Es duhkha sin la menor duda medular para comprender –igual que avidyā (tratado en mis dos textos anteriores para esta revista)– en esencia el porqué y el para qué de la práctica del yoga, ya desde sus más remotos orígenes milenios atrás y absolutamente vigentes en nuestra cada vez más acelerada, ansiosa y aparentemente herida humanidad actual. Escribe Ilde Leyda.

Foto de Yoga Vidya Mandiram
“El único origen de duhkha es avidya». (T.K.V. Desikachar)
“Con un rigor desconocido en cualquier otra parte, la India se ha aplicado a analizar los distintos condicionamientos del ser humano. […] para aprender cuán lejos se extienden las zonas condicionadas del ser humano y ver si algo más existe más allá de estos condicionamientos”. (Mircea Eliade)
Abordo ahora –como siempre basándome en las enseñanzas de T. K. V. Desikachar transmitidas por mis maestros Cristina Sáenz de Ynestrillas y Martyn Neal– en este nuevo artículo para YogaenRed el término sánscrito duhkha, sin la menor duda medular para comprender –igual que avidyā (tratado en mis dos textos anteriores para esta revista)– en esencia el porqué y el para qué de la práctica del Yoga, ya desde sus más remotos orígenes milenios atrás y absolutamente vigentes en nuestra cada vez más acelerada, ansiosa y aparentemente herida humanidad actual.
No hay ningún ser sintiente que evite duhkha (Desikachar)
“Duhkha es un estado de la mente. Aunque a veces la palabra dolor, pobreza y aflicción se usan para definir duhkha, está mejor identificada como un sentimiento de limitación. De alguna manera algo nos estorba profundamente y nos encontramos limitados. Esta limitación es duhkha. Cuando tenemos la sensación de mucho espacio, un sentimiento de confort y apertura, esto es lo opuesto: suhkha”.
De esta tan hábil forma introduce T. K .V. Desikachar este concepto fundamental en el yoga en su imprescindible Conversaciones sobre Yoga. Y a mí me parece imposible definirlo mejor, puesto que de manera tan clara y sencilla como aguda lo expone: este término sánscrito se refiere a un estorbo de/en la mente, a una sensación de encontrarnos limitados, de que estamos incómodos y, por lo tanto, en absoluto a nuestras anchas, sino todo lo contrario, atosigados en mayor o menor medida.
Además de en el Yoga, es un concepto clave en el Budismo y en el Vedanta, así como en otros sistemas filosóficos de la India.
La práctica en serio del Yoga trata de influir sobre esto para ir mejorando, paso a paso, la situación y procurar de manera gradual ir conduciendo a la mente hacia un estado cada vez más estable y prolongado de suhkha, es decir, hacia el antónimo de duhkha: la comodidad, la confianza y la seguridad, la claridad, el espacio y la apertura mentales, es decir, hacia un estado de bienestar y repito, sobre todo, de claridad (sattva).
Sí que he encontrado en numerosos textos esta palabra traducida al castellano por “dolor”. Traducir bien, con exactitud, es dificilísimo, claro; de hecho se trata de una empresa imposible, según los más avezados en este campo imprescindible del saber y del progreso humanos a lo largo de nuestra historia, pues no siempre existen las equivalencias precisas para lograr volcar a la perfección los contenidos y, sobre todo, las sutiles connotaciones de un código a otro más o menos parecido, más o menos distante en el espacio y/o en el tiempo. Entonces, ¿es que nuestra palabra está así mal traducida? No necesariamente, no digo eso ni mucho menos. Lo que pasa es que duhkha puede que signifique “dolor” en algunos casos, pero, en líneas generales, es más bien, como nos dice Desikachar: “un estorbo profundo, un sentimiento de limitación a nivel mental, un malestar”. Esto es, una molestia más o menos desasosegante, más o menos llevadera o no, que tenemos más o menos tapada, oculta, o no, dependiendo de cada caso, y a la cual nos hemos ido habituando (o no tanto) con el transcurso de los años y de las tantas veces complicadas vicisitudes de la vida de cada cual.
El dolor formaría también, sin lugar a dudas, parte del significado global, del conjunto de aspectos que abarca la palabra duhkha. Entendemos por dolor, según las acepciones incluidas en el diccionario de la RAE: “Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”. O también: “Sentimiento de pena y congoja”. Sin embargo, a veces pueden también darse dolores físicos que no acarreen duhkha, que siempre es una experiencia de índole mental/psicológica.
