Lecturas de verano: Guerrero de la paz interior

2021-08-13

Os traemos aquí una selección de muy inspiradores fragmentos del libro Enseñanzas del guerrero espiritual, de Ramiro Calle, publicado por Mandala Ediciones. Tras una breve introducción, leeréis los consejos que con toda probabilidad serán difíciles de olvidar.

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Todas las guerras son insensatas, estúpidas, destructivas y necias. Toda violencia es desertizante, estéril, contraproducente. El odio sólo puede conducir al odio; la ira desencadena ira; el desamor engendra desamor. El denominado se humano sigue siendo un homo-animal y la capacidad de su consciencia no difiere mucho de la del cavernícola. El hombre es un peligro constante para el hombre. Emocional, mental y espiritualmente la Humanidad sigue en la minoría de edad. En la mente humana reina la ofuscación que trasciende a la sociedad y genera continua ofuscación, desmedida codicia y odio irrefrenable. Las disputas son el signo predominante. Gobernantes dormidos, de corazón de piedra y alma de madera, dirigen el mundo. Todo ello es el resultado de una consciencia crepuscular, mediocre, si entendemos por este término lo que realmente significa: a medio camino, De la confusión nunca puede derivarse claridad, sino ulterior confusión. Son ya muchos millones de años de confusión, muchos millones de años de mediocridad.

Es un guerrero espiritual el que no asume tal estado de cosas y trata de cambiarse para poder cambiarlas. Es un guerrero el que no se resigna a su supina necedad y trata de poner medios para desarrollar su consciencia y liberarla de la ignorancia, la avidez y el odio. Es un guerrero el que descubre que él puede ser el mayor obstáculo, y se empeña en superarlo. Libra su propia batalla interior y aprovecha todas las circunstancias externas, aun las más difíciles, para crecer interiormente, mejorarse y evolucionar.

Por cualquier lado que probemos el océano, sus aguas tienen el mismo sabor, del mismo modo que todas las tradiciones de guerreros espirituales de todas las épocas y latitudes coinciden en lo esencial. las enseñanzas más nucleares del arte de la guerrería han sido recogidas en esta obra. Son para ser leídas, reflexionadas e incorporadas como una actitud noble y amorosa de vida. Hay personas que quieren despertar y ponen los medios para ello, siendo guerreros del espíritu, porque valoran por encima de todo la más suprema de las conquistas: la de uno mismo. Es el mayor significado de la vida; el perfume más preciado.

Enseñanzas del guerrero

1

Es un verdadero guerrero espiritual no aquél que combate contra los demás y trata así de apuntalar su ego, su arrogancia y su afán de imponerse, sino aquél que aprende a relacionarse consigo mismo, mejora la relación con las otras criaturas sintientes, desarrolla sus potenciales anímicos, procura un sentido de integración y mejoramiento a la existencia, promueve las energías constructivas y de crecimiento, instrumentaliza la vida —incluso las situaciones difíciles o circunstancias adversas— para completar su evolución interior y sabe vivir a cada instante con consciencia lúcida y ecuánime… o por lo menos no ceja en el intento de conseguirlo.

2

Es un guerrero espiritual el que emprende la conquista de sí mismo. Para ello no se aísla, y prosigue con su vida cotidiana, aunque en una dimensión de consciencia y percepción diferente a los que no están en la senda de la búsqueda. Una y otra vez recompone su ánimo y retoma el hilo de la consciencia; no se deja abatir nunca en demasía, por difíciles que resulten los acontecimientos; sabe poner en marcha sus recursos internos y obtener energías extras en la dificultad; vive instalado en el equilibrio, no dejándose perturbar en exceso por la ganancia o la pérdida, la victoria o la derrota, el encuentro o el desencuentro, el elogio o el insulto. Como el elefante consistente, sigue su ruta. Trata de poner las condiciones para mejorar su vida externa, pero jamás abandona su progreso interior. No hay mayor conquista que la de uno mismo; no hay mayor conocimiento que el conocimiento interior; no hay mayor alegría que la que brota de la fuente interna de serenidad y no depende exclusivamente de los eventos del exterior.

3

Hay un propósito supremo para el guerrero espiritual: ganarse a sí mismo y ser interiormente libre. Es un revolucionario de lo interno. Rastrea realidades hacia afuera y realidades hacia dentro. De este modo le otorga un significado especial a la existencia, y cada momento tiene así su propio peso específico, su mensaje, su sentido. Es como un sabueso siguiendo las huellas de la Sabiduría.

4

Es afable; no es huraño. Es de todos, pero no crea vínculos de apego, ni se aferra, ni se atribula en exceso por la pérdida, ni se exalta por la victoria. Sabe ver y sabe estar. Cuando se debilita, toma consciencia de su propósito. Cuando se entristece, saca fuerzas de su flaqueza. Para alcanzar la libertad interior y completar el autoconocimiento y la evolución consciente, instrumentaliza toda actividad, circunstancia y situación para seguir creciendo, abrillantar la consciencia, cultivar la atención, afinar la ecuanimidad, desarrollar la comprensión lúcida y abrir las puertas a la sabiduría.

