Cómo elegir un estilo de yoga postural (1ª parte)

2017-02-14

Hoy en día, el practicante de yoga tiene una amplia oferta de estilos diferentes, y la mayoría parecen adecuados para equilibrar cuerpo, mente y espíritu. Pero el principiante se suele sentir un poco perdido a la hora de elegir. Desde estilos muy dinámicos a otros más estáticos, desde unos que fomentan la fuerza a otros que trabajan más la flexibilidad. ¿Existe alguno mejor que otro? Escribe Helena Chacón Muñoz.

Holistic Yoga Therapy® considera que no existen estilos de yoga mejores que otros sino estilos más adecuados para unas personas que para otras. Cada persona es diferente, por lo que nuestra práctica de yoga también ha de serlo. No podemos esperar que una persona anciana con osteoporosis y que no ha hecho deporte nunca practique en su primer día de clase los conocidos saltos fluidos de Asthanga Vinyasa. Para obtener el mayor beneficio personal e incluso evitar que el yoga nos perjudique debemos elegir y practicar el estilo más adecuado para nosotros dependiendo de nuestra constitución, patología, edad, ritmo de vida, etc.

En este artículo completo (dos partes) se aportarán algunas ideas y conceptos que nos podrán ayudar a decidir qué tipo de yoga es más adecuado para nosotros. De un modo sencillo, conociendo tu constitución corporal podrás entender muchas cosas acerca de cómo debe ser una práctica de yoga saludable para ti. Además, relacionaremos estos conceptos con el modo holístico que las medicinas orientales (Medicina China y Ayurveda) analizan la salud.

Flexibilidad versus fuerza

Cuando se habla de las propiedades que la práctica continuada de asanas aportan, se destacan tres cualidades fundamentales: fuerza, flexibilidad y equilibrio. La combinación de estos tres factores hace la práctica de yoga tan especial y tan diferente a cualquier deporte. Pero la influencia de la fuerza, la flexibilidad y el equilibrio no aparecen únicamente en el yoga sino en todos los aspectos de nuestra vida tanto a nivel anatómico como a nivel espiritual.

Clásicamente, los estudios anatómicos relacionados con el deporte se centran el aparato musculo-esqueletal y el funcionamiento de los músculos. La contracción y relajación muscular permite el mantenimiento de nuestra postura y nuestro movimiento. En el primer caso, las distintas células musculares o fibras se acercan unas a otras deslizándose longitudinalmente como si intercalaras dos peines entre sí. Esto favorece que el músculo se acorte o quede contraído, lo que conocemos como tonificación muscular. En el segundo caso, las distintas células se separan entre sí dando al músculo un aspecto más alargado y estirado favoreciendo su elasticidad. Entres estos dos extremos de fuerza y flexibilidad muscular, la práctica de yoga encuentra el punto intermedio de equilibrio gracias a la acción de las fascias.

Las fascias son tejido conectivo que conecta cada parte de nuestro ser rodeando músculos, órganos, vasos sanguíneos, nervios, etc. Forman una red tridimensional de envoltura con funciones de soporte, forma y protección fundamentalmente. Además, son un mecanismo receptor y sensible que nos mantiene en comunicación con nuestro mundo interior y exterior. Gracias a ellas, podemos tener un movimiento fluido y armónico en lugar de movernos mediante partes separadas como lo hacen los robots.

Sus constituyentes nos explican la importancia de la fuerza y la flexibilidad. Su «esqueleto» está formado por fibras de colágeno y elastina entrelazadas como la tela de una araña, inmersas en un fluido viscoso conocido sustancia fundamental de consistencia gelatinosa, que puede llegar a albergar más del 20% de agua de nuestro organismo, y donde flotan diversos tipos de células. Las fibras de colágeno y su tensegridad nos aportan «fuerza» mientras que las fibras de elastina y la sustancia fundamental favorecen la flexibilidad.

Joanne Avison1 describe una interesante comparativa acerca de la importancia de las fascias en el movimiento corporal. Cuando vemos el cuerpo humano como un conjunto separado de huesos y músculos (visión newtoniana) estamos enfocando nuestra atención en las rosas de un jardín sin observar la importancia que tiene el suelo (la humedad, nutrientes, etc.) así como la estructura de la planta que en nuestro cuerpo serían las fascias. De modo similar, cuando el trabajo físico que realizamos se centra en una parte anatómica concreta, por ejemplo, levantamiento de pesas enfocado en aumentar la fuerza muscular estamos favoreciendo un acortamiento en las fibras de colágeno, secando el medio y favoreciendo la rigidez y la contracción de las fascias. Cuando hacemos un trabajo que potencie en exceso la flexibilidad (p.ej. estiramientos) estamos favoreciendo la falta de tonicidad o biotensegridad en la estructura. Al facilitar tanto la tonificación muscular como la flexiblidad (contracción excéntrica) como se hace generalmente en Yoga actuamos en el conjunto, dando estructura a las fibras de colágeno mientras mantenemos un medio líquido e hidratado que permita la fluidez.