Así pues, vemos que el dolor es algo que normalmente experimentamos como una realidad plenamente concreta, evidente y de cierta gravedad palpable, ya sea este físico o psicológico, mientras que duhkha incluye más aspectos y variantes, llegando incluso a malestares, molestias y desazones que, en muchas ocasiones, sí que se encuentran ahí, presentes en nosotros, y sí que nos afectan por más que frecuentemente no acabemos de ser totalmente conscientes de ellos o por más que nos resulten de origen muy vago, sutil, impreciso, de muy difícil explicación o, como le pasa a menudo a un alto porcentaje de personas, aun cuando lo aceptemos como una parte connatural, inherente e inevitable de la vida humana con la que, de una forma o de otra, hemos de aprender a convivir y/o disimular y/o tratar de autoengañarnos a nosotros mismos asegurándonos que no, que eso no está ahí o que, de estar, tampoco es que nos incomode o limite tanto que digamos, etcétera.
Aquí ha de afirmarse la verdad: todos los seres humanos, en mayor o menor grado, tienen/padecen, por así decir, de duhkha. Es consustancial a nuestra naturaleza. Y luego, claro está, ya dependerá de la personalidad, de las condiciones, tanto internas como externas, de las distintas etapas a lo largo de una vida, de la época que a uno le haya tocado vivir, etcétera, el que se vayan desarrollando o no unos grados verdaderamente altos y agobiantes, incluso pudiendo llegar para muchas personas a resultar inasumibles e incapacitantes.
Pero duhkha, a buen seguro, está ahí. Y nos condiciona a nosotros y, por lo tanto, al conjunto de nuestras vidas.
“Pero la vida es así… ¿Tú qué quieres?”
“Pero, ¿y qué quieres? La vida es así…”. Con este tipo de lapidarias frases recurrentes intentan la mayoría dar por zanjado el tema, seguramente mientras los niveles de duhkha “en sangre” se siguen manteniendo dentro de lo razonable, de lo controlable, de lo disimulable, claro…
Desikachar: “Hay siempre, pues, una perturbación en una u otra forma, debido al efecto combinado de nuestros hábitos y de las cualidades que constituyen nuestra mente. Intentamos modificarla por la práctica del yoga”.
Por lo tanto, mediante la práctica asidua del Yoga en su sentido extenso, procuramos ir paulatinamente modificando esta situación para que la presencia de duhkha en nosotros sea cada vez menor.
“La totalidad del yoga es un intento por poder realmente evitar duhkha en la vida” (Desikachar)
“El duhkha que ha de llegar puede ser evitado. Nos anticipamos y tomamos medidas preventivas. Este proceso tan importante es el único camino para poder realmente evitar duhkha en la vida. La totalidad del yoga es un intento por hacer esto. Sabemos que duhkha volverá mientras avidya subsista. El único origen de duhkha es avidya” –explicaba Desikachar.
Y, en esta misma línea, acabaremos por hoy citando los Yoga-Sūtra de Patañjali: heyam duhkhamanâgatam (sūtra II.16): “El duhkha que puede producirse debe ser previsto y evitado”.
¿Cómo? Dirigiéndonos a su origen, a su fuente, a la causa o causas primeras que lo activan y actuando atinadamente sobre ellas, esto es, actuando sobre avidyā, la confusión (pueden verse mis dos artículos anteriores en YogaenRed).
En palabras del gran Martyn Neal: “En cuanto a la batalla, esta no se libra de frente como se hacía en los siglos pasados con dos ejércitos cara a cara. El método de Patañjali es la ocupación del terreno y la vigilancia”.
Ilde Leyda empezó a practicar yoga en 2001. Desde comienzos de 2002, y durante más de diez años, fue alumno de Cristina Sáenz de Ynestrillas, alumna de Claude Maréchal y de T. K. V. Desikachar. Comenzó ya a dar clases en 2003. Y, desde 2019, prosigue su formación con Martyn Neal. Imparte clases de grupo y particulares, así como talleres dirigidos a quienes quieran profundizar cada vez un poco más en este método milenario de cuidado, conocimiento y mejora personales.
Ha traducido al castellano la tan bella como profundamente inspiradora obra What are we seeking? de T.K.V. Desikachar y Martyn Neal.
Puedes contactar con él a través de ildeyoga@gmail.com y/o del número 653379095.