Yama: Aparigraha (Desapego)

2013-04-04

Si la codicia tiene que ver con una pasión desenfrenada por los bienes ajenos, la avaricia, en cambio, tiene que ver con un desorden en relación con nuestras posesiones. Detrás de la acumulación probablemente se esconde una idea falsa de seguridad y, cómo no, una expresión de poder acorde a nuestros valores sociales. Escribe Julián Peragón, Arjuna.

Arena mano

En realidad, tener mucho dinero no es un problema en sí. Estrictamente hablando, el dinero es un medio de intercambio, energía simbolizada de un trabajo hecho. El problema con el dinero es el mismo que con el agua: si no circula se corrompe. El dinero simboliza nuestra forma de manipular la energía, las relaciones o el poder en el mundo. No se trata de decir que el dinero es malo pero tampoco que el dinero es mi amigo. Lo importante es descubrir que, en nuestra sociedad, el dinero es una energía muy densa porque el prestigio está en la cancha del tener y no tanto del ser. Tanto tienes, tanto vales. La percepción que tenemos es que si tienes, se te abrirán las puertas.

Debemos estar muy atentos cuando el dinero y las posesiones que de éste se derivan empiezan a ser una carga pesada. Cuando un bien necesita ser cuidado, protegido, atendido; cuando, por otro lado, tememos perderlo; cuando nos apegamos a él; cuando éste sufre un desperfecto y nos hace gastar un tiempo imprescindible en nuestro proceso interior, en nuestro camino de realización. Tal vez eso quería decir Jesús cuando hablaba de lo difícil que era para un rico entrar en el reino de los cielos.

En la generación de mis padres, que vivieron la parte dura de la guerra y posguerra, la despensa estaba siempre a rebosar, síntoma de que el fantasma del hambre estaba todavía vivo. La avaricia, que es el poder de retener, esconde un miedo al vacío; gastar se convierte en un peligro. Pero está claro que uno puede atesorar billetes, alimentos, coches, pero también viajes, filosofías o relaciones. Como nos recuerda el dicho, sólo posees lo que no puedes perder en un naufragio.

Al final se trata de ir ligeros de equipaje. La propia práctica espiritual requiere estar presente al cien por cien y no pendientes de los movimientos de la bolsa, de que nuestras ganancias no se conviertan en pérdidas.

El esplendor de lo sencillo

Vivimos en un mundo lleno de cosas, repleto de artefactos. Un primer mundo ahíto de bienes mientras un tercero se desangra de pobreza. Vamos a las rebajas porque estamos aburridos, porque la inercia ciega del sistema dice: «produce y consume», no importa para qué. Cuando nuestra vida está abarrotada de cosas, o de lo que sea, pierde frescura, el desorden externo invade el orden interno, lo complejo aplasta lo simple. Aparigraha es encontrar la simplicidad de la vida precisamente para realizarla, de la misma manera que una nota musical coge todo su esplendor cuando hay silencio.

La mano cerrada sólo puede acumular un montoncito de arena pero abierta puede acariciar todo el desierto. Ante la avaricia hay que favorecer el desapego. No identificarse con los bienes, pues son transitorios como lo es todo, la misma vida. Si nos soltamos de nuestros aferramientos es posible que aparezca la dimensión sutil de la existencia. Tal vez podamos comprender esa cadena infinita de cosas y seres que maneja el destino. Si no soltamos los bienes ahora, tarde o temprano la muerte abrirá nuestra mano por mucha resistencia que ofrezcamos.

Cuando uno cultiva Aparigraha obtiene un gran tesoro, más valioso que el oro; obtiene tiempo, un tiempo que no se agota nunca porque es un tiempo atemporal, un presente eterno.

Arjuna (Foto: Guirostudio 2013)Quién es

Julián Peragón, Arjuna, formador de profesores, dirije la escuela Yoga Síntesis en Barcelona

http://www.yogasintesis.com