Vejez y yoga

2022-06-03

107 años tiene. Se llama Eileen. En su cuerpo no sólo sigue habiendo belleza, sino también verdad. La fuerza que impulsa la vida es invisible. Podemos sentir su presencia transgrediendo los valores “eternamente jóvenes” (e inmaduros) de nuestro tiempo. La anatomía del gesto expresa la intimidad de quien habita el cuerpo. Un cuerpo envejecido por la experiencia aceptada, por la pérdida asumida y la libertad adquirida. Escribe José Manuel Vázquez.

Eileen

Fotograma de Eileen, dirigida por Sue Healey. Ver el vídeo más abajo, con música de David Orlowsky y David Bergmüller.

Siento que el cuerpo aligera su peso cuando abandona el resentimiento y abraza el milagro.

Ficción, diría el poeta anciano, ciego y visionario. Somos sueños que la materia alimenta. Los yoguis también nos hacemos mayores, aunque Instagram diga lo contrario. Nos vamos diluyendo en recuerdos. Podríamos desaparecer sin la mirada del otro; pero también podríamos nacer a una soledad sonora, reverberante y pausada. Sobrevivir al naufragio es lo que tiene. A la mirada cómplice le sustituye el recuerdo. El horizonte se borra, lo pequeño se hace inmenso. El huidizo presente se aparece como una isla de luz en medio de una extraña y pacífica eternidad.

La vejez tiene cabida en el yoga. Meditar, extender, abrir, aceptar, observar, reconocer… En el interior de los cuerpos se expanden galaxias y, sin embargo, en la mirada superficial y superflua del que no sabe ver sólo hay decadencia. ¿No decían que lo importante es invisible a los ojos? Tengo una alumna que tiene 84 años. A día de hoy, sigue enfrentando sus sombras, iluminándolas con determinación y cansancio a partes iguales. Comparto con ella tiempo, complicidad y yoga. Mucho yoga, el suyo. Aprendemos juntos. Intentamos que la vida no se convierta en un dejarse ir sino en un completarse. Este texto va dedicado a ella…

…Y también a todas las mujeres mayores con las que he trabajado. Fueron ellas, con sus aciertos y limitaciones, las que al inicio de mi carrera profesional me aceptaron y me dieron su bendición. Fueron ellas las que me hicieron ver lo que sí y lo que no, lo que sobraba y lo que era esencial en una clase de yoga. Hace pocos años fue una mujer mayor extraordinaria, con deterioro cognitivo severo, la que me puso delante la realidad del olvido; el de uno mismo y el de los demás. Ser invisible puede ser una condena, pero también la última opción que nos queda para ser quien no fuimos por un guión mal entendido.

Hoy, por estas sincronías que tiene la vida, una mujer se regaló para su 65 cumpleaños y de forma improvisada, una sesión de yoga terapéutico. Se deshizo del peso que traía, se afirmó en su decisión de seguir viva, de moverse y de aceptar retos. Sin saberlo, ella también me hizo un regalo a mí. Me recordó de dónde vengo y a dónde inevitablemente me dirijo. 107 años tiene. Se llama Eileen. En su cuerpo no sólo sigue habiendo belleza sino también verdad.

Asómense:

 

José Manuel Vázquez, es profesor y formador de profesores certificado por la Yoga Alliance. Desde 2001 dirige su propia escuela de yoga, Yoga Orgánico, donde dirige una formación de profesores. Es autor de Los valores terapéuticos del yoga y de Manual de yoga para occidentales (ambos en Alianza Editorial). Su última creación musical Moon.

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