5

El guerrero espiritual lo es porque confronta y enfrenta; no se retira, no se escabulle; aprende a bregar en la vida cotidiana, desde la quietud. Está en la actividad sin agitación; en la acción sin enajenación. Da la bienvenida a todo lo que se presenta en su camino vital, por doloroso que resulte. Porque está consciente y ecuánime, trata de sacar una enseñanza y una energía incluso del sufrimiento. No se resigna, pero sabe aceptar lo inevitable; no se amilana, pero sabe cuándo hay que no generar inútiles conflictos. Está como si no estuviera y está aun cuando no está. Es como el riachuelo que sabe encontrar el punto de menor resistencia para seguir fluyendo; es como la montaña que sabe inmovilizarse y hallar poder en su consistencia; es como la nieve que lenta y casi imperceptiblemente, pero con constancia, termina por quebrar la rama de un árbol; es como el cielo, que no deja que las nubes lo arrastren; es como el lirio, que cuando llega el huracán se pliega hábilmente sobre el suelo y luego, pasado el mismo, se incorpora con toda su hermosura; es como la luna, que sabe reflejarse espontáneamente en el lago; es como el tornado, en cuyo centro hay un espacio de quietud.

6

Para el guerrero espiritual nada en sí mismo es un obstáculo, nada una maldición, nada una condición insuperable. Todo puede convertirse en soporte para la autorrealización, en instrumento para el crecimiento, en medio para estabilizar y fortalecer el carácter, en maestro para estimular la comprensión. Aquello que tiene remedio, se remedia; aquello que debe y puede ser modificado, se modifica. Pero lo que no se puede resolver fuera de sí mismo, se resuelve dentro de sí mismo; cuando las circunstancias no pueden ser controladas, queda el control de uno mismo. Ante lo inevitable, ecuanimidad; ante lo irreparable, ecuanimidad; ante lo insuperable, ecuanimidad. El guerrero va aprendiendo a convertirse en arquitecto de sí mismo. Puede fracasar muchas veces en su aprendizaje, pero no se desmorona. Cada fracaso es enseñanza y estímulo. Muchos fracasos, muchos maestros; muchas derrotas, muchas enseñanzas.

7

Vive la vida con consciencia. si ama, ama; si camina, camina si huele el aroma de una flor, huele el aroma de una flor; si está en el trabajo, trabaja; si está en el ocio, reposa. Hace aquí y ahora. No se extravía en memorias y anticipaciones.

Es como el espejo que refleja de momento en momento. Todo acto es importante; toda actividad es un instrumento. Recuerda desde la consciencia; proyecta desde la consciencia. No se atolondra. No se desbarata psicológicamente. Trata de comprender el río sinuoso de los acontecimientos. Distingue entre acontecimientos ex ternos y estados anímicos. No deja que los segundos se vean especial mente contrariados por los primeros. Vive en el aquí y el ahora, pero no pierde la perspectiva. Se empeña en conquistar una visión panorámica. Nunca se arroga la razón; nunca se atrinchera en la falacia de la personal verdad. Respeta los puntos de vista, pero sabe que, como dijera Buda, no hay peor apego que el que tenemos hacia las opiniones.

8

Cada momento cuenta. La vida es muy corta. O muy larga si cada momento está esmaltado con la luz de la consciencia. Cultiva su atención metódicamente, como el joyero que limpia sus gemas. Trata de desempeñar su mente. Refrena sus raíces negativas: ofuscación, avidez, odio. Recrea sus raíces positivas: lucidez, generosidad, compasión. Tiene buen carácter; ejercita la cordialidad; confía en que todo es más conseguible con la educación que con la grosería. No cree en la violencia ni en los malos tratos; no cree en la opresión ni en la agresividad; no cree que jamás el odio pueda ser vencido por el odio. Cree en la bondad fundamental que puede hallarse en lo profundo de sí mismo; confía en el guía interior que brota cuando la mente se ha liberado de trabas, engaños y negatividades.

9

Cultiva su temple. Es a la vez recio y manso, controlado y fluido. No descuida la actitud coraje, enfrentando los miedos y temores. Sabe, empero, que todo ser humano teme, que nadie está exento de miedos. No cae en actitudes narcisistas, triunfalistas ni de desmedida autoexigencia. Desconfía del extremo de la excesiva autoindulgencia y del de la excesiva autoexigencia. Dispone hacia sí mismo de una actitud adecuada. Se perdona cuando es necesario, pero siempre en el intento de cambiar las actitudes y procederes equivocados, poco provechosos o dañinos. Nada de falsos arrepentimientos; nada de justificaciones o pretextos; nada de inútiles sentimientos de culpa. Se responsabiliza de sus pensamientos, palabras y actos. Es cabal… o trata de serlo. Es comprensivo… o se empeña en conseguirlo. Está dispuesto a perdonar y a no dejarse despedazar por los buitres del rencor o la venganza. No permite la violencia ni la grosería. Es apacible, pero firme. Sabe no crear conflictos, pero no se deja manipular. Sabe estar, pero no se pone al alcance de los aviesos, desaprensivos u ofuscados. Está en disponibilidad, pero no se deja someter.

