Y no es lo mismo estar despierto que ser un espabilao

2019-06-26

Este escrito nace de una parcial y personal reflexión y de una fuerte necesidad de compartir lo que me inquieta y rechina en este precioso proceso de vida que nos ha tocado. Y aunque no sea fácil, no creo que deba edulcorarse con terrones de bellas imágenes de amor rehusado y magníficas posturas. Escribe Hiria Bernal.

Refugiados en el halo de la espiritualidad, realizamos actos en su nombre que no hacen más que alejarnos de ella y ponen en evidencia las carencias que aún padecemos.

Profesores con años de prácticas y todas las horas certificadas en prestigiosas formaciones que, a la mínima de cambio, cuando dejan las escuelas en las que bondadosamente se les ha invitado a colaborar, se dedican a llamar a alumnos que consideran “suyos” para adoctrinarlos en sus caminos. Escuelas que obligan a sus profesores a tener instagrams, blogs y facebook… y vidas sociales activas y controladas porque hay que mantenerse en el mercado.

Centros que no pagan a los profesores las clases de prueba que dan para ver si están a la altura y aprovechan el tirón llamando durante meses a varios y ahorrándose unos cuantos salarios. Otros centros que no son escuelas de yoga y que ven en éste un negocio, y sin base se dedican a calcar de otras escuelas, sin ningún escrúpulo, horarios, precios y temarios para sus talleres.

Y quienes hablan de profesores “rentables” y “no rentables”… olvidando que estamos  al servicio del yoga y no de la rentabilidad. Y quienes confunden el ser un alma libre con la falta de compromiso y dejan los grupos de trabajo a mitad de curso, porque “sienten “ que han venido a algo más elevado y grande y abandonan, atraídos por la primera corriente de moda que aparece…

Seguro que leyendo estas líneas se te han ocurrido y/o has vivido muchos otros ejemplos…

Tiempos de Kali Yug

El caso es que no estamos tan despiertos como creemos. Sabemos, porque estamos muy leídos, que el universo tiene un orden perfecto y que todo ocurre porque “tiene que ser así”. ¡Un gran consuelo!, pero no estamos ahora para paños calientes. Mientras esa visión plena llega, debemos enfrentarnos a las situaciones que nos tocan y no esconder la cabeza o mirar hacia otro lado, justificándonos con ese mal entendido “nada me afecta”. No estamos ahí.

Mejor empezar por entender que el escorpión siempre será escorpión, aunque tenga piel de inofensiva mariquita, y hay muchos. Y que el tigre no dejará de comerte porque seas vegetariano, como cuentan las historias, porque vivimos en la selva. Vivimos unos tiempos de Kali Yug donde, como cita la Bhagavad Gita, “el cuervo come manjares divinos y el cisne come basura”. Vale, pero intentemos no añadir más desorden al desorden, más violencia a la que ya existe, más dolor a la incomprensión.

Prediquemos con el ejemplo

Y ya que no venimos a cambiar ni a adoctrinar a nadie, aceptemos y descubramos dónde y cómo estamos. No hagamos como el huevo que imitó a la naranja: un día, antes del desayuno, la naranja rodó por la encimera y se tiró al suelo para escapar de su sino… y lleno de esperanza le siguió el huevo. Aún nos queda camino.

Cierto que todo lleva al desarrollo, y ver todo este panorama ahora nos hace entender con más claridad por qué los sabios del pasado no querían que ciertas prácticas de yoga se difundieran. El caso es que, estemos donde estemos, cuando se practica los siddhis se desarrollan. Con un bajo nivel de conciencia solo alimentamos el ego, y resulta que te encuentras meditadores y practicantes de hace 18 o 20 años aún hechos un lío y generando más confusión que claridad en los seres que les rodean.

