Por el cuerpo, a la Consciencia

2023-03-23

A lo largo de mi trayectoria como practicante y también como periodista especializada en yoga, he conocido a muchos enseñantes y asistido a numerosas clases de yoga, la inmensa mayoría con gran provecho, y es que es raro que una práctica guiada no inspire en ti enseñanzas interesantes. Sin embargo, todo lo más valioso nos llega directamente a través del cuerpo. Escribe Pepa Castro.

En la foto, el maestro B. K. S. Iyengar.

Me he encontrado bastante a menudo con docentes que dedicaban sus clases casi exclusivamente a practicar ásana como un peaje necesario hacia un raja yoga idealizado, reino de la mente soberana. Resulta paradójico que ese hatha yoga confusamente llamado “yoga físico o corporal” –que es el más practicado en todo el mundo, con diferencia– sea tal vez el que más suspicacias despierta en un sector profesional del “yoga tradicional” que considera el cuerpo un mero vehículo material, denso e impuro, para acceder a los planos más elevados del espíritu. Un cuerpo separado de mente, psiquismo y consciencia que evidentemente no existe.

Sin embargo, el primer regalo del yoga es darte cuenta de que el cuerpo es todo lo que eres.

El regalo de la propiocepción

Una de los primeros regalos en mi camino del yoga fue la percepción integral de mí misma. Ahí, sobre la esterilla, ya no eres solo un chasis que funciona, se mueve o se ejercita, sino que te percibes como una existencia presente, sintiente y consciente de sí. La primera revelación surge precozmente: la conciencia de que eres mucho más de lo que creíste ser o te hicieron creer que eras. Eres consciencia encarnada.

Una apreciada amiga me contó lo mucho que le conmovió, en sus primeras experiencias como profesora de yoga en un pueblo de Granada, que sus alumnas, amas de casa y campesinas entradas en años, le agradecieran emocionadas el haberles descubierto que ellas también merecían escucharse y cuidarse, y no solo vivir al servicio de sus familias… Cincuenta o setenta años ignorándose y ahora, gracias al yoga, podían por fin mirarse por dentro y descubrir su infinidad.

Nuestros cuerpos contienen nuestras historias de vida. Contienen nuestro dolor y traumas, nuestra ansiedad, nuestras tristezas, nuestras alegrías. Y aunque vivimos en un mundo dominado por la expresión oral, nuestros cuerpos guardan toda información veraz de lo que sentimos y vivimos. De hecho, la mayoría de las veces ni siquiera nos damos cuenta de ello, o no nos importa. Esa distancia entre nuestro «yo» y nuestros cuerpos deja espacio para el diálogo interno negativo constante, la reprobación y el castigo del cuerpo considerado como una cárcel o una carga.

Se define la propiocepción como la capacidad de sentir los movimientos y la posición de los músculos y articulaciones, así como los cambios en el entorno interno y externo. Esto se logra a través de los receptores sensoriales especializados que se encuentran en los músculos, tendones, articulaciones, piel y órganos internos, que envían información al cerebro para ayudar al cuerpo a responder a los estímulos externos y a regular la postura, el equilibrio, la coordinación y la fuerza.

Pero hay mucho más que se ha descubierto en los últimos años.

La inteligencia emocional del cuerpo

Gordon M. Shepherd, neurocientífico de la Universidad de Yale, ha demostrado en sus investigaciones que la propiocepción juega un papel importante en la formación de los conceptos conscientes. La información que recibimos a través del cuerpo influye en la formación de captaciones conscientes que intervienen en la toma de decisiones, el comportamiento y la habilidad para interactuar con el entorno. Además, estas investigaciones también han demostrado que la práctica consciente de la propiocepción puede mejorar esa captación de conocimiento.

Y aún hay más estudios interesantes que ponen en valor lo que ya sabían los sabios yoguis y los herederos de su legado: que el cuerpo es decisivo para aprender a evolucionar como seres humanos completos. Es por eso que las prácticas del yoga, centradas en la propiocepción y en la conciencia corporal a través de la respiración y la postura, influyan directamente en la regulación emocional, es decir, en lo que podríamos llamar “felicidad no condicionada”.

La regulación emocional se refiere a los mecanismos que controlan respuestas emocionales como la ansiedad, la ira o la tristeza, pero también nos dotan de la capacidad para detectar y responder adecuadamente a estímulos internos y externos, tolerar la incertidumbre, manejar la frustración y controlar emociones, pensamientos y conductas.

En 1994 el neurocientífico Stephen W. Porges desarrolló la Teoría Polivagal, que se ha convertido en uno de los marcos teóricos más ampliamente aceptados para entender la regulación emocional y el comportamiento humano. En síntesis sostiene que el sistema nervioso autónomo controla la regulación emocional a través de la propiocepción. Y la regulación emocional a su vez puede afectar a la consciencia de sí. El Modelo Polivagal también explica cómo estas interacciones influyen en nuestro comportamiento, salud mental y bienestar.

Según Stephen Porges, nuestro cuerpo responde a los estímulos ambientales y emocionales como una inteligencia innata que nos ayuda a regular las emociones, comportamientos y voluntad. Los sistemas neurológicos, psicológicos y emocionales se conectan (nos suena a la Unidad de la que hablamos en yoga, ¿verdad?) para formar la inteligencia, y ésta puede ser utilizada para nuestro bienestar.

Embodiment

En los últimos años, la ciencia occidental está tomando conciencia de la importancia que el cuerpo tiene en la comprensión de la mente. Con el término «embodiment» los investigadores han planteado que la relación mente-cuerpo es recíproca, de modo que el conocimiento que tenemos del mundo está enraizado en nuestros estados corporales. Como ya explorara Moshe Feldenkrais, se estudia la conexión con la experiencia física, emocional y mental del propio cuerpo, así como con los demás. Implica además una comprensión profunda de nuestra propia anatomía y cómo nuestra experiencia de vida está influenciada por ella.

El brillante psiquiatra y filósofo Thomas Fuchs, argumenta que la conciencia no se puede entender correctamente sin considerar la encarnación;  o sea, el cuerpo, mediador entre el mundo interior y el mundo exterior y fuente de información para el autoconocimiento. Fuchs concluye que la corporeidad es un camino hacia la Consciencia, y que una comprensión de las interacciones cuerpo-mente es necesaria para abordar la enfermedad, pero también para la conexión con los demás y con el mundo que nos rodea.

Pepa Castro es codirectora de YogaenRed

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