La importancia de lo sencillo (y la complejidad que conlleva)

2019-10-17

La primera definición en el diccionario de la palabra sencillo es “que no ofrece dificultad”; sin embargo, cuando nos acercamos de manera consciente a lo sencillo nos encontramos precisamente con la “dificultad”. Escribe Juanolo Gutiérrez.

Photo by nicollazzi xiong from Pexels

Sea desde el cuerpo, la emoción o la mente, cuando empezamos a aprender algo se nos hace difícil el inicio. Normalmente nos encontramos con una manera diferente de estar, moverse, vivirse, expresarse o pensarse, y cuesta adoptar el nuevo lenguaje.

Y es precisamente este cambio, esta adaptación a lo nuevo, lo que nos permitirá evolucionar de manera natural durante el aprendizaje.

Si recordamos en nuestra escuela, el que podía entender las bases de las Matemáticas (por ejemplo), no tenía ningún problema en resolver las ecuaciones en los grados superiores; integraba el pensamiento matemático y llegaba a disfrutarlo. Al contrario, el que no lograba entender lo básico no sólo no lo disfrutaba, sino que, aunque al final aprobara la asignatura, no la había conseguido comprender.
Como en la escuela, cuando nos acercamos a una práctica corporal, sea la Danza, el Yoga, la Gimnasia, el Arte Marcial… el orden ideal y natural de aprendizaje es desde lo más básico y sencillo a lo más complejo.

Muchos de nosotros, por falta de conciencia corporal, vivimos con dificultad las primeras clases en las que intentamos reproducir una postura o un movimiento, que parecen “fáciles” pero no lo conseguimos. Sentimos la propia desconexión interna.

Y es que comprender lo sencillo puede llegar a ser complejo.

Un ejemplo de algo sencillo podría ser una posición o un movimiento natural. Los movimientos naturales que hacemos durante en día, sin ser conscientes de ellos, siguen las leyes de la biomecánica. Son fluidos y normalmente el cuerpo aprende a realizarlos de la manera más relajada que podemos en cada momento. Estar de pie, caminar, sentarnos, levantarnos, saltar, correr… siempre buscaremos inconscientemente la manera más efectiva y económica de realizarlos. Es nuestra capacidad de adaptación.

El problema es que cuando intentamos hacer conscientes estos movimientos, poniendo nuestra atención en ellos, surgen las dudas; no sabemos si los estamos haciendo bien o no.

Es curioso que un gesto que hacemos constantemente, en cuanto lo pensamos se bloquea, incluso se invierte, y se puede convertir en anti-natural.

Después de un tiempo, si continuamos practicando, vamos memorizando y aprendiendo los ejercicios y mejorando en su ejecución. Este es un momento delicado: pensamos que ya los controlamos. Pronto queremos aprender más cosas y nos olvidamos, ¡gran error!, de aquellos ejercicios básicos y sencillos que estábamos aprendiendo al principio.

Considero que es un error quedarse poco tiempo en lo básico. La prisa nos puede llevar a buscar “lo siguiente” demasiado rápido, quitando importancia a lo que acabamos de aprender (y que en realidad no dominamos). Nos vamos poniendo objetivos cada vez más complicados y nuestra atención está más en los objetivos que en el aprendizaje en sí. El problema es que si no integramos lo básico puede que “lo siguiente” no lo lleguemos a entender completamente. En el aprendizaje de cualquier cosa, la prisa no es buena compañera. Volviendo a nuestra infancia, es como si quisiéramos multiplicar sin haber aprendido a sumar.

Puedo hablar con conocimiento de causa porque durante los 15 primeros años de mi práctica tuve mucha prisa en aprender lo máximo posible. Aprendí muchas formas, ejercicios, técnicas, aplicaciones marciales y todo lo que se pudiera aprender. Iba de un maestro a otro para saber más. Pero me di cuenta de que no comprendía de verdad todo lo que había aprendido.