La incorporación del concepto de fascia a nuestro modo de entender el cuerpo humano nos acerca a la idea yóguica de equilibrio cuerpo-mente. Los Yoga sutras de Patanjali ya hablan de este equilibrio dinámico que debemos buscar en nuestra práctica con las famosas palabras de «Sthira« y «Sukham«. La primera, traducida como estabilidad o fuerza física nos habla de la importancia de la biotensegridad en nuestro cuerpo. La segunda palabra habla de relajación, estiramiento y fluidez. Cuando ambas aparecen, se obtiene equilibrio y el estado de yoga.

Movimiento versus estático

Otra de las grandes dudas que surgen en la mente del yogui y yoguini es: ¿Debo practicar un estilo de yoga dinámico? ¿Necesito quedarme quieto mucho tiempo?  La gran oferta nos permite disfrutar desde estilos de yoga activos y dinámicos (Vinyasa Flow Yoga, Ashtanga Vinyasa, Power Yoga, Rocket Yoga, etc.) hasta otros más pasivos enfocados en mantener largo tiempo las posturas (Yin Yoga, Yoga restaurativo, etc.).  Entonces ¿cuál es el adecuado?

Para decidirnos por un estilo u otro debemos entender cómo influyen los conceptos de movimiento y quietud en nuestra psique y en nuestro cuerpo. Habrás sentido que en ciertos momentos de tu vida, tu cuerpo necesita moverse. En otros necesitas quedarte quieto y ambos son mecanismos que te permiten movilizar tu energía estancada o recuperarla cuando está baja y de este modo devolverte al equilibrio.

Cuando nos movemos, nuestro cuerpo entra en calor, permite una mayor circulación sanguínea, desbloquea y favorece la transpiración. La respiración se centra en inhalar y se pone en marcha el sistema nervioso simpático. Es decir, nuestro cuerpo se activa. Cuando favorecemos una práctica centrada en la quietud, nuestro cuerpo se enfría, se relaja, se favorece la exhalación y se pone en marcha el sistema nervioso parasimpático. Nuestro cuerpo se vuelve pasivo y favorece la introspección. Movimiento y quietud son polos que permiten equilibrarnos cuando estamos en los extremos.

Morfologías corporales

¿Cómo decidimos si nuestra práctica ha de estar centrada en la fuerza o la flexibilidad, o el movimiento y la quietud? Muchos factores afectan a esta decisión. El primero que has de tener en cuenta es tu morfología de nacimiento o tu anatomía heredada que tiene mucho que ver con tu personalidad. Otros aspectos que Holistic Yoga Therapy® tiene en cuenta son la patología, el estilo de vida y la estación del año.

William Herbert Sheldondescribió hace más de 50 años los famosos somatotipos o psicología constitucional. Sheldon propone una clasificación del cuerpo humano basada en la influencia relativa de las tres capas germinales: endodermo (tracto intestinal), mesodermo (músculos, corazón y vasos sanguíneos) y ectodermo (piel y sistema nervioso). Esta visión está en realidad basada en la que hace la medicina ayurvédica (procedente de India) de los humores corporales o doshas.

Las características físicas y psicológicas de los somatotipos de Sheldon son:

-Ectomorfo: Su anatomía suele ser delgada con tendencia a tener huesos marcados y sequedad en la piel. No suelen desarrollar músculos ni grasa. Suele moverse mucho y estar en varias cosas a la vez. El ectomorfo está muy afuera de sí mismo. Suelen ser avispados e inteligentes pero le influyen de un modo considerable los estímulos externos sufriendo fácilmente de alteraciones nerviosas como el miedo, el insomnio, la intranquilidad, etc.

-Mesomorfo: Su anatomía es intermedia, ni demasiado grande ni demasiado pequeña. Suelen presentar una buena musculatura y hombros anchos. Este tipo comienza a favorecer la interiorización. Le gusta trabajar y suelen ser populares, aspecto que a veces desemboca en tiranía, ambición y soberbia.

-Endomorfo: Físicamente suele manifestar una anatomía grande y/o ancha, pesada y estable. La tipología del endomorfo es la que más mira hacia dentro. Le gusta pasar tiempo en soledad, pensar, meditar, etc. , lo que patológicamente se suele traducir como pereza y vaguería. Suele gustarle estar quieto y dar pasos lentos pero seguros.

Ya que estas tipologías definen nuestra personalidad y tendencias patológicas, conocerlas nos ayudarán a decidir el estilo de yoga más saludable para nosotros. En la segunda y última parte del artículo utilizaremos estos conceptos junto a la valiosa información que tanto la Medicina China como el Ayurveda nos ofrecen para ayudarnos a resolver esta cuestión.

(Continurá en la próxima semana)

Helena Chacón Muñoz. www.holisticyogatherapy.org

www.yogakula.es