Saber hablar, saber callar

2012-12-03

Hablar es necesario, tanto como callar. A través de las palabras se configura nuestro microcosmos, nuestra realidad personal. A través de las palabras se ofrecen explicaciones, enseñanzas, matizaciones, aclaraciones, disculpas… La palabra es maravillosa, y el silencio más. El problema empieza cuando no sabemos callar.

Hablar

A través del discurso hablado el emisor establece lazos energéticos con el receptor, los cuales pueden servir de un sano intercambio de energía por ambas partes, que sería lo deseable y saludable. No obstante, lo que viene a suceder es un drenaje energético al receptor por parte del emisor, y esta situación es más frecuente de lo que suponemos. Quizás, por este motivo, haya que estar alerta ante tales casos de vampirismo psíquico.

No obstante, no existe gran problema, pues su detección es fácil gracias al imparable discurso de este tipo de emisores, que no es otra cosa que un intento de captar energía a través del insistente reclamo de la atención a través de la palabra. Son capaces de hablar durante horas y horas sin llegar a decir nada concreto; eso sí, a cambio de que se les concedan sendas dosis de energía.

Es bien cierto que a través de la palabra y la escucha captamos y cedemos energía. Se trata de un juego en el que, consciente o inconscientemente, todos participamos. En realidad, es un juego en el que resulta inevitable participar desde el mismo momento en que nos relacionamos con los demás.

Bien mirado, la constante necesidad de reconocimiento es motivo de compasión. Personas así tienen ubicado su centro de gravedad en el centro emocional (Anahata chakra), por lo que necesitan de una interacción permanente con los demás, que es de donde obtienen sus dosis extra de energía.

Necesidad urgente de la meditación

Es evidente que este tipo de personas desconocen la fuente de energía infinita que se encuentra en su interior, y mucho menos han llegado a conectar con ella. No lo saben, pero estas personas necesitan con urgencia aprender a callar y escuchar. Sin lugar a dudas, necesitan con urgencia la meditación.

El primer requisito básico para adentrarse en el mundo interior es aquietarse, parar… callar. Ocurre que si el cuerpo se para la mente se aquieta. Y esto es algo que se puede aprender, algo que todo el mundo puede aprender. No es preciso tener condiciones idóneas para su práctica. La meditación es una bendición porque es patrimonio de la humanidad. Basta con querer, es suficiente con desearlo y las condiciones aparecen.

Es posible que existan otros métodos y maneras, pero nosotros sólo conocemos la meditación, por este motivo nos atrevemos a recomendarla. A través de su práctica cotidiana es posible conectar con ese gran almacén de energía infinita que es el Universo, del que uno forma parte. Una vez descubierto, desaparece la necesidad de mendigar energía ajena a través de conversaciones vacías o de otras maneras.

La práctica de la meditación nos instala directamente en el mundo interior. ¿Qué es lo que se percibe cuando nos adentramos en tal mundo? En primer lugar, aparecen los pensamientos, los recuerdos, los proyectos. También aparece toda una gama de sensaciones físicas, agradables y desagradables. Y cómo no, las emociones, con su cargamento de deseos y aversiones.

Descubrir el silencio

Finalmente, si se dispone de la suficiente paciencia y perseverancia, es posible observar cómo fluye algo diferente, distinto, especial… Se trata del silencio. El descubrimiento del silencio se realiza porque viene acompañado de una gran paz. Primero la paz, después el silencio. En el silencio no hay nada, pero tampoco se necesita de algo. En el silencio todo está bien, todo es adecuado.

Una cualidad del silencio es que fluye sin nuestra intervención personal, no se le puede imponer desde la voluntad. Por el contrario, si se le permite, el silencio mana a borbotones, como el agua de un manantial. Imponer el silencio es una orden que sobreviene desde la mente, y por lo tanto es sinónimo de ignorancia. Sin embargo, poner las condiciones adecuadas y permitir que el silencio aparezca es una actitud inteligente.

El ser humano necesita de la comunicación hablada con sus congéneres tanto como del silencio que emana de su interior. No más, no menos: en igual medida. Una comunicación así estará equilibrada en el dar y el recibir, en el hablar y el escuchar, porque proviene directamente del alma.

Emilio G.Gomez

Emilio J. Gómez, profesor de yoga de la escuela de yoga Silencio Interior.

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