A la «caza»de hombres santos: La Consciencia cósmica

2019-07-01

La primera vez que llegué a Rishikesh fue en el verano de 1972. Demoré once horas en recorrer la distancia que hay de Delhi a Rishikesh, que ahora se cubre en cinco horas o menos. Era la primera vez que iba a alojarme en el ashram de la Vida Divina, fundado por Shivananda. Escribe Ramiro Calle.

En la foto aparece Ramiro Calle con Swami Chidananda.

Lo lo iba a seguirvisitando a lo largo de varios años, y más adelante Almudena Hauríe llegaría a permanecer allí  varios meses. En mis visitas tendría ocasión de entrevistar muy a fondo a Swami Chinananda, sucesor de Shivananda, y a Swami Krishnanan,da, así como a otros swamis, e incluso en una ocasión me alojaron en el kutir (celda) de Shivananda, junto al Ganges, y tuve oportunidad de conversar muy largamente con Swaami Atdyamamanda, que me puso al corriente de todas las predicciones para el Kali-yuga o época oscura.

El desplazamiento de Delhi a Rishikesh fue de lo más accidentado y extenuante. Traté de encontrar en Hariward a Ananda Ma Yi, que tenía diez millones de seguidores, pero estaba ausente de su ashram. No dejaría de seguir  intentándolo en otras ocasiones, pero de momento iba a permanecer algunos días en el ashram de Shivananda, que también visité en dos oportunidaes con el doctor Miguel Fraile y pudimos asistir a emotivos satsangs (asambleas espirituales).

Esos día en el ashram seguía una rutina muy parecida. Traté de adaptarme a ella, porque debo confesar que no simpatizo en absoluto con los ashrams, aunque el de Shivananda era mucho más soportable porque existía libertad para moverse uno a su aire. Esta rutina consistía en recibir la clase  matutina de hatha-yoga, entrevistar a media mañana largamente a Chidananda, dar un paseo por el pueblo y comer fruta, entrevistar largamente por la tarde a Krishnananda, y asistir al satsang noctuno. En Rishikesh, muchos años después, entrevistaría tambien  a Swami Anandadevananda, que calificó nuestro encuentro de kármico y cósmico.

Con Swami Chidananda

Swami Chidananda tiene un aspecto ascético. Menudo, sereno, enfundado en su túnica anaranjada, sentado en una especie de mecedora y respondendo pacientemente a mis preguntas. Sí, en verdad, ¡qué pacencia admmirable la suya! Nunca interrumpió el encuentro hasta que yo lo hiciera, y era un hombre sencillo, accesible y que todas las noches dirigía con otro buen número de swamis el satsang.

Hago una síntesis de mis conversaciones a lo largo de años con Swami Chidananda, que aparecen mucho más completas en mi obra Conversaciones con Yoguis, que dediqué a Agustín Paniker y prologó magistralmente Alvaro Enterría.

«En la psicología occidental –le pregunto– se investiga en el subconsciente y  el consciente, pero en la hindú se hace referencia a un tercer nivel, un estado superior de consciencia. ¿Me puede hablar de ello?».

«Existen en el ser humano, por supuesto, el subconsciente y el consciente –contesta– pero además existe la supraconsiciencia, que trasciende los límites de lo consciente. La supraconsciencia pertenece al individuo, es algo que está en él.  La experiencia de los iluminados ha permitido saber que hay un plano de consciencia más allá  de la consciencia ordinaria y el subconsciente.  Ese plano de consciencia superior es eterno, inmutable e indestructible; es libre, independiente de todo factor, no tiene formar, nombre ni límite. Es la consciencia imperecedera y cósmica; es el estado en el que el individuo se trasciende a sí mismo, y adquiere ilimitada paz, la plenitud. El miedo cesa. Todo es serenidad, certidumbre».

Le pido que me hable de las tendencias subconscientes de la mente, los samskaras que tanto encadenan y condicionan a la persona, y qué hacer para poder ir agotando su impulso. Y dice:

«Las activa la extraversión mental, la disipación y la constante atención a todo aquello que los sentidos nos muestran. Para liberarse de ellas hay que desapegarse de los sentidos, neutralizar su influencia, permanecer ecuánime, ignorar las percepciones sensoriales, sustraer a los sentidos de los fenómenos. Mediante la educación mental y la disciplina de la mente se libera uno de esos elementos perturbadorres.

Es muy importante controlar el deseo, porque el deseo origina nuevos deseos. Hay que hacerle comprender a la mente que los fenómenos externos no son importantes, hacerle cambiar de actitud, buscar la verdadera naturaleza y esencia de las cosas. La práctica de la concentración termina por destruir las latencias del subconsciente. Hay que olvidar las percepciones sensoriales, esforzarse por que la mente obtenga una clara comprensión de que uno es espíritu puro, eterno.

Mediante la recitación mántrica y la practica constante, implacable y diaria, se consigue aniquilar las tendencias latentes y las influencias nocivas del subconsciente. Hay que practicar incansablemente, sin desfallecer. Hay que apoyarse en la inteligencia primordial para avanzar más y más, gradualmente. Con ayuda de la inteligencia se puede alcanzar la intuición, que es un estado supramental. La meditación profunda es el único medio y la llave que nos permite abrir la puerta de acceso a la supramente; mediante ella se trasciende la inteliencia común y se establece uno en un estado supramental. La consciencia que en la persona común es limitada, se transforma en consciencia ilimitada, eterna, absouta. El mundo desaparce como si formara parte de un sueño y se nos presenta como una película, como algo irreal. Desaparecen los pares de opuestos y se logra la estabilidad mental absoluta. En la consciencia limitada y finita  hay identificacion con el cuerpo. En la consciencia ilimitada, total e infinita hay una identificación con todo lo creado. Se trasciende la consciencia normal, limitada, y hay una identificación total con el universo. Cesa toda perturbación».

Hablamos de la escasez de verdaderos gurus y del ojo interno que es la inutición, que representa la más pura sabiduría espiritual y que permite percibir más allá de los ojos físicos; es la sabiduría del alma. Y quedamos para hablar el día siguiente sobre uno de los temas más fundamentales en el yoga: el ego.

Al atardecer me siento en un gran peñasco que hay en el Ganges, bañado por las aguas que vienen desde Gangotri. A lo lejos se escucha ininterrumpidamente el Om Namah Shivaia mezclado con el aullido de los monos. Ceno después chapati con dhal (lentejas) y asisto al satsang. Ya estoy deseando indagar con Swami Chindananda sobre ese gran falsario que es el ego y que está detrás del peor de los orgullos: el espiritual.

Ramiro Calle

RamiroCalleMás de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.

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