Mindfulness sin los tres entrenamientos no es nada

2017-07-07

Que Occidente tiene un dudoso privilegio para aguar, desdibujar, desnaturalizar y prostituir muchas de las enseñanzas de autodesarrollo de Oriente, es un hecho tan deplorable como innegable; que su capacidad de falsear dichas enseñanzas es desmesurada, es un hecho tan lamentable como cierto. Escribe Ramiro Calle.

Así no es de extrañar que lo que podríamos denominar neoyoga, neotantra, neovedanta, neozen y demás hayan sido tan distorsionados y siempre con el mismo fin: rentabilizar y mercantilizar, sin importar a muchos de sus difusores que sea una traición a la esencia misma de tales tradiciones. Y ningún método de autorrealización de Oriente suele salvarse de tal deformación.

Se hace necesario desenmascarar tales intentos por falsear las genuinas enseñanzas, omitiendo algunos de sus principios más medulares, haciendo falsas promesas de que se pueden encontrar atajos para llegar al cielo y de que no es necesario desplegar el esfuerzo.

De todo ello no se ha salvado el tan traído y llevado ahora mindfulness, término para empezar que no debería suplir al castellano de «atención», pero las modas son las modas y si vienen de USA aún son más irresistibles y mecánica y ciegamente imitadas. Pero bien se puede aseverar que mindfulness sin la triple disciplina o triple entrenamiento es simplemente nada.Para empezar, porque no hay nadie que logre estar atento si no se entrena metódica y asiduamente para ello, pues es como si me piden a mí que corra los diez mil metros sin un previo y concienzudo entrenamiento.

Nadie logra estar atento porque se le diga que lo esté, como no basta pronunciar la palabra «luz» para que la lámpara se encienda. Estamos demasiado dormidos y automatizados como para lograr estar atentos ni siquiera un minuto sin un previo y sistemático entrenamiento para cultivar y desarrollar esa preciosa función de la mente que es la atención, y de la que Buda dijo: «Declaro que es poderosa en todo momento y circunstancia». Igual que en el Dhammapada podemos leer: «Los que están atentos están vivos, pero los que no, es como si ya hubieran muerto».

Entrenamiento de la atención

Se desarrolla la flexibilidad llevando a cabo con constancia estiramientos, y se gana en atención ejercitándose a tal fin mediante las oportunas técnicas meditativas. De otro modo, por mucho que a una persona se le diga que esté alerta, no lo conseguirá nunca en la vida diaria, pues incluso ya es difícil estarlo aun con el entrenamiento metódico oportuno.

Igual que se entrena un músculo para desarrollarlo y fortalecerlo, hay que entrenar ese «músculo» sutil que es la atención. Todos tenemos en principio la atención muy debilitada y de nada sirve, si no nos ejercitamos a tal fin, que se nos diga «estate atento al caminar o al hablar o al amar». La negligencia mental, el descuido de la mente es tal, que se requiere una práctica asidua, que es la meditación, y complementarla, sí, estando luego más atentos al preparar una taza de té, dar un paseo oler una flor o estar en la profundidad de una caricia. Por tanto, insistiendo en ello, si una persona quiere estar más atenta, tiene que entrenarse en serio, pues de otro modo pensará que está atenta sin estarlo o fallará una y otra vez en el intento.

Pero incluso la atención por la atención, el denominado midfulness por el minfulness, es de corto alcance si no va apoyado por otras dos disciplinas además de la del cultivo de la atención: la disciplina ética o virtud y la disciplina para el desarrollo del entendimiento correcto, visión lúcida o sabiduría. La virtud impide aplicar la atención con malos fines y la sabiduría nos enseña a poner la atención al servicio de buenos pensamientos y sentimientos. Hay una atención debida y otra indebida. ¿Acaso no está muy atento un torturador, un kamikaze, un verdugo o simplemente un ladrón? Pero es atención indebida, que nace de la ausencia de virtud y sabiduría.

En las enseñanzas de Buda se pone el énfasis en el cultivo de la atención para adquirir una lucidez que hace posible el desasimiento, el desapego, la visión de lo transitorio, el control del ego y el mejoramiento humano. No el apego, la competencia, el culto a la personalidad, el egoísmo, el poder sobre los demás, el aferramiento y el cultivo de la máscara de la personalidad. No el ser más fuerte en los negocios, ni saber mejorar la capacidad de dominar y manipular, ni ser más brillante que los otros para intensificar el propio narcisismo. Todo eso es muy americano, claro, pero está en las antípodas del verdadero vipassana y satipathana mostrados por el Buda y los grandes maestros de la humanidad.

Hay muchos libros sobre la atención que palidecen al lado de los que toda persona seria debería leer sobre el tema, y que son El corazón de la meditación budista y El poder de la atención, de mi admirado amigo Nyanapoika Thera y al que tantas veces acudí a entrevistar en su ermita en Kandy (Lanka). Han sido fiel y magistralmente traducidos por Almudena Hauríe Mena, para evitar aquello de «el traductor es el traidor».

La atención es el faro, filtro y custodio de la mente, una gema entre gemas, una luz en la senda hacia afuera y el viaje a los adentros, pero la atención hay que ponerla al servicio de la evolución consciente y de humanizarnos, y no de la involución y la deshumanización.

Ramiro Calle

RamiroCalleMás de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.

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