Fanáticos (de rayos, profesores y alumnos)

2015-08-18

«Para los que cabalgan sobre el rayo. Gracias». Así dedica este artículo Roberto Rodríguez Nogueira a los profesores de yoga fanáticos e irreductibles.

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Hoy quiero hablarte de algo que un auténtico profesional del ejercicio físico (con todos mis respetos a la profesión) es improbable que encuentre. Esto no es para profesionales. Esto es para profesores de yoga fanáticos e irreductibles. De esos que cuando las cosas les han ido mal no sólo no han dejado de aprender, enseñar ni practicar yoga sino que han hecho todo lo contrario. Porque el no saber no los detiene y no saben cuando parar. Ni pueden. Y no sólo no lo dejan, aprender, practicar y enseñar, sino que además insisten, más curtidos y sensibles, dispuestos a intentarlo de nuevo, a reír y a enseñar, si hay quien quiera aprender.

Esto es para los que pueden haber perdido a todos sus alumnos porque les cambian las condiciones laborales. O los han echado de la sala donde daban las clases porque el dueño ha decidido darlas él, que gana más. O los ha expulsado el ayuntamiento del centro cívico, tras años de crear escuela, y subasta las clases al empresario de ocio que menos cobre.

Un profesional del ejercicio físico variará sensatamente las condiciones laborales en su beneficio. Pues me titulo de Pilates y doy Pilates. Pues me saco uno de hipopresivos, que es buena cosa y se vende cara.  Pues monto yo la empresa de ocio. Pues  me formo en Ashtanga, masaje thai, Bikram y  H’oponopono, tojunto.

Un profesional sensato habrá tomado nota de su verdadero valor: Cero. Soy un añadido de aula. Y se dedicará a aumentar su valor como complemento de aula o cambiará el rumbo. Un fanático del yoga tomará nota de su verdadero valor: Soy Profesor de Yoga y creo en lo que hago. Así que el fanático probablemente abra un centro. Y unos meses después, probablemente (fijo que el profesional se lo habrá advertido…) descubra que su valor es menos que cero. Números rojos. Y se preguntará: ¿Y qué esperabas? Si vales menos que cero, si tu ego está en números rojos es que vas muy bien. ¡El Yoga funciona! Un fanático ríe.

Un profesional flexible y emprendedor largará trapo buscando nuevos recursos o salidas laborales. Un fanático no. Porque no puede. Porque si juegas en serio este juego estás incapacitado para hacer otra cosa con la misma pasión y la misma devoción. Porque si juegas este juego en serio sabes que dar clase y “tener alumnos” no es la parte más importante, sabes que la parte principal son la pasión y la devoción en las relaciones: que tu corazón limpio y radiante presida todas y cada una de tus relaciones. Por eso no tienes amigos o alumnos cerca. Tienes Maestros. Y nunca estás solo:todo es tu maestro.

Un profesor es un profesor (el Mejor Oficio del Mundo). Y punto. Y fregando escaleras, cepillando tablas, poniendo vacunas seguirá siendo un profesor. Y en la cola del pan seguirá siendo un profesor. Y dentro y fuera de un aula. Con alumnos o sin ellos seguirá siendo un profesor. Y encontrará y potenciará siempre, como mejor sepa, relaciones armónicas y claras a su alrededor. Y a veces meterá la pata, pero seguirá en lo mismo. Y sin duda alguna vez, cansado, dejará de ser profesor para, como dice Jim Carrey, meter la pata y fracasar a todo trapo en  aquello para lo que no sirve… Lo que, sin duda, le hará mejor profesor. Y si ese profesor es un yogui, no te quepa duda, entonces reirá mientras las máscaras se resquebrajan y caen y el alma respira.

Los buenos profesores no se fabrican ni mejoran con la acumulación de habilidades o títulos, así como el buen vino no mejora con la gaseosa. Las habilidades te hacen más hábil, no necesariamente mejor. Los títulos te titulan, pero la rosa huele igual con otro nombre.

¿Quieres ser profesor? Monta el rayo. Esto no es para profesionales. Es para fanáticos.

Los buenos profesores mejoran dentro de su propia vida, despejando su espíritu ante las inclemencias, ante los cambios. Lijan las máscaras dejando respirar al alma. No hay profesionales de eso. Eso no se paga con cuotas, no mejora con habilidades, no se logra con títulos. Se es o no se es. Y se sabe.

Y los buenos profesores lo son por los buenos alumnos. Ser alumno es también algo que se es o no se es. Un alumno no busca un título. Y punto. Ser alumno (y de yoga, más) es sentir la energía del rayo arrastrándote sin tener nada con que sujetar la experiencia. Puedes llamarlo sufrimiento, angustia, ansiedad, pero es una fuerza terrible que te empuja. Un alumno nace como un ser exaltado en un momento irrepetible en el que otro alumno interpreta el papel de profesor.  Dos extremos. Un rayo. El alumno también lo monta. Y cuando aprende a montar, si es un yogui, no te quepa duda… reirá mientras las máscaras se resquebrajan y caen y el alma respira.

Diez años después el profesional sensato será mejor profesional. Y puede que haya logrado una cierta holgura financiera y estabilidad mental. Diez años después el fanático puede seguir en números rojos y ser consciente de que su mente no es tan estable como debería. También es consciente de que eso no es malo. Como decía Krishnamurti: “Una mente perfectamente adaptada a una sociedad enferma no es una mente sana”.

Con el ego bajo cero, o intentándolo, el fanático ríe. Sabe perfectamente que no olvidar los principios es una lección de humildad y que no haber hallado el perfecto equilibrio le permitirá ser útil a su alumnos, los que se acercan tocados por el rayo.

Y esa es la magia del juego, el arte de montar el rayo: el alumno y el profesor crean una Relación Auténtica, pura energía brillante que entre cielo y tierra destila el sufrimiento en consciencia. Y, por supuesto, a estas alturas ya lo sabes, sobre todo si eres un yogui, que los papeles de un alumno y un profesor cambian constantemente. En la vida y hasta en el aula (cuando la relación sucede en una). Eso tampoco es para profesionales. Un profesional siempre enseña. Un profesor siempre aprende.

El fanático infectado

 En 1998 o 99, pongamos que un miércoles por la tarde, cuando descubrí el Ashtanga vinyasa y que todo lo que yo pudiera yo pensar o hacer ya lo había pensado y hecho mejor un indio antes, en pleno subidón de sudorosa adrenalina experimenté una epifanía: la gente va a amar esto. Es imposible que no lo hagan.

Aprendí dos cosas. Primera: sustituir “yo” por “la gente” es algo arriesgado, incluso estúpido. Segunda: Spain is different y Valladolid más.

 A día de hoy en Valladolid han pasado dos cosas (entre otras cuantas). Primera, en Valladolid, que yo sepa, hay una profe que lo hace bien, enseñar Ashtanga, digo: Helena Zapke. Segunda, la mayoría de la gente sigue pensando que el Ashtanga yoga es una modalidad brasileña caracterizada por un atuendo minimalista.

Pero el boom va llegando. Cada vez hay más alumnos que buscan más allá de los centros cívicos y me consta que numerosos centros en la ciudad tienen las clases llenas casi todo el año.

Roberto Nogueira cuadQuién es

Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.

http://elartedelacalma.com/

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