El viajero se embelesa con las pirámides de Egipto o el Taj Mahal en la India, pero no quiere llevárselos y colgarlos en la pared de su cuarto. Los aprecia y los disfruta, pero no se aferra a ellos; incluso deja su mente libre para poder para poder seguir contemplando y gozando de otras maravillas. Escribe Ramiro Calle.
El viajero mantiene el ánimo presto, los sentidos abiertos y receptivos, el entusiasmo a flor de piel. Se arriesga, descubre, disfruta y vive. Cada momento del viaje tiene su encanto. El viajero no está obsesionado por lo que verá dentro de dos o tres días, porque eso le impediría contemplar lo que está viendo en cada momento. No acarrea los recuerdos de lo que ya ha visto, porque esas imágenes se superpondrían a lo que está viendo y las distorsionarían.
El verdadero viajero tiene una actitud adecuada. Acude y mira; con ello disfruta, se renueva, entona el ánimo, saca fuerzas de flaqueza y no pierde ni la alegría ni la vitalidad. Así es el viajero. Y así debemos mantener esa actitud en otro viaje más largo: el de la vida.
Viajar hacia afuera es viajar hacia adentro. Viajemos por la vida con una actitud basada en la atención plena, la intensidad, la apertura de los sentidos y del corazón, el sosiego y la lucidez. Cada minuto cuenta y es irrecuperable una vez ha pasado. Cada instante tiene su gloria y es aprendizaje. Aprendamos a asir y a soltar. El viaje de la vida a veces resulta incluso pavoroso por lo que tiene de gran misterio, pero a la vez es la oportunidad para ayudar a los demás y a nosotros mismos.
El viajero sabe ver y mirar. Capta plenamente lo que a cada instante vive, pero su mente no se queda fija en ello, porque entonces no fluiría con lo próximo que tiene que contemplar y vivir. Está libre de juicios y prejuicios y no impone sus criterios o puntos de vista a lo que observa y experimenta. Está en apertura, fluye, renueva a cada instante su capacidad de asombro, no se resiste inútilmente, no juzga. Conecta con lo que es, en la frescura del momento. Y así convierte el viaje hacia afuera en viaje hacia adentro. Mira y se mira. Siente y se siente. Experimenta en el laboratorio de la vida que se abre a cada momento en el curso del viaje.
En todo viaje pueden surgir inconvenientes. En el de la vida, que es mucho más largo, con más razón. Pero el viajero no se arredra, no desmaya psíquicamente, toma las circunstancias adversas como parte del viaje y se siente inspirado y fortalecido por las mismas. No se obsesiona con la llegada, porque cada paso lo convierte en meta. Como está en apertura, en cualquier parte puede sentirse en su propio hogar. Abre los sentidos para percibir todo como si la vida le fuera en ello. Convierte el viaje en una iniciación, en un rito transformativo.
En el viaje de la vida es importante mantener la actitud del verdadero viajero. Saber tomar y saber soltar. Vivir cada momento como si fuera el primero y el último. Mantener la mente como un espejo que refleja con toda fidelidad, pero no está siempre midiendo, prejuzgando y etiquetando.
Cada viaje, por corto que sea, nos puede servir de despertador. El viaje de la vida, si uno no se precipita en las rutinas internas y los hábitos coagulados, si uno no se fosiliza psiquicamente, es un continuo zarandeo para mantener la mente más despierta y la consciencia más plena. Y así en todo viaje, se viaja también hacia adentro, y en el viaje de la vida morimos muchas veces para muchas veces volver a nacer. De esa manera nos despojamos de la mente vieja para dar la bienvenida a la mente nueva.
La meditación es dejar que durante unos minutos muera la mente vieja y aflore la mente nueva. Es un viaje a los adentros, atravesando capa tras capa, hasta llegar al ser interior. El viaje hacia adentro nos enseña a viajar hacia fuera, de la misma manera que todo viaje hacia afuera, si la mente está atenta, sosegada y ecuánime, es viaje hacia adentro.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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