El Yoga y la cuestión de género

2016-01-28

La mayoría de los practicantes de yoga en el mundo son mujeres. ¿Es que los hombres no pueden o no saben beneficiarse de tan rica y transformadora actividad? Escribe Pablo Rego.

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La respuesta quizás esté encerrada en unos conceptos fuertemente arraigados en las mentes, como es habitual, de los integrantes de las sociedades en donde el yoga arribó como una práctica diferente dentro de las actividades y disciplinas físicas, además, en relación con la mente y lo espiritual.

Si observamos las grandes escuelas tradicionales de India y sus líderes, los rishis, swamis y gurús han sido siempre hombres. Las imágenes de yoguis y todo aquello que nos conecta con la gran sabiduría y práctica de yoga están relacionados con lo masculino.

A estas alturas y en este sentido podemos decir que hay una evidente influencia de las características sociales de la India antigua o tradicional y el rol que podían desempeñar hombre y mujeres en esas sociedades. Para encontrar datos que relacionen a las sociedades y rituales espirituales con lo femenino debemos quizá retroceder hasta la antigua civilización del Valle del Indo, pero entonces perderíamos el rastro del yoga.

Lo cierto es que el protagonismo de las mujeres en toda la tradición antigua del yoga es casi inexistente. Y fueron hombres los responsables de introducir y fundar las primeras escuelas de yoga en Occidente. Esto ocurrió en grandes ciudades, y muchos de los maestros que generaron un primer grupo de practicantes y seguidores se veían como ejemplos a seguir por personas de ambos sexos.

Endurecerse y blindarse, ¿para qué?

Con el tiempo los arquetipos de belleza o construcción de fortaleza en el cuerpo en Occidente fueron reforzando unas estructuras que, mientras el yoga se ocupaba de destrabar y relajar el cuerpo, creaban imágenes de hombres fornidos, completamente rígidos y alejados de sus emociones.

En el mundo moderno no tiene mucho sentido crear estos cuerpos físicos, ya que muchos individuos que se dedican a endurecerse y construir corazas con sus músculos no utilizan su cuerpo para algo concreto en el plano físico sino, más bien, desarrollan actividades poco activas, dejando al cuerpo reducido a un traje que representa un arquetipo de hombre duro muy parecido al macho dominante de la manada, pero que en lo profundo no tiene nada que ver.

En cambio, cuando el yoga comenzó a expandirse a lo largo y a lo ancho de los territorios de Occidente, las mujeres, en su mayoría más conectadas con las emociones y desprejuiciadas de su mundo interior, recibieron a la actividad de manera muy natural adoptándolo como una práctica a su medida, volviéndose así, de alguna manera, una gimnasia para mujeres.

El yoga dejó de ser gimnasia suave para señoras

Varias décadas atrás hubo un yoga de mujeres que se redujo a algunos ejercicios y poca actividad respiratoria o meditativa. Este fenómeno creó una “idea de lo que el yoga es” y muchos hombres y mujeres lo definieron como gimnasia suave que practican las señoras que no quieren o no pueden moverse mucho.

Pero con la revolución mundial del yoga, las diferentes escuelas y la popularización que ha tenido lugar en los últimos tiempos en el mundo, la oportunidad de practicar yoga de manera intensa, activa y consciente se ha ido desarrollando y va creciendo por los mismos caminos que lo hizo la primera idea de yoga.

Recuperando el conocimiento de los grandes maestros y practicando comprometidamente, los hombres del siglo XXI pueden activar su consciencia profunda y deprenderse de las presiones ejercidas por los arquetipos del pasado, conectándose con las propias emociones y volviéndose hombres más completos, o sea más hombres desde lo físico y también desde lo emocional.

En este tiempo, en el que todavía en muchos lugares la idea de que los hombres pueden practicar yoga junto a las mujeres, beneficiándose ambos de esta actividad, parece difícil de entender, los cuerpos físicos masculinos manifiestan el exceso de resistencia al cambio a través de lesiones típicas. Los mandatos y excesos en el mundo material llevan la rigidez a los extremos, y la ignorancia de las emociones evita que las alarmas que llevan al Ser a detenerse y salvarse funcionen correctamente, provocando dolencias, lesiones y enfermedades muchas veces irreversibles.

Estamos en un tiempo de cambio en el que las energías del pasado se están reciclando. La integración es necesaria para que el Ser humano pueda crecer en el mundo de la consciencia. Para ello es necesario liberar las emociones y las energías que desequilibran y desarmonizan las estructuras sutiles y densas de nuestro Ser.

El desafío del género masculino está en reconocer sus sensibilidades, trabajar con ellas, liberarse de la propia idea de la superfortaleza exterior para conectarse con la fuerza interior que ayude a crecer en sabiduría y no en volumen o fuerza físicos.

Si de buscar la felicidad o el bienestar interior se trata, las mujeres han sabido esto desde siempre, y aunque muchas puedan haberlo olvidado en el siglo pasado como una reacción a tanta humillación y sumisión de siglos, la naturalidad con la que toman actividades desestructurantes como el yoga es algo extraño y lejano para muchos hombres que refuerzan el prejuicio y el camino del esfuerzo extremo e inútil.

Pablo Rego. Profesor de Yoga. Masajista-Terapeuta Integral. Diplomado en Ayurveda (Medicina de la India)
http://yogasinfronteras.blogspot.com