10

El guerrero espiritual aprecia la destreza y bruñe su carácter de guerrero con la meditación, la verdadera motivación y la apertura a la corriente de energía amorosa y despierta. Le gusta la precisión; no ama el desorden. Pero jamás se obsesiona. No tiene manías, o trata de superarlas. Se ordena hacia dentro y pone orden hacia fuera; trata de drenar el fango de su subconsciente y hace cuánto puede para mejorar condiciones en lo externo. Libra, ante todo, su propia batalla y no entra en batallas ajenas. Sabe que antes que nada hay que reformar al reformador, «revolucionar» al revolucionario. Persigue su propio líder interior y trata de no alimentar carencias emocionales, adicciones y dependencias. Es libre como el viento al amanecer; es prudente y no se arroga cualidades de las que carece; aprende a considerar y no anhela ser considerado; se adiestra en conocer a los demás y tender vínculos de afecto hacia ellos. Sabe que la inteligencia clara es una cualidad inestimable. Se entrena para tener una mente fría y un corazón tierno, un entendimiento claro y una sensibilidad exquisita. Mente y corazón son dos caminos que deben confluir y de ahí saldrá la senda más precisa hacia el exterior y la vía más fecunda hacia uno mismo.

11

Aprende a navegar en el nivel de lo cotidiano y en el de lo supracotidiano. Sabe estar contemplativo en la acción y activo en la inacción. Es una persona práctica y una persona mística; es pragmático y romántico. Concilia los pares de opuestos y trata de recobrar una visión de unidad. Deja que el Todo fluya por él como el viento lo hace por un bambú hueco. Aprende a vigilar pensamientos, palabras y actos. Conectado con su ángulo de quietud, ¿quién puede robarle la paz?

12

Desconfía del ocio, pero lo aprecia en su justa medida. Mejor sería decir que desconfía del debilitamiento que un ocio mal conducido puede acarrear. No se entrega a la indolencia. Está presto. Se adiestra. Siempre preparado para la autoconquista. Pero jamás es rígido ni compulsivo. Nunca es más indulgente consigo mismo que con los demás. Él es su propio desafío y su propio reto. Toma la vida como una fabulosa mentora. La apatía no halla hueco en su ánimo. No cede a los achaques de la negligencia. Preserva el filtro del discernimiento y sabe que la Sabiduría se gana, que no se adquiere gratuitamente. Así no deja que su voluntad se agriete.

13

Es sensible, no sensiblero. Corrige cuando es necesario, pero nunca es quejumbroso. Es compasivo, pero evita apegarse. Sabe entregarse, pero no pierde su eje. Ama desde la libertad interior y para la libertad interior. Comprende que no hay cosa más importante que el amor y sabe que estamos en el camino para ayudarnos.

14

Si algo valora el guerrero espiritual por encima de todo, es la paz interior. Nada es superior a un destello de auténtica paz interior. Nada es comparable. Pero esa paz es el resultado de una lucha sin tregua contra su propio ego. Se gana con dolor y con tesón. Requiere esfuerzo correcto; ánimo presto; cera motivación; enfoques claros, actitudes adecuadas. Es el oasis final del desierto. No es el patrimonio de los débiles espirituales, ni de los apáticos. El guerrero encuentra fortaleza en su debilidad. No se permite la debilidad como pretexto, sino que de la debilidad extrae la fuerza para proseguir caminando. Pero jamás desprecia la debilidad, porque es profundamente humana; en la mezquindad ve la perversidad. Aprende a obtener ventaja incluso de las circunstancias o situaciones desventajosas. Lo que tiende a someterle, es sometido; transmuta el veneno en néctar; sabe certeramente que el mismo suelo que te hace caer, te ayuda a levantarte. Aprende de cada error; se hace más sagaz con cada traspiés.

15

El ánimo siempre vivo. El ánimo renovado. El ánimo a flor de piel, aunque las heridas sean profundas y largas corno un río. El ánimo inquebrantable. Tal es el ánimo del guerrero. Del fracaso se hace una enseñanza; del error, un ulterior acierto; de la derrota, una lección de ecuanimidad. Un ánimo vital, pero sosegado. Un ánimo que previene contra las vacilaciones inútiles y que permite encarar las circunstancias adversas de la existencia sin ansiedad. Un ánimo que se mantiene incluso ante la muerte y que permite reconciliarse con ella con elegancia y lucidez. Ese es el ánimo que permite superar la angustia que atenaza a todo ser humano ante las situaciones especialmente difíciles. El guerrero espiritual procede como si esa angustia no se presentase… aunque se presente.

Estos fragmentos pertenecen al libro Las enseñanzas del guerrero espiritual, de Ramiro Calle, publicado por Mandala Ediciones.

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