Ustrasana, la polémica postura de la muerte

2021-10-05

Cuando opinamos sobre una disciplina práctica, especialmente si queremos hacer una crítica sobre riesgos, no es suficiente basarnos en un artículo científico. En mi opinión, necesitamos hablar siempre desde nuestra experiencia y trabajo personal. Escribe Olga Jiménez.

utrasana Ilustración tomada del libro The Path to Holistic Health, de B. K. S. Iyengar, editado por DK

 Siempre me ha gustado el debate con educación y mantendré los mismos parámetros propuestos por Javier Ruiz Calderón (ver antecedentes en tres artículos sobre este tema: Aclara tus dudas: ¿Por qué puede ser peligrosa una hiperextensión de cuello en los ásanas?, La práctica de Ustrasana puede hacer morir…  y Fidelidad e innovación en el yoga: el caso de las extensiones de cuello).

Llevo más de 25 años dedicada a la enseñanza y práctica diaria de Yoga Iyengar. He abordado con mis alumnos durante todo este periodo el acceso a estos movimientos, teniendo que adaptar las posturas a cada cuerpo y a cada nivel del alumno. En numerosas ocasiones el alumno no puede aproximarse a los movimientos finales y sienten dolor de cuello, en dichos casos se emplean bolsters, sillas, para que el alumno siempre sin dolor vaya aprendiendo a manejar sus trapecios, la colocación de sus omóplatos y vaya obteniendo las aberturas y extensiones correctas que le permitan en un futuro llegar a la postura final sin riesgos y sin dolor.

Un detalle bastante desafortunado a mi parecer es comparar las extensiones de cuello en la peluquería o pintando un techo con las extensiones realizadas en yoga; aunque el movimiento externo pueda aparentar similar, internamente un movimiento de yoga va acompañado al cien por cien de nuestra inteligencia en cada uno de sus instantes de ejecución. Esta mente alerta es precisamente la que nos libra de efectos indeseados, siendo capaz de rectificar y recolocarnos a cada instante ante la más mínima sensación de dolor. Practicar de otro forma no es yoga,; se trataría de movimientos más o menos beneficiosos.

Copiaré integra una de las frases de Ruiz Calderón, pues creo que aquí radica la clave de nuestro encuentro en el diálogo: «Estoy seguro de que, si él (B. K. S. Iyengar) lo hubiera sabido, habría corregido la forma tradicional de realizar esas posturas, como ya hacen otros estilos de yoga e incluso profesores de yoga Iyengar de mentalidad abierta. La tradición del yoga siempre ha conjugado la fidelidad a la enseñanza recibida con la flexibilidad y la adaptabilidad».

Efectivamente el Maestro Iyengar conocía todos estos riesgos y trabajó durante décadas con cientos de cuerpos para ayudarles en un trabajo absolutamente personalizado. Como ejemplo de su labor titánica por adaptar las posturas a las distintas patologías, dejó como legado su libro: El sendero hacia la salud holística, de editorial Blume, una auténtica joya para cualquier practicante que se enfrente a dificultades en las posturas finales y quiera conocer las adaptaciones seguras de cada uno de los movimientos.

En este libro muestra todas las correcciones posibles a las posturas clásicas. Si a alguien se le puede calificar de flexible en la enseñanza es al Maestro Iyengar, que dedicó su vida entera a desarrollar la forma para que cada cuerpo, independientemente de su edad y patología, pudiera abordar todas las posturas de yoga sin riesgos.

