¿Cuánto hablo de lo que he aprendido y cuánto desde mi propia experiencia? ¿Qué tan capaces somos las yoguinis y yoguis de hoy en día de transitar (y muchas/os como profesoras/es, también de transmitir) ese camino mágico sin que sea un dogma o un estilo de vida a imitar? Escribe Ana Perea.
He entendido que el camino del yoga es el de la unión, el de descubrir la verdad indivisible de la realidad. Hatha se refiere al sol y la luna, lo masculino y femenino y todas las polaridades. Prana, la energía vital y kundalini, la trascendente. Koshas, los cuerpos que habitamos: desde la densidad física hasta la sutileza de Dios.
¿Cuánto hablo de lo que he aprendido y cuánto desde mi propia experiencia?
¿Qué tan capaces somos las yoguinis y yoguis de hoy en día de transitar (y muchas/os como profesoras/es, también de transmitir) ese camino mágico sin que sea un dogma o un estilo de vida a imitar?
¿Cuánto miedo tenemos a que, si hablamos de lo que nos pasa, nos alejamos del «camino»?
¿Tomamos las enseñanzas como un mapa y lo caminamos usando estos conceptos como puntos de referencia o tenemos una vida que intentamos ajustar a lo que hemos aprendido en los libros?
Llevo más de 20 años practicando yoga y aún hoy veo mi inautencididad. Sin culpa, pero como un aviso: vuelve a ti, vuelve a lo real. Y tengo que superar el miedo a que lo que llamo real no coincida con el camino yóguico. Porque la enseñanza del Yoga es actual y universal. Pero tengo que hacerla mía, tengo que hablar con mi lenguaje y de los retos de mi tiempo, que son los que se me presentan a mí.
Siento la kundalini aún con miedo a nombrarla, aún con dudas de si será eso de lo que hablan los libros y maestros. ¡Qué carajo, sí! No es una serpiente enroscada en la base de la columna que se despliega de una cierta forma cuando meditas de un modo determinado. Es lo que me hace estar escribiendo este texto cuando aún no he hecho la comida y cuando mi mente se pregunta: ¿quién soy yo para hablar de esto? Es el relámpago que me atraviesa cuando quiero participar en un nuevo retiro de meditación; es la confianza de presentarme a una nueva clase sin tenerla preparada y se expresa de manera fresca y sorprendente; es la creatividad de dar voz a mi experiencia; es la claridad. Es también la fuerza que quiere salir cuando estoy contracturada, cuando mi mente se tensa, cuando mi cuerpo se cierra; es lo que empuja.
Mi lado femenino es el que pocas veces atiendo y me recuerda que es totalmente necesario. Es mi capacidad de amar e incluir todo en mi experiencia. Es la que me recuerda que en las pequeñas cosas hay un gran logro si están insufladas por el espíritu.
Mi lado masculino es un guerrero. Es incapaz de escuchar la voz de lo femenino hasta que ella lo seduce o hasta que, agotado de su batalla épica, se rinde. ¿Cuánto me falta por integrar esas polaridades?
Estudio los koshas o envolturas, pero ¿diferencio en mi experiencia lo que es el cuerpo, la mente, la energía y sigo buscando lo trascendente, o me quedo maravillada y apegada por los efectos de la energía fresca y revitalizante de después de una práctica magnética y exótica o de algunas experiencias sutiles?
Decimos que el yoga es más que las posturas, pero ¿de qué se trata? ¿De una filosofía con 8 pasos o de dar a luz a la verdad en este cuerpo y esta mente?
Solo una invitación a que nuestra contemplación atraviese nuestras vidas y baje la luz a la tierra. ¡Gracias yoguinis y yoguis por vuestro caminar!
Swarupa, Ana Perea es profesora de yoga y meditación además de licenciada en antropología sociocultural y en ciencias de la información. Encontrarás más información, reflexiones y actividades como un grupo de meditación en Zoom o un curso sobre el despertar espiritual en la web: yogahorabcn.com.