Yoga para colectivos vulnerables

2025-05-29

En lugares donde la vida duele física y emocionalmente, donde la infancia ha sido arrebatada por la pobreza, la guerra o la enfermedad, y donde el silencio no es sinónimo de paz interior sino expresión de trauma no verbalizado, los yogas clásicos se han convertido en una medicina integral para el cuerpo, la mente y el alma. Esta es la premisa que guía el trabajo de la  Fundación Yoga Pura Vida. Escribe Sn. Dharmajyoti 

Yoga Pura Vida

En un mundo convulsionado y dividido por la desigualdad, los conflictos y la marginación, el yoga milenario y sus diversas herramientas se han abierto paso más allá de los centros urbanos, los estudios especializados en diferentes estilos de yoga moderno, las esterillas pro y las ropas de diseño realizadas con tejidos técnicos transpirables y de compresión.

En lugares donde la vida duele física y emocionalmente, donde la infancia ha sido arrebatada por la pobreza, la guerra o la enfermedad, y donde el silencio no es sinónimo de paz interior, sino expresión de trauma no verbalizado, los yogas clásicos se han convertido en una medicina integral para el cuerpo, la mente y el alma. Esta es la premisa que guía el trabajo de la  Fundación Yoga Pura Vida, una organización sin ánimo de lucro que desde hace más de una década ha llevado las prácticas y la filosofía yóguica a personas y comunidades profundamente heridas por las circunstancias.

La Fundación Yoga Pura Vida nació del profundo deseo de poner el yoga ancestral al servicio de la humanidad. Este, creemos, es su propósito esencial, no tanto la iluminación o la autorrealización, objetivos a los que solo unos pocos acceden, sino el alivio del sufrimiento humano. Desde nuestra creación, hemos trabajado con la intención de convertir el yoga en una herramienta real de transformación y sanación, accesible a quienes más lo necesitan, especialmente en contextos de alta vulnerabilidad y exclusión.

Unidad coherente de sus múltiples caminos

Para transmitir esta sabiduría milenaria, no nos hemos limitado a enseñar hatha yoga. Nuestra labor integra diversas técnicas y prácticas de algunos de los diferentes senderos del yoga milenario, así como los principios filosóficos provenientes del Tantra, el Vedanta y el Samkhya, las corrientes que conforman la base de los yogas clásicos. Estas enseñanzas no solo buscan fortalecer el cuerpo o calmar la mente, sino ofrecer un marco profundo para comprender y transformar la experiencia humana en todas las etapas de la vida y en cualquier circunstancia.

Las escrituras antiguas contienen conocimientos destinados a restablecer el equilibrio mental, emocional y espiritual de personas y comunidades, independientemente de su cultura, creencia o lugar de origen. Cuando este conocimiento se ha integrado a través de años de estudio y práctica, y se transmite con responsabilidad y experiencia, no hay necesidad de fragmentar el yoga ni de comercializarlo bajo etiquetas para llegar a los colectivos más vulnerables, como se está haciendo en occidente.

El yoga es una tradición tan vasta y profunda que sigue dando lugar a nuevas formas y enfoques. En la actualidad, proliferan distintos “tipos de yoga” orientados a fines específicos: yoga para el trauma, para el cáncer, para la inclusión social, entre otros. Si bien muchos de estos enfoques parten de buenas intenciones, a menudo responden más a intereses personales o comerciales que a una comprensión integral del yoga.

Desde nuestra perspectiva, esta tendencia refleja una visión reduccionista, característica del pensamiento occidental, que tiende a fragmentar y clasificar lo poco que alcanza a comprender, en lugar de integrar el legado yóguico en su totalidad. El yoga auténtico no necesita ser dividido en múltiples categorías; su poder transformador reside precisamente en la unidad coherente de sus múltiples caminos.