Iyengar, ejemplo de flexibilidad y humildad

Nuestra humildad debería llevarnos a entender que las posturas finales en el yoga tienen miles de años de estudio y trabajo, son posturas correctas, al igual que ocurre con el cálculo de estructuras a la hora de construir un edificio: no da lugar a ambigüedades. B. K. S. Iyengar publicó su primer libro Luz sobre el Yoga, en el que las posturas se realizan sin soportes y expone el mapa completo de las posturas finales. En sus largos 96 años de vida corrigió muchas de sus propias formas de abordar los movimientos, no tenía jamás reparo en decir que algo estaba mal aunque llevara una década enseñándolo de esa forma. Jamás mostró ninguna duda sobre el mapa definitivo fotografiado en el mencionado libro, pero hizo una corrección, y fue en Sarvangasana, lo que se conoce como la vela; su experiencia le mostró que practicada en el suelo, el cuello si podía sufrir lesiones graves e indicó siempre a sus alumnos y profesores que la enseñaran y practicaran sobre mantas y no como salía fotografiada en el libro.

Su ejemplo máximo de flexibilidad y humildad en la práctica lo vemos reflejado en su forma de abordar las posturas durante su vejez. Jamás se escondió para practicar, siempre lo hizo rodeado de sus alumnos y profesores en la gran sala de Pune. Los que tuvimos el privilegio de verle, descubríamos como año tras año iba aumentando el número de soportes que necesitaba para su propio cuerpo, para su cuello, rodillas y un largo etcétera. Sus ligamentos, articulaciones y sus propios huesos fueron sufriendo el deterioro propio de la edad, pero en estas circunstancias jamás abandonó su práctica ardiente, aunque sí le tocó aceptar que las posturas finales del libro no podía hacerlas sin ayuda. Su principio basado siempre en la “no violencia” le hizo entender que en determinadas circunstancias el cuerpo necesita ayudas que eviten posibles lesiones.

Así pudo desarrollar todo un sistema de soportes para nosotros, los practicantes “mediocres” para darnos acceso a los diferentes movimientos clásicos. Desarrolló ayudas para innumerables patologías, para las embarazadas, para los periodos de cansancio físico y mental, para los deportistas más rígidos, para multitud de enfermedades y una lista interminable de situaciones. Gracias a este trabajo humilde y titánico, desgranó todas y cada una de las miles de variantes posibles a realizar según nuestras circunstancia en la vida, llevando así el yoga a un plano desconocido hasta ese momento., y elevando la disciplina a esferas de las que las generaciones futuras podrán seguir beneficiándose.

Sensibilidad personal y guía correcta

La pregunta clave que debemos hacernos respecto a las posturas finales es: ¿tengo la inteligencia corporal, sensibilidad y trabajo previo de aperturas y extensiones suficiente para alcanzarlas sin riesgos? Gracias a las sensaciones de dolor “malo” en la práctica, podemos trabajar sin lesionarnos y no pasar nunca esos límites. Todas las disciplinas que utilizan el cuerpo tienen riesgos de posibles lesiones, por ello la sensibilidad personal y una guía correcta son imprescindibles para trabajar sin miedo y confiando plenamente en la disciplina.

Mi intención es este artículo es señalar la importancia de que aprendamos a colocarnos en el lugar que nos corresponde; en el yoga, todos como alumnos sin escalas entre nosotros, con más o menos horas de trabajo. Aceptemos con humildad que cada disciplina tiene sus maestros y tratemos de seguir sus enseñanzas.

Somos conscientes de que este trabajo de adaptación desarrollado por B. K. S. Iyengar es muy desconocido, y es por ello que desde nuestra Escuela ‘Luz sobre el Yoga’ lanzamos un nuevo curso para profesores, abierto a todas las disciplinas de yoga, para que se adquiera mayor confianza frente a los alumnos y puedan dirigirlos siempre por un camino seguro y sin lesiones. A este curso le hemos denominado “Especialización en Yoga Iyengar Terapéutico para profesores», que  tendrá como base del trabajo el libro anteriormente mencionado: El sendero hacia la salud holística de B. K. S. Iyengar.

Gracias, Javier, por sacar a la luz este importante tema de la seguridad en el yoga.

Olga Jiménez Suárez es directora en la Escuela ‘Luz Sobre el Yoga’, en Aravaca (Madrid).
Más info sobre el Curso: https://yogaiyengararavaca.wixsite.com/valdemarin/copia-de-formaci%C3%B3n-de-profesores-yoga