Sexualidad femenina y mindfulness en la revolución tecnológica

2020-06-25

Dos de las causas más frecuentes de consulta sexológica en mujeres es la falta de deseo sexual y el trastorno orgásmico femenino (incapacidad de llegar al orgasmo u orgasmo atenuado). La tecnología y las redes tienen que ver con ello. Escribe Natalia de Ancos.

El porqué de estos fenómenos es muy amplio pero, como creo que lo macro se refleja en lo micro, me gustaría comenzar por el proceso de desensibilización que está aconteciendo en esta sociedad y cómo se refleja en nuestros cuerpos.

Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en estos tiempos es no sucumbir al proceso de “descorporización” que supone pasar tanto tiempo frente a pantallas y dejando que nuestra vida dependa cada vez más de las tecnologías. Estamos ante una evolución cultural sin precedentes, la tecnología progresa geométricamente y hacer cada vez más uso de ella conlleva el riesgo de perder nuestra conciencia corporal.

Sería objeto de otro debate entrar a analizar hasta qué punto las tecnologías nos facilitan la vida o la dificultan, nos aportan libertad o nos esclavizan, pero de lo que no hay duda es que con el avance de las tecnologías se está produciendo un proceso de deshumanización, una abstracción en las relaciones, tanto con los demás como con nosotras mismas. Esta “descorporización” afecta de una manera más directa a la sexualidad y a la sensualidad.

Diferenciar ambas me parece muy necesario para poder reencontrarnos con la cualidad de ellas con la que queramos reconectar.

Sensualidad y sexualidad

La sensualidad tiene que ver con ser, con estar, con darse cuenta de que somos seres sintientes. Su energía es expansiva y puede ser tan armónica como excitante. La sexualidad tiene que ver con hacer, con ir hacia, es una energía directiva y concentrada. En todo caso ambas son, quizá, nuestra conexión más directa con el reino animal.

Nuestros cuerpos, desenergetizados tras largas horas sentadas frente a pantallas pasan a agotar sus escasas reservas al saltar de la silla a la cinta de correr o a realizar la lista infinita de tareas domésticas o de cuidados a terceros… Nuestro cuerpo “sufre en silencio” la carga de ocupaciones a los que se suman los abusos históricos sobre el cuerpo de las mujeres.

En cualquier ámbito de la vida cotidiana nuestras ancestras en general han tenido que entregar su vida a que otros desarrollen la suya. Han tenido que entregar su sexualidad al placer de otros y su propia sexualidad no se ha visto reconocida hasta hace bien poco, pues hasta mitad del siglo XX se consideraba que una mujer decente no tenía deseo sexual. Hasta hace bien poco una mujer con deseo sexual era considerada primero pecadora y luego enferma de histeria. Los antiguos pecados se convertían así en enfermedades. Más tarde, cuando los movimientos feministas reivindicaron la sexualidad femenina, el sistema patriarcal rápidamente le dio la vuelta y la mujer tuvo que pasar por la vía rápida del recato a la hipersexualización… Para ser una mujer moderna, había que estar “cachonda”. Creencia que sigue vigente en la actualidad.

La realidad es bien distinta, la mujer quiere ser sujeto deseante y deseada, pero la confusión y la contradicción vive por igual en muchas de nosotras. La realidad es que después de hacer frente a la vida cotidiana es muy difícil conectar con nuestro pulso sexual.

Dos casos generalizados

En las relaciones heterosexuales, habitualmente me encuentro dos grandes grupos donde a veces confluyen las problemáticas y en otros casos se ramifican.

Mujeres en relaciones de largo recorrido donde la sexualidad se ha convertido en un trámite para sostener el bienestar de la pareja. En muchos casos las mujeres manifiestan que para ellas el sexo se ha convertido en una tarea más, que no les proporciona más placer que el hecho de compartir intimidad y con suerte algún orgasmo localizado, mecánico.