Sin duda, sería muy valioso que los profesores de yoga clásico o tradicional conocieran qué técnicas pueden adaptarse a personas con distintas condiciones físicas o psicológicas, de modo que el yoga pueda integrarse como un apoyo complementario dentro de procesos terapéuticos. Sin embargo, al trabajar con grupos en situación de alta vulnerabilidad, es fundamental mantener la coherencia y actuar con responsabilidad. No basta con tener buenas intenciones, más allá de una formación específica es necesario experiencia práctica, ya que una técnica mal aplicada, aunque útil en muchos casos, podría reactivar un trauma o agravar un cuadro depresivo. En otras palabras, es muy positivo acompañar individualmente a personas que se conocen bien, pero resulta arriesgado pensar que tras un curso de 200 horas o un taller breve, se está preparado para intervenir con colectivos vulnerables sin correr el riesgo de causar daño a algún participante en una sesión.

Yoga con evidencia científica

En las últimas décadas, numerosos estudios llevados a cabo en universidades de prestigio como Harvard, Stanford, Oxford y muchas otras, han demostrado que las posturas clásicas del yoga, cuando se practican con atención consciente y no como una mera búsqueda de flexibilidad y rendimiento físico, tienen un impacto profundo en el bienestar psicológico, especialmente en personas en situaciones de alta vulnerabilidad.

Las asanas que invitan a la introspección, el enraizamiento o la expansión de la consciencia, como Tadasana, Shashankasana o Viparita Karani entre muchas otras, generan una activación positiva del sistema nervioso parasimpático. Esto facilita estados de calma, percepción corporal precisa y una mayor regulación emocional, beneficios esenciales para personas que han sufrido trauma, violencia o exclusión social. A diferencia del ejercicio físico convencional, estas posturas no solo trabajan el cuerpo, sino que restauran la relación con él, especialmente en quienes lo han vivido como un territorio herido o amenazado.

Por otro lado, las técnicas de pranayama, como Nadi Shodhana, o la respiración diafragmática profunda, han sido objeto de múltiples investigaciones neurocientíficas. Estudios del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Nueva York y de la Universidad de Wisconsin-Madison han mostrado que estas prácticas reducen significativamente los niveles de cortisol, la hormona que se libera en situaciones de estrés, y mejoran la conectividad entre el córtex prefrontal y la amígdala, regiones clave en la gestión del estrés y el procesamiento emocional. Para personas que viven en contextos de pobreza, enfermedad crónica o violencia, el pranayama no solo mejora funciones fisiológicas como la presión arterial o la oxigenación cerebral, sino que fortalece la capacidad de autorregulación emocional y el sentido de control sobre la propia vida.

Además, los principios éticos del yoga como la compasión (karuna), la amabilidad (maitri) o el autocuidado (ahimsa hacia uno mismo) no son simples ideales filosóficos, sino herramientas de resiliencia emocional cuya eficacia ha sido validada por estudios en psicología positiva y neurobiología del trauma. Investigaciones de la Universidad de Emory, en colaboración con el Center for Compassion and Altruism Research de Stanford, han demostrado que la práctica regular de la compasión y la meditación enfocada en la bondad incrementa la actividad en áreas cerebrales asociadas con la empatía, el bienestar subjetivo y la regulación del miedo. En personas con historias de exclusión o violencia, cultivar estos valores, así como muchos otros a través de la filosofía yóguica favorece una reconfiguración del autoconcepto, fomenta vínculos más sanos con los demás y les ofrece un ancla interior desde la cual reconstruir su identidad con dignidad y fortaleza.

Como mencioné antes, transmitir estas prácticas a grupos en situación de vulnerabilidad no puede hacerse de forma segura y eficaz solo por participar en cursos fragmentados de yoga. Se requiere un camino profundo y continuo de estudio, práctica y experiencia, sostenido por un compromiso genuino y un espíritu de servicio. En este proceso, el yoga deja de ser una profesión o un pasatiempo para volver a sus raíces, donde aliviar el sufrimiento humano se convierte en el propósito central. Por eso sería muy positivo que los profesores de yoga conocieran más en profundidad los yogas clásicos y sus diversas herramientas, así podrían compartirlas con sus alumnos y conocidos. Con el tiempo, y a medida que creciera su experiencia, estarían mejor preparados para acompañar a más personas de manera responsable y transformadora.