Así, llegados a este punto, quizá debamos hacer una reflexión profunda y no dejar atrás un llamamiento a la relectura de los yamas y niyamas, pues de tanto avanzar y correr detrás de la zanahoria virtual de los triunfitos espirituales parece se nos están olvidando. Cierto que. en nuestros días, en vez de ocupar los primeros lugares en esos ocho pasos que el método de Patanjali nos ofrece, como nos decía Niranjan al menos en Occidente han pasado a tercer y cuarto lugar, después de asana y pranayama… Algo de cierto hay en esta sabia visón, empezando por la que suscribe, que antes de empezar a estudiar filosofía se tiró tres años de práctica física desconociendo todo lo que había detrás pero experimentándolos en primera persona.

Esos ocho pasos no son una escalera por la que subir y que puedes ir saltando de dos en dos y tomando atajos inútiles. Es todo un proceso que se desarrolla a la par, como el embrión gestándose en el vientre de la madre. Recordemos entonces cuáles son estos puntos y definámoslos de una manera que realmente nos sirvan en nuestro día a día y sean un recordatorio para generar más acciones correctas que alimenten la Luz.

–Yamas:

Ahimsa: no generar ni crear situaciones o pensamientos de dolor, violencia, ni para uno mismo ni para el resto; respeto máximo en la práctica hacia tu cuerpo físico es un buen principio…

Asteya: no apropiarse de lo que no es o no ha creado uno mismo; otra cosa diferente es inspirarse… No hay nada que demostrar, siempre habrá gente más y menos evolucionada que tú… Reconocemos y aceptamos  dónde estamos para saber hacia dónde vamos…

Satya: ser verdadero, auténtico, no añadir más apariencia a la que ya vivimos, mantener la pureza y la sabiduría, y serlo con uno mismo sobre todo, fiel a tus principios y dharma.

Brahmacharya: utilizar bien la energía sexual. Para los monjes se habla de abstinencia y transmutación, pero para los guerreros de la calle, como Arjuna, un buen uso, que no es abuso, y por supuesto transmutación…

Aparigraha: no hace falta hacerse todos los cursos que anuncian, y acumular títulos o libros que matemáticamente no tendré días suficientes para leer en esta vida. Cuando hagas una formación, dedícate a ella en cuerpo y alma, y practícala al menos unos años intensamente antes de compartirla… sin quedarnos atrapados en los “me gusta”.

–Niyamas:

Saucha: mantenernos limpios física y mentalmente, por el bien común… recuerda que la mente también huele. Maravillosa aquí la práctica de shatkarmas.

Santosha: estar satisfechos y contentos con lo que poseemos, dejar de invocar tanta abundancia, que como suele decirse, “se nos ve el plumero”. Al contrario, desarrollar confianza y fe en que ya tenemos lo que nos corresponde y que si de verdad nos entregamos y entramos en la corriente universal, nos abastecerá de lo necesario…

Tapas: saber renunciar a lo que no me hace bien y alimenta mi comodidad hipnótica; priorizar lo que me ayuda a clarificar y entender, como las prácticas de yoga, frente a eventos mundanos, necesarios también, pero que en ciertos casos no aportan nada a mi existencia y  me limitan y restan energía, disciplina, constancia y compromiso, que generen ese calor que quema y elimina lo que ya no es necesario para mí.

Svadhayaya:  autoconocimiento, autoobservación no controladora, sino más bien desde la conciencia testigo-Estudio de los textos que transmiten la base del conocimiento; cierto que una flor no estudia para florecer, pero, mientras sucede, mucho mejor tener la mente en esto que en temas que no nos llevan a ningún sitio.

Ishvarapranidhana: amor, respeto y entrega a la sabiduría universal, a Dios, o a lo que sientas. Rendirse completamente a lo que Es.

No olvidemos que con desarrollar uno solo de estos yamas o niyamas al grado máximo, para algunos puede ser ya el camino que les lleve hasta la realización suprema. No por mucho abarcar llegaremos antes, pero al menos mientras caminamos respetemos y honremos el camino y a los maestros que por el han pasado y que generosamente han compartido por el bien común.

Hiria Bernal es profesora de yoga y fundadora de Escuela de Yoga de Las Tablas.