A menudo he lanzado al aire la siguiente pregunta: «¿Por qué llaman yoga a lo que no es yoga?». Unos lo hacen, quizá, por desinformación, pero otros porque el yoga está de moda y quieren rentabilizar la actividad que llevan a cabo aunque nada tenga de verdadero yoga. Escribe Ramiro Calle.
Lo cierto es que han surgido todo tipo de «yogas» desnaturalizados, adulterados e intencionadamente falseados para rentabilizarlos y mercantilizarlos, como han surgido organizaciones que tratan de regular o controlar el muchas veces enrarecido mundillo del yoga y que quieren imponer sus espurias reglas y marcar la duración de un curso de formación, las directrices y todo aquello que sirve a sus dudosas intenciones y beneficios.
Lo que es indudable es que cada persona puede elegir, como la que prefiere el juego de las damas al ajedrez o la bisutería a la joyería o el erial al vergel. Además, por contraste, muchas personas que comienzan con lo que creen que es yoga, luego se percatan de que no lo es y empiezan a orientarse hacia el verdadero yoga, en tanto otras se quedan cautivas de los pseudoyogas e incluso se tornan refractarias al genuino yoga, como quien prefiere alimentos tóxicos a los sanos o no utiliza el discernimiento para diferenciarlos.
Evolución equivocada
Es prioritario dejar claro que los grandes traidores a la esencia del yoga fueron, sin la menor duda, los primeros mentores hindúes que llevaron el yoga a USA, donde se fue forjando una especie de yoga americanizado y que estaba más cerca de la gimnasia sueca u otras formas de gimnasia que del auténtico hatha-yoga.
Ya algunos de estos mentores demostraron en la propia India, y antes de introducir este «yoga» gimnástico en Occidente, que estaban mucho más cerca de la gimnasia que del yoga como tal, propiciando un yoga competitivo, donde incluso se hacía alarde del contorsionismo y se celebraban campeonatos de asanas.
Y así el hatha-yoga derivó hacia la obsesión por los asanas más complejos y esforzados, por el culto desmesurado al cuerpo, por el afán del exhibicionismo a través de los asanas y por la afirmación del ego. Cuando sin embargo el yoga es desapego, humildad, no-competición y un método para el desarrollo interior y la conquista de la Sabiduría, que surge cuando se superan en la mente las tendencias insanas de ofuscación, apego, odio y otras.
Y no está de más volver a subrayar que el yoga no es un deporte ni una gimnasia en absoluto, y que el hatha-yoga auténtico se sirve de la corporeidad y el trabajo consciente sobre el cuerpo (¡consciente!) como medio para armonizar la mente, favorecer el autodesarrollo y activar la evolución de la consciencia.
El yogui está interesado por su crecimiento interior, transformarse para humanizarse y obtener lo mejor de sí mismo para beneficio propio y de los demás, hallar la paz interior y ennoblecer su vida, en tanto que el yoguista no se interesa más que por practicar asanas que sean gimnásticos y cuanto más complejos mejor, desposeyendo la práctica de cualquier sentido espiritual y por lo tanto, realmente yóguico.
Mercaderes del espíritu
Así que no está de más hacer una diferencia entre el yoga y el yoguismo, los centros y academias que imparten yoga y los que ofrecen yoguismo. Pero el honesto bisutero jamás haría pasar una de sus piezas de bisutería por una alhaja. Un yogui no es un saltimbanqui ni un contorsionista; es un buscador de una realidad de orden superior. Pero como ayer en conversación telefónica me decían dos serios profesores de yoga e indagadores rigurosos del tema, mis buenos amigos Roberto Majano y Simón Mundy, son muchas las personas que no comprenden lo que el yoga pretende ni sus miras de orden superior y de ello se aprovechan los mercaderes del espíritu.
Claro, que como ya aseveraron Agustín Pániker y Alvaro Enterría en mi libro Yoga, Método Ramiro Calle, muchas veces el yoga que se ofrece no es yoga en absoluto.
Alvaro Enterría escribió: «Una labor muy necesaria es la de desenmascarar todos los neoyogas, neovedantas y neotantras que desfiguran las auténticas tradiciones. Es una pena que una tradición que tiene por fin acabar con la identificación de la persona con su cuerpo y su mente, se convierta en un culto al cuerpo, como tú dices».
Agustín Pániker escribió: «No puedo estar más de acuerdo con Álvaro y contigo. El mundo de la espiritualidad está lleno de aprovechados y caraduras. Yo creo que siempre lo ha estado, pero ahora, con el dinero que se mueve, se ha convertido en el verdadero bazar de los ladrones. Rebosante de charlatanes».
Pero como reza un antiguo adagio: “A veces hay que probar la hiel antes de poder apreciar la miel”.
Ramiro Calle
Más de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.
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