La actitud frente al dolor

2019-04-22

El dolor es una sensación que todos percibimos de manera particular. Podemos experimentarlo y comunicarlo de diferentes maneras ya que es algo absolutamente relativo y nos afecta a todos de manera individual, dependiendo de nuestra estructura psico-físico-emocional o de la forma de sentir y de ser que tengamos. Escribe Pablo Rego.

El dolor suele aparecer cuando algo no está bien en el cuerpo. Desde el punto de vista físico puede deberse a una disfunción, a una enfermedad, a un sobreesfuerzo o a un trauma, pero también denota cansancio o manifiesta el límite ante el peligro de una lesión.

Para las terapias, medicinas y disciplinas holísitcas el dolor es la manifestación de que la energía no está fluyendo como debería. Es una señal que nos da el cuerpo físico para expresar que en determinado lugar de la estructura energética del cuerpo el flujo de energía está disminuido, interrumpido, exacerbado o alejado de su equilibrio.

¿Qué hacemos cuando nos duele?

Nuestra conducta se ve atravesada por el dolor. Ante una sensación determinada se activan ciertas alarmas que hacen que nos manifestemos de una manera particular desde el comienzo de nuestras vidas. Muchas conductas son heredadas o aprendidas de otros, como por ejemplo, la queja o la búsqueda de atención a través de ella. O la negación hasta límites peligrosos a partir del orgullo y la idea de que ceder ante el dolor es una muestra de debilidad.

Hay quienes se paralizan ante el más mínimo dolor, otros crean fantasías ilusorias llamadas “miedo al dolor” que puede llegar a producir un dolor mayor o llevar a situaciones peores que las que la propiamente generadas por el auténtico dolor, si es que este llega a manifestarse.

Es que el dolor es algo relativo y depende mucho de cómo lo sintamos. También es relativa la manera en la que lo comunicamos y lo que esperamos o no del entorno cada vez que nos duele algo. Así podemos llorar o retorcernos porque algo nos duele mucho o porque al quejarnos lo suficiente atraemos la atención de los demás. O podemos aguantar el dolor por miedo a que nos consideren prescindibles de algo, cuando en realidad no lo somos.

Nuestra personalidad está influida por el dolor. Parte de nuestras conductas en los momentos de padecimiento está signada por lo que hemos aprendido, por lo que hemos ido construyendo con el tiempo. El dolor y las emociones estén íntimamente relacionados y en muchas oportunidades nuestras conductas varían según la manera de haber construido la forma de sentir, transitar y comunicar el dolor.

Alarmas

Más allá del elemento emocional hay un dolor real que nos está diciendo algo. Por lo tanto disfrazarlo o negarlo y, ¿por qué no?, crearlo, es algo importante a evitar si queremos alcanzar el equilibrio físico, mental y emocional. Tomar al dolor como una señal de que algo no está bien es, sin dudas, lo más inteligente que podemos hacer.

Si consideramos el equilibrio ideal de nuestro ser, éste incluye la ausencia del dolor. Todos, o casi todos, en algún momento de la vida experimentamos lapsos de tiempo en los que no padecemos dolor alguno. Puede que sea un momento que hayamos olvidado o un estado que buscamos conscientemente, aunque sean ratos o días, es importante registrar cuando nada nos duele.

Identificar las señales que nos comunica el cuerpo físico para resolver los problemas que nos está manifestando sin deformarlas es la mejor manera de resolver los desequilibrios lógicos que se van dando en nuestras estructuras energéticas por las experiencias que vamos teniendo en la vida.De esa manera, usando el dolor o los dolores, grandes o pequeños pero verdaderos, para cambiar el origen de los mismos, buscando minimizarlos hasta hacerlos desaparecer, nos daría la pauta de la mejoraría en nuestros equilibrios. Gracias a estas señales podemos cambiar de actividad física (incluidos trabajos, deportes o hobbies), modificar hábitos de alimentación o de descanso, buscar diferentes relaciones personales o superar bloqueos emocionales haciendo terapias para el cuerpo y la mente.

