Compartimos esta entrada del magnífico blog, Sin las nubes no sería lo mismo, de Ana Ballesteros, profesora de Yoga y terapeuta transpersonal.
¿No os pasa a veces que escucháis o leéis alguna frase y se os esboza una sonrisa de reconocimiento? Eso me pasó hace un par de noches cuando leí esto: “No puedes elegir con consciencia hasta que no seas consciente de los distintos aspectos de tu personalidad”. Lo dice Gary Zukav (enlace en inglés a su web; biografía en castellano aquí) y son exactamente las palabras que explican por qué siempre he sentido que las terapias y la introspección son importantísimas en el camino espiritual. Y añado lo que compartía en otra entrada: también son una vía ideal para enredarse eternamente en los juegos de la mente.
Una de las cosas que se ven habitualmente en clases de yoga, ashrams, retiros de meditación, talleres y seminarios de terapias varias es el llamado bypass espiritual; palabreja que no me gusta nada usar, pero que utilizo hoy porque la escucharéis muchas veces. John Welwood —psicólogo clínico y psicoterapeuta; editor del Journal of Transpersonal Psychology— lo define así: “servirse de la práctica espiritual como excusa para eludir los problemas emocionales o las situaciones no resueltas”. Y también: “intentar eludir o trascender prematuramente las necesidades, los sentimientos y las tareas evolutivas básicas”. Esto es, cuando una persona se cuelga de un pino porque le asusta tocar tierra. Es una huida, un autoengaño.
Esta trampa mental puede aparecer con disfraces muy variados: beaterío, misticismo, autocontrol, paternalismo, pedantería… Básicamente consiste en fingir que se está donde no se está e intentar convencernos a todos los demás de ello. Porque suele coincidir que al bypassero también le gusta predicar y, sobre todo, “figurar”.
Un bypass (“pasar por alto”) es un producto de un ego no trabajado y, por lo tanto, herido; pero no siempre es fácil reconocerlo y evitar ser seducido por él. Personalmente, he caído fascinada en sus redes varias veces, y no voy a dar nombres que eso está muy feo 😉 Fue hace unos años, cuando empezaba a dar mis primeros pasitos en el camino del autoconocimiento. ¿Y por qué caemos? En mi experiencia, un bypassero tiene la capacidad de fascinarnos porque maneja muy bien los conceptos que apuntan hacia la verdad y tiene cierta intuición (e incluso alguna experiencia puntual) sobre ella. Lo habitual es que el disfraz del autoengaño esté tan bien tejido que la persona que lo lleva ni siquiera sea consciente de lo que le está sucediendo, de la trampa que le ha tendido su propia mente.
India y bypass espiritual son muchas veces sinónimos. Porque a la India viajan muchas personas desilusionadas con occidente que buscan salidas a su frustración y su sufrimiento. Un bypass sería la salida “fácil” (que tampoco; pero por no extendernos); es tomarse la pastillita para atontarse y aliviar el dolor, pero no se trabaja en la causa. El bypassero —me encanta esta nueva palabrilla que hemos acuñado ;-)— crea una nueva identidad: si antes vivía en Madrid y mi personaje se ponía tacones y minifalda, ahora viajo por la India llena de malas (collar o pulsera de cuentas parecido a un rosario) y con pantalones bombachos que me hacen culera tres palmos por debajo de donde acaba el trasero. Pero en lo esencial soy la misma, porque lo de dentro no cambia ni poniéndome tacones ni con culeras.
Y casi mejor los tacones porque al ponernos el disfraz de “ahora soy espiritual” estamos desterrando a las tinieblas del inconsciente partes de nuestra personalidad que no están sanadas. Es una trampa muy dura y cruel porque lo que solemos esconder bajo la alfombra no puede mantenerse ahí de por vida; antes o después ese monstruo va a sacar la cabeza y cuando lo haga la embestida puede ser muy salvaje. Tristemente, conozco muchos casos de personas perdidas y confundidas que no saben dónde agarrarse porque el monstruo que vivía bajo la alfombra se los ha comido. Y algunos ni siquiera se han enterado todavía de que están viviendo en la tripita de un bicho.
Otro bypass muy habitual es el que delimita la frontera entre “ellos” y “nosotros”. “Ellos” son las personas que viven en el mundo sin ninguna inquietud espiritual y “nosotros” somos… ¡pues nunca me han sabido decir quién! 😉 Es una forma de asentar esa parte de nuestra personalidad que nos hace sentirnos especiales, por ejemplo: proyectamos esa escisión en el otro. Este bypass se reconoce fácilmente porque una persona que ha caído presa de ese sentimiento grupal demuestra con su discurso cansino —porque mira que cansa— no comprender qué significa vivir la espiritualidad, que forma parte de todos los seres humanos y no es exclusiva de ningún “nosotros”. Donde hay amor, donde hay espiritualidad, no puede haber un ellos y un nosotros; puede haber distintas formas de conectar o no conectar con la Conciencia, pero ya está.
La persona más espiritual es la persona más normal, más natural y más espontánea, porque no finge. Son espirituales aquellos que pueden vivir en el mundo con sencillez; los que pasan de un retiro de meditación a un tienda de El Corte Inglés sin que se les mueva un pelo del flequillo. Es espiritual la persona que ha aprendido a amar; la que se entrega a los demás y ha descubierto la felicidad al hacerlo.
Pues eso, que poco a poco 🙂
Publicado por Ana Ballesteros