Presencia compasiva y transformación en contextos de vulnerabilidad

Uno de los pilares fundamentales tanto del yoga como de nuestra Fundación es el respeto absoluto por la dignidad de cada ser humano. En cada uno de nuestros proyectos, el objetivo no es “salvar” a nadie ni imponer soluciones externas, sino crear un espacio seguro de autodescubrimiento y empoderamiento, donde cada persona pueda, a su propio ritmo, recuperar la autoestima y la confianza en sí misma. Lo hacemos a través de prácticas muy simples que favorecen el contacto consciente con el cuerpo, la respiración, el silencio interior y la reflexión, sin exigencias ni juicios, sino con amabilidad y presencia.

Actualmente, la labor de la Fundación Yoga Pura Vida tiene presencia activa en varios países africanos, donde los instructores que hemos formado acompañan a grupos en situación de alta vulnerabilidad. Trabajando por ejemplo con niños y niñas que viven en calles, menores huérfanos o en tratamiento oncológico, así como con personas mayores que han sobrevivido al genocidio de Ruanda. A través de prácticas tradicionales y adaptadas, estas personas encuentran un espacio donde sus cuerpos y sus mentes pueden relajarse, donde pueden expresarse incluso cuando las palabras aún no alcanzan para describir lo vivido y no olvidado. Los cambios son palpables, mejora la calidad del sueño, disminuye el estrés y aparece una nueva forma de habitar el cuerpo, incluso en medio de condiciones muy adversas. Se trata, en definitiva, de ofrecer herramientas sencillas pero profundas que devuelven a cada individuo la posibilidad de sentirse vivo, digno y en paz.

Espiritualidad práctica y comprometida

Una de las estrategias sostenibles de la Fundación en África es formar a líderes locales con principios filosóficos universales y técnicas yóguicas para realizar un labor transformadora dentro de sus propias comunidades. En lugar de imponer modelos externos, se adaptan las enseñanzas a las realidades culturales, espirituales y lingüísticas de cada región. Esto ha permitido que comunidades urbanas y rurales en África cuentan hoy con instructores formados que replican el conocimiento con autenticidad y cercanía.

En Yoga Pura Vida, creemos profundamente que la espiritualidad no es un ideal abstracto, sino una fuerza viva que se manifiesta con la transmisión de los yogas ancestrales, así como con el cuidado, el acompañamiento y la escucha activa. Con este concepto estamos realizando proyectos en Madrid que impactan en el bienestar tanto de jóvenes como de adultos mayores institucionalizados. El yoga se convierte aquí en una práctica de humanidad, una manera de “estar con” el otro en su dolor, sin juicio, sin prisa, sin recetas mágicas.

Si te consideras un yogui o una yoguini, recuerda que la sabiduría yóguica no termina ni empieza en la esterilla. Que las asanas son muy importantes, pero son puertas de salida y no destinos donde termina el viaje. Que la verdadera transformación ocurre cuando el bienestar personal se expande en forma de compromiso colectivo. Y sin tu esfuerzo desinteresado por aliviar el sufrimiento ajeno, tu camino yóguico no te llevará muy lejos.

A todas las personas, organizaciones, centros de yoga y practicantes que desean apoyar, colaborar o conocer más a fondo la labor de nuestra fundación, la invitación está abierta. Porque en tiempos de crisis, el yoga puede ser más que una práctica o un negocio, puede ser un acto de amor, una revolución silenciosa y una medicina para el alma.

www.yogapuravida.org / info@yogapuravida.org

Dharmajyoti (Marcelo Vega Gómez), presidente y fundador de Yoga Pura Vida, es instructor de yoga clásico con más de 23 años de experiencia, iniciado por Paramahamsa Swami Niranjanananda Saraswati. Ha liderado más de 20 proyectos de cooperación internacional en África durante los últimos 12 años, llevando el yoga clásico a seis países y formando a más de 80 instructores africanos. Su trabajo se centra en promover la sanación, el crecimiento personal, la compasión y el bienestar en comunidades desfavorecidas, contribuyendo al alivio de traumas, el fortalecimiento de la salud física y mental, y el desarrollo de relaciones más conscientes con el entorno. Convencido de que los valores yóguicos son esenciales para una sociedad más armoniosa, dedica su labor a compartir estas enseñanzas para inspirar un cambio positivo en la humanidad.