Cómo aplicar Yama (principios éticos) a la vida diaria

2012-09-27

Los ocho miembros o peldaños del yoga de Patañjali son etapas en el recorrido espiritual del yogui, una senda de fases o estaciones para lograr el más elevado e intuitivo estado de la consciencia. Comienzan con Yama y Niyama.

Yama y Niyama son la base ética imprescindible para poder seguir con éxito la senda de la evolución consciente, aunque son muchos los practicantes de yoga que, equivocadamente, los ignoran.

Yama es un conjunto de observancias para purificar no solamente el espíritu sino la mente y la conducta y poder aspirar a inspirarse en la ética genuina. Tales son:

No ser violento.
La no-violencia (ahimsa) es la actitud opuesta a la agresividad, el odio, la ira, la crueldad. La no-violencia hay que cultivarla para impregnar con ella tanto los pensamientos, como las palabras y los actos, es decir, que las conductas mental, verbal y corporal se inspiren en un sentido de no-violencia y de compasión. La violencia nunca puede suprimir la violencia, y lo único que hace es recrudecerla.
Pero no basta con evitar actos violentos, sino que es necesario que también el lenguaje esté liberado de palabras ásperas, acres, sardónicas, maledicentes o malevolentes, embaucadoras o manipuladoras, tendentes a crear confusión y odio. El control sobre la palabra es muy necesario, porque con la palabra se puede ejercer mucha agresividad y desdicha.
La no-violencia es una actitud de respeto hacia todas las criaturas, evitando dañarlas, y, como decía Gandhi, es la religión más elevada, la verdad más alta. Hay que tratar a los demás con sana afectividad, amabilidad, cariño, evitando las malas formas o modos bruscos, mostrándose tolerante y comprensivo. Hay que evitar la violencia en cualquier forma. Se puede ser firme, saber poner límites, velar por uno mismo, pero la mente debe estar libre de saña, afán de venganza, rencor y odio.
Hay que ir superando la violencia mediante la compasión, la armonía y la serenidad, pero también colabora a ello muy especialmente el entendimiento correcto que nos hace ver con diáfana claridad y comprensión aquella ley eterna que reza: “Nunca el odio puede ser vencido por el odio; es solo mediante el amor que el odio puede ser vencido”.

No mentir.
No-mentir y entrenarse en la verdad (satyan) es fundamental en la senda de la evolución consciente. Nos mentimos a nosotros mismos y mentimos a los demás. Incurrimos en autoengaños y justificaciones, culpabilizamos a los otros, adulteramos o distorsionamos la verdad, no somos sinceros y enredamos y confundimos.
La sinceridad es como una lámpara en el largo camino de la autorrealización. Ser sincero con uno mismo es descubrir y aceptar los propios fallos para poder corregirlos, no atribuirse cualidades de las que uno carece, desenmascarar los autoengaños. Ser sincero con los demás es ajustarse a los hechos como son, no distorsionar, evitar difamaciones y calumnias, ser sincero en los afectos y evitar la hipocresía, el cinismo, la manipulación. Es no solo no mentir, sino evitar disfrazar la verdad. Es también evitar criticas acerbas, descalificaciones, sembrar discordia creando malentendidos o equívocos.
No hay que exagerar o embaucar, o tratar de imponer las propias ideas a los demás. La verdad es también respeto, tolerancia, aceptación de uno mismo y de los demás. Es conducta impecable, pensamientos y palabras rectos, actos idóneos. Hay que esclarecer y no oscurecer, conciliar y no separar.
Mediante la vigilancia de sí mismo y el saludable autocontrol, uno aprenderá a ser más veraz, preciso, equilibrado y sincero. Muchas veces mentimos, o nos mentimos, por pura mecanicidad, por no estar atentos a la palabra que sale de nuestra boca.

No robar.
Asteya tiene un significado muy amplio y está muy relacionado con el anterior precepto, el de la verdad.
Asteya es no solamente no robar, sino no denigrar, no manipular, no explotar, no embaucar, no abusar, no ambicionar desmesuradamente, no tener un deseo compulsivo por poseer y retener, no estafar ni practicar usura, no abusar de los otros, no traficar con aquello que dañe a seres humanos (alcohol, sustancias tóxicas, etc.), no codiciar. En su contraparte, también implica ser generoso, atender necesidades ajenas, compartir, no envidiar, cooperar con los demás.

No entregarse al descontrol sexual.
Brahmacharya no es represión, sino un acto de supresión consciente o de transmutación (cambiar la energía sexual en energía espiritual) o de recanalización o reorientación. Es castidad, pero la castidad que se le exige al sannyasin o renunciante no es la de la persona que lleva una vida ordinaria. Como el yoga es equilibrio y consciencia, lo que recomienda es equilibrio sexual y no desenfreno, evitando la obsesión o adicción sexual.
El yoga considera que la represión es nociva y mutila nuestras mejores energías, pero que en el otro extremo, el largo desenfreno de los sentidos, también hay confusión, diseminación de energías y obsesión y compulsión. Hay que buscar el equilibrio en la comida, el sueño, el trabajo y el ocio, en las relaciones con uno mismo y con los demás. Eso es armonía, el punto equidistante entre esos dos impostores que son los extremos.
El sannyasin, renunciante, prescinde del sexo como de tantas otras cosas que le aparten de su camino directo hacia la autorrealización, pero el yogui que no es renunciante, lo que tiene que hacer es vivir todo, incluida la sexualidad y la sensorialidad, con consciencia, desapego y ecuanimidad.

No ambicionar.
El yoga es, entre otras muchas cosas, una actitud y una técnica de equilibrio. Este equilibrio se busca en las cinco fuentes primordiales de energía (alimentación, respiración, descanso, sueño e impresiones mentales) y también en los comportamientos vitales, evitando los extremos.
El equilibrio es armonía, independencia interior, dicha y bienestar. El equilibrio no es rigidez ni excesiva laxitud, ni demasiado indulgencia sensorial ni restricción inapropiada.
El equilibrio es salud en el más amplio sentido de la palabra, y la salud implica también la verdadera y genuina ética, que consiste en poner los medios para que los otros seres sean felices y evitarle el sufrimiento.

Por Ramiro Calle