Hace unos meses, mi hijo estaba jugando con un juego que exigía estrategia. Empezó disfrutándolo, las pruebas eran de más sencillas a más complejas; después, y según el juego se iba complicando, le costaba más llegar a la solución y se iba enfadando in crescendo, hasta que dejó de interesarle. Tenía prisa por llegar al final de la prueba. Le explicaba que lo importante no era si llegaba a solucionarlo sino lo que tenía que descubrir para llegar a la solución. Que mientras él se pensaba que no conseguía nada, en su cerebro se estaban desarrollando y fortaleciendo nuevas conexiones, aunque no llegara ese día a encontrar la solución. Intentaba decirle que no había prisa… Vamos: lo que un padre aconsejaría a su hijo. Me vi reflejado en él.

Las ganas de llegar al final lo antes posible parecen innatas en el ser humano.

Desde lo que yo entiendo, recomiendo recrearse en lo básico, en lo sencillo, “hacerlo nuestro” e integrarlo, para que el desarrollo de la práctica se convierta también en algo natural.

Y ¿qué es “hacer nuestro” algo?

Cuando conseguimos una postura, cuando logramos realizar bien un movimiento no es el momento de pasar al siguiente. Es el momento de vivirlo, disfrutarlo y también estudiarlo, comprenderlo e integrarlo. Para ello, a veces es interesante dejar de mirar fuera; no reproducir sino crear uno mismo desde el interior y siguiendo unas pautas que nos ayudarán a la comprensión. Una vez entendido mentalmente y memorizado el ejercicio, va bien meterse dentro y descubrir cómo hacer el gesto que nos proponen, dónde nace y cómo viaja en nuestro interior. Siempre contrastando con el profesor que nos guía para no desviarnos en la práctica.

Entender el funcionamiento natural de nuestro propio cuerpo es fundamental. Esto nos llevará a la comprensión del cuerpo como totalidad en cada movimiento o posición. Pienso que es más fácil llegar a esta comprensión tan profunda desde ejercicios más sencillos que desde ejercicios complejos. Incluso en el calentamiento podemos encontrar ejercicios interesantes para estudiar. Es una manera directa de ir a la esencia.

El profundizar en la ejecución de los movimientos y posiciones nos llevará sin duda a experimentar sensaciones. Cuando descubrimos una nueva sensación y la empezamos a entender, todavía no podemos pensar que ya es nuestra… falta completarla, sentirla en todo el cuerpo y refinarla, hasta comprenderla e integrarla de verdad.

A veces somos los mismos profesores los que transmitimos demasiado deprisa sea por generosidad o por vanidad. Puede ser también porque no queramos repetir en exceso los ejercicios para evitar el aburrimiento… Debemos ser creativos tanto para enseñar de diferentes maneras un mismo ejercicio como para utilizar diferentes caminos para llegar a un gesto.
Es importante que nuestros alumnos comprendan y disfruten la práctica y no pretender que aprendan rápido; respetando así el ritmo personal de cada uno de ellos. Si les forzamos a aprender demasiado rápido es como si pusiéramos a un bebé de pocos meses de pie cuando todavía sus músculos y huesos no están preparados; y peor aún, si les hacemos también caminar.

Aceptar que el aprendizaje es lento y no hay dónde llegar; que se puede sacar “jugo” en cualquier momento del camino, tranquiliza la ansiedad creada por el deseo de llegar a algo que “creemos” superior; y que, precisamente por esa ansiedad, no llegamos a alcanzar.

Juanolo Gutiérrez. Diplomado en Enfermería y Psicoterapia, profesor de Ch’i Kung e Yi Ch’uang. Practicante de T’ai Chi Yuan, Hatha Yoga y Danza Consciente.

Autor de este artículo publicado en su web https://kanobert2.wixsite.com/yichuan-juanolo/blog. 

Próximo taller en Jaca «Investigando el movimiento y la quietud»
Del 8 al 10 de noviembre.  El movimiento relajado y fluido se aprende desde la quietud. Estudiar nuestra estructura y desarrollar las conexiones internas nos lleva a sentir y a movernos desde una unidad corporal. Los participantes podrán entrar en su mundo físico interno, explorar los pequeños recovecos y vivir en el enorme espacio interior que nos ocupa.

Contacto: Marisa Lasaosa Escuela de Yoga. Av. de Oroel, 4, 22700 Jaca, Huesca. T 620 87 97 43 / marialuisalasaosa@hotmail.com