Por otro lado la gran cantidad de mujeres que no tienen pareja sentimental y/o sexual y en las que muchas quieren seguir disfrutando de su sexualidad. Pocas son las que manifiestan encontrar pareja sexual con la que mantener una relación en la que ambas personas crezcan. En la relaciones heterosexuales, tras los primeros encuentros, se repiten los patrones adquiridos por generaciones donde prevalece la sexualidad concentrada en la genitalidad, reduciendo la gama de sensaciones y experiencias, yendo a contra natura del cuerpo de la mujer, donde la sexualidad es en general más expandida y está menos localizada en la genitalidad.

Otras mujeres sin pareja sexual esperan que aparezca alguien que vuelva a estimular su sexualidad y pueden pasar largas temporadas sin que esa persona aparezca o quizá no aparece ya nunca más.

Otras tantas, tanto en pareja como no, han soltado ya la sexualidad como algo que no va con ellas. Un aspecto con el que en algún momento disfrutaron o no pero sienten que se acabó ya para ellas.

Todas ellas olvidan que pueden gozar de la sexualidad o expandir su sensualidad sin necesidad de que aparezca ninguna persona maravillosa que les despierte cual Cenicienta.

Mindfulness para volverse a habitar

Explorar los sentidos, agudizarlos como antenas que son, ampliará nuestra capacidad de sentir, activando nuestro cuerpo sintiente, volviendo a habitarlo.

La práctica continuada del Mindfulness o atención plena en el cuerpo, en su postura, en  el movimiento de la respiración en él, en recuperar el espacio que la respiración proporciona a nuestro cuerpo por dentro y por fuera, la atención plena a los sentidos, la atención plena a la pertenencia a un mundo sensual, a nuestra conexión con él, irá devolviendo en gran medida la sensualidad gozosa a nuestros cuerpos y a través de esa energía de ser, de estar, podremos volver a conectar con nuestra energía sexual más genuina.

Por el contrario, observo cómo se promociona una sexualidad rápida, localizada, centrada en hiperestimular el clítoris. La historia de este pequeño-gran órgano en la anatomía occidental es curiosa, por decir algo. Aparece y desparece de los libros de anatomía, cual Guadiana. No es hasta finales del siglo XX que se ha conocido su anatomía completa. Y es un órgano a reivindicar, claro que sí, pero no sé qué interés hay de pronto en que el sexo se reduzca a utilizar un aparato, el famoso succionador de clítoris (que tiene sus bondades, por supuesto), y tener orgasmos en pocos segundos.

Por supuesto que cada una haga con su sexualidad lo que le parezca, pero ¿de verdad queremos ahora que nuestros orgasmos dependan de un aparato y dónde quizá no establecemos ningún otro contacto físico con nuestro cuerpo, con nuestro propio tacto? Me suena en cierto modo a neoliberalismo sexual: “ten un orgasmo rápido y sigue produciendo”.

Mientras, la vagina sigue siendo la invitada de piedra en las relaciones heterosexuales y nos olvidamos del órgano sexual de mayor tamaño que tenemos: la piel.

Es por ello que creo firmemente que es hora de prestar atención plena a todo nuestro cuerpo gozoso, a través de nuestros cinco sentidos externos y nuestro sentido interno: la mente, para poder experimentar el placer de sentirnos seres sensuales y sexuales, llenas de vida.

Una vez iniciado el proceso de toma conciencia a través del cuerpo, a la estación de destino nos puede acompañar también el Mindfulness. La práctica de la Atención Plena no acaba en el bienestar corporal, va mucho más allá, y la pregunta puede ser: ¿es la vida que llevo la que quiero? El Mindfulness puede ser la práctica revolucionaria que te permita darte cuenta de qué vida estás llevando y cuál es la que quieres vivir… y pasar a la acción.

Sin duda, profundizar en la práctica del Mindfulness es el gran regalo que puede romper el círculo vicioso de deshumanización al que puede llevarnos el vivir en piloto automático y convertirse en el círculo virtuoso, tal y como lo definió la psicóloga Mª Teresa Miró, que nos vuelva a conectar con nuestro cuerpo y nuestra energía vital.

Natalia de Ancos. Sexóloga, historiadora del Arte, monitora de Mindfulness y del Método Pilates.

www.nataliadeancos.com