serena, montada en un león y con múltiples brazos (habitualmente ocho o diez) cada uno portando un arma que le entregaron los dioses
A primera vista, esa representación puede parecernos un reflejo perfecto de la maternidad: una mujer que, día tras día, parece multiplicar sus manos para sostener la casa, el trabajo, los hijos, las emociones y todo lo que se cruza en el camino. Pero Durga, a pesar de tener ocho brazos, no los usa para hacer mil cosas a la vez, sino como símbolo de la energía divina que actúa en todas direcciones para restaurar el equilibrio.
Durga representa una fuerza interior que no se dispersa, que está integrada, que permanece centrada y equilibrada; una diosa que monta un león como imagen del “control” en lo salvaje y la fuerza natural; como una madre (o padre) que atraviesa tensiones varias a lo largo del día, prisa, rabia, frustración y lo transforma en energía al servicio del cuidado o de lo más importante en cada momento.
Durga con rostro sereno, es una representación de que ante miles de pequeñas (o grandes) incomodidades y dificultades, la calma y la serenidad son contagiosas en los que nos rodean.
Durga con sus armas y su destrucción, restaura el orden, protege la vida y el Dharma; como una madre (o padre) hace al poner límites, proteger, alimentar, enseñar y amar de manera incondicional.
En Durga conviven la ternura y la firmeza, la compasión y la fuerza. Pero desde el foco, desde el centro y la no dispersión, evitando así el agotamiento, el estrés y el cansancio.
La victoria de la calma
Durga no es multitasking. El verdadero poder de Durga no está en su número de brazos, sino en su capacidad de elegir la batalla justa y librarla con calma. Ese es también el poder de una madre (o padre): no en la cantidad de tareas que logra abarcar, sino en la calidad de su presencia en cada una de ellas.
Quizás el mayor regalo de Durga no sea la imagen de su poder exterior, sino la enseñanza silenciosa de su rostro sereno; el recuerdo de que la calma (que no es sinónimo de pasividad ni de inacción) también es una forma de victoria.
No necesitamos ocho brazos para ser poderos@s; la verdadera fuerza está en la presencia, discernimiento y amor con que realizamos cada acción.
Ana Canelada. Educadora de Yoga y divulgadora de su tradición filosófica.
www.anacanelada.com
@anacaneladayoga
