Profundizar en el yoga

2023-09-14

 Los profesores compartimos con nuestros alumnos la experiencia de alineaciones del cuerpo y la mente que nos hacen sentir más libres. Cuando los practicantes se han familiarizado con el ritual de las clases y han encontrado su propia conexión con la disciplina, lo normal es que quieran saber más. Escribe José Manuel Vázquez Díez.

Las clases de yoga son un viaje, con un principio y un final. Desde los pies hasta la cabeza, a lo largo de toda la columna, de arriba abajo y vuelta a empezar, varias veces. Al terminar descansamos, nos tumbamos, observamos los efectos de la práctica y dejamos que se integren sus resultados. Este ritual se repite hasta que surge esa conexión personal de alumno con el yoga que le anima a querer saber más.

Es habitual apuntarse a una formación no sólo para ser profesores, sino también para entender cómo y porqué funciona el yoga. Cuando el viaje se realiza a lo largo de un ciclo formativo, la persona suele salir transformada y su práctica también. Es un reto sentir que la respiración se conecta con la acción de los pies y se expande hasta la cúpula del cráneo. Cuando se produce el intercambio sanador sucede el milagro del yoga. Los cuerpos se mueven con un esfuerzo placentero, las mentes dibujan el movimiento en el espacio y la persona reconoce su presencia desde el interior. Casi todos los que practicamos yoga hemos tenido experiencias similares.

El yoga como terapia

Los valores terapéuticos de una clase de yoga deberían ser obvios. Es raro que no salgamos mejor de lo que entramos en una sesión. Practicar individualmente con un profesor nos permite explorar otras formas de movernos, de sentir, de ser, de respirar. Se aprende a activar y a relajar de forma coordinada áreas del cuerpo con las que no solemos contar. Pueden aparecen resistencias, es normal, pero también acciones liberadoras. Soltar los esquemas posturales de tensión que desajustan el conjunto es profundamente terapéutico. Encontrar formas más orgánicas y placenteras de entrar y salir de los ejercicios puede ser revelador. Cada cuerpo es único y necesita moverse a su manera para preservar la salud. El yoga tiene herramientas maravillosas que son fundamentales para la introspección y el des-condicionamiento consciente. No cabe duda de que practicar yoga puede ser terapéutico y sanador.

En alguna ocasión me han preguntado si el yoga puede sustituir a una psicoterapia o a un tratamiento psicológico clínico y mi respuesta generalmente ha sido que no; aunque siempre hay excepciones. Según lo que yo entiendo, en una psicoterapia o en una terapia clínica las herramientas son otras. El aprendizaje suele centrarse en el manejo y la exploración de los contenidos conflictivos de la psique y la conducta. Si se requiere medicación se necesita un médico, protocolos de intervención específicos y conocimientos muy concretos. Es importante trabajar con el profesional adecuado. En la mayoría de los casos el yoga puede complementar y potenciar las estrategias del profesional de la salud. El yoga no sólo no es incompatible, sino que habitualmente potencia el restablecimiento de la salud y suele ser recomendado. Sus técnicas pueden ser incorporadas con buenos resultados al proceso de autoconocimiento que todo desequilibrio conlleva.

De la misma forma que un profesor de Kundalini no es igual que otro de power vinyasa yoga o de ying yoga, un psicoanalista no es lo mismo que un psicólogo clínico o un psicoterapeuta cognitivo conductual. Pasa lo mismo con los fisios, los osteópatas y los quiroprácticos o con los meditadores yoguis, de vipassana o zen. Sucede que, al común de los mortales, en nuestra ignorancia, nos parece que todos hacen lo mismo, pero no.

Creo que es nuestra responsabilidad informarnos y buscar al profesional adecuado. Pero eso requiere de tiempo y de un compromiso claro con nuestra salud, ambos escasos en los tiempos que corren. A veces no nos damos cuenta de lo importante que es esto.

Algo más que un recurso terapéutico

Decimos que algo es terapéutico cuando nos aporta bienestar y previene o trata el desequilibrio, la patología o la lesión. Una terapia, física o mental, sirve para recuperar una funcionalidad perdida. Las técnicas del yoga, personalizadas y aplicadas con criterio, además de ser terapéuticas, nos invitan a tomar conciencia de cómo la limitación percibida nos habla sobre nosotros y nuestras circunstancias. El yoga, como disciplina psicofísica, se inicia con la escucha atenta y “compasiva” del cuerpo, la mente y de la relación bidireccional que se establece entre ellas. El yoga le añade una dimensión reflexiva, responsable y posiblemente liberadora sobre cómo nos relacionamos con nosotros y con la vida. Desde una metodología orgánica no es posible estandarizar o mecanizar sus aplicaciones, pero se pueden establecer protocolos de referencia y contraindicaciones. Siempre es el cuerpo con sus sensaciones, la mente con sus contenidos, junto a las emociones y los sentimientos relacionados los que guían cada movimiento terapéutico.

En yoga sentimos que formamos parte de un todo que respira y se interconecta. No es una idea, es una experiencia subjetiva que trasciende la idea de identidad aislada. No somos islas, somos la parte visible de una tierra profunda que no alcanzamos a ver. Somos hijos de nuestra cultura, de nuestro tiempo y sus circunstancias; de nuestros éxitos y fracasos, de nuestras fobias y filias. Aprendemos a diferenciar lo que nos hace bien de lo que no, a gestionar nuestra herencia y nuestra forma de ser aprendida. Tratamos de estar atentos a cómo nos sentimos y de qué manera las emociones dirigen y reducen nuestra atención. Hay espacio para este diálogo interior en el yoga. Hay también algo curativo y liberador cuando se nos revelan significados nuevos de las cosas de siempre y cuando somos capaces de valorar nuestras experiencias.

El yoga tiene sus propias referencias de salud; una salud integral que se inicia con la puesta en marcha de la ética de yoga. El principio de no violencia legitima nuestro saber intuitivo y a la vez nos sugiere dejar en paz a los demás; nos hace diferenciar lo propio de lo ajeno para valorar lo propio y abstenernos de lo ajeno. Nos reta a regular nuestros niveles de excitación nerviosa sin dañarnos ni dañar al otro. Volver a lo esencial nos ordena y modera; valorar nuestros recursos nos permite volar lejos de forma particular. Aceptarnos y aceptar las cosas como son también es un buen punto de partida para el cambio. Si la vida nos dio la oportunidad de nacer, por qué desperdiciar la oportunidad. Dignificar nuestra presencia, nuestra existencia a través de cada gesto respiratorio, de cada acción muscular, de cada imagen que se proyecta mentalmente también es salud. La senda del yoga es infinita, variada y única para cada persona. No dejemos de profundizar en ella.

José Manuel Vázquez empieza su actividad docente en 1992. Preside la Asociación Shiva-Shakti de Yoga Integral (2001-2019). Experto universitario en yoga terapéutico por el C.E.U. y la European Yoga Alliance. Experto en inteligencia Emocional por la UNIR. Formador de profesores certificado por la American Yoga Alliance. Desde 2001 dirige su escuela de yoga, Yoga Orgánico, donde investiga una enseñanza integral y orgánica del yoga. Desde el 2010 dirige una formación basada en estos principios. Es autor de Los valores terapéuticos del yoga (2012), Manual de yoga para occidentales (2017) y Yoga Orgánico (2023) (los tres en Alianza Editorial).

Las formaciones de Yoga Orgánico certificadas por Yoga Alliance comienzan en octubre.
Grupos reducidos orientados a profundizar en los fundamentos y los aspectos terapéuticos del Yoga integral.