El dolor y el Yoga

Las disciplinas que buscan equilibrar la energía tienen al dolor como el signo de su efectividad o la falta de ella. Si alguien que padece determinados dolores crónicos practica Yoga, Meditación, Tai chi, Chi Kung, etc. o acude a un masajista holístico o a un médico de Ayurveda, Medicina Tradicional China u Homeopatía, lo que dará la pauta de su funcionamiento y efectividad será la disminución o desaparición del dolor.

Gracias a la forma integral en la que actividades como Yoga abordan la compleja estructura que llamamos ser, la incidencia de  su práctica va desarmando los traumas físicos que crean el dolor, pero también, al mismo tiempo, los emocionales, mentales  y energéticos. Todos van de la mano y la efectividad de los resultados obtenidos en el tiempo se debe a la amplitud de sus áreas de acción.

El dolor en Yoga es un aliado, algo que debemos aprender a sentir y a comprender. Un vez que dejamos de temerle al dolor, podemos llegar hasta sus límites sin miedo e interpretar qué tipo de dolor se está manifestando en cada momento. Para el practicante de Yoga el dolor es el límite que nos dice cuándo debemos dejar de avanzar en una postura, pero la consciencia es la que nos dice qué tipo de dolor es el que sentimos y que señales nos está dando del cuerpo.

Aferrarse al dolor y el miedo a desmantelar el ego

Ocurre en muchas oportunidades que las personas se acercan a Yoga porque saben que necesitan mejorar sus estados internos. Normalmente los dolores las van llevando a recorrer diferentes caminos que acaban siempre en la disyuntiva de tapar el dolor con medicamentos y calmantes de la medicina alópata o recurrir a una terapia o actividad holística para sanar profundamente los orígenes del problema.

Para esas personas, acercarse a Yoga puede suponer una gran esfuerzo emocional, ya que es muy probable que la práctica de la disciplina desarme una cantidad de estructuras construidas en forma de personalidad que las mantienen aferradas a la queja o a la búsqueda de la solución, recorriendo médicos y formas diversas de medicina sin encontrar el remedio. El dolor las define y han aprendido a conseguir todo tipo de recursos materiales y emocionales desde su relación con él. Es lo que conocen y es desde donde se relacionan con el mundo que las rodea.

Más allá de lo que hayamos conseguido, si hay dolor evidentemente hay muchas cosas que debemos cambiar, y lo que conseguimos, sea mucho o poco, no es lo que realmente necesitamos sino lo que nuestra idea del mundo y de nosotros mismos ha conseguido.

La práctica sostenida de Yoga irá desarticulando las raíces del dolor y por lo tanto liberándonos de aquellos puntos de anclaje emocionalmente insanos que nos pueden proporcionar cierto lugar en el que aprendimos a comportarnos de tal o cual manera para llevar adelante nuestras vidas, aunque no sea positivo para la salud.

Superarlas barreras de un ego que puede llegar a atormentarnos es muy liberador. Atravesar el miedo a cambiar es fundamental para liberarnos del dolor. Afrontar la vida con expectativas de encontrar un estado saludable para todas las áreas de nuestro ser debería ser la brújula que nos guíe para liberarnos de aquello que nos afecta negativamente y nos lleva a padecer.

Yoga es una gran herramienta para ello, ya que ayuda a tomar consciencia de estas señales sutiles. Cambiar de hábitos o rutinas a través de su práctica puede darnos vértigo si no tenemos en cuenta que aquello que debemos soltar es lo que nos está desequilibrando.

Entrenar la mente para detectar los mecanismos que hacen que permanezcamos sumergidos en el conflicto, liberar al cuerpo físico para que la energía fluya, entrenar la confianza para superar nuestras propias limitaciones pueden resultar una gran revolución de alegría y bienestar  que, en muchos casos, a priori da mucho miedo.

Podemos aprender a relacionarnos con el dolor de una manera constructiva, comprendiendo que es la manera que tiene el cuerpo para señalar conflictos y  puede ser una interesante guía para alcanzar el equilibrio y la salud. Dejar de utilizarlo para reforzar nuestros traumas puede ser un principio interesante, y escuchar al cuerpo más que a la mente nos ayuda a darnos aquello que realmente necesitamos para encontrar un bienestar profundo y sostenido.

Pablo Rego es profesor de Yoga. Terapeuta holístico. Licenciado en Medicina Ayurveda de India.

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