El poder de la palabra

2014-12-23

La palabra tiene un gran poder, porque deja huellas en el alma de los seres humanos. Son muchas las personas que es como si tuvieran en la lengua un estilete para herir a los demás. Todos tendríamos que aprender a vigilar y controlar la palabra y así evitaríamos herir a los seres queridos innecesariamente. Escribe Ramiro Calle.

Dialogo palabra

El descuido en este sentido nos hace servirnos de las palabras muchas veces como si fueran dagas para vulnerar a los otros. Como si fuéramos jueces de profesión, siempre estamos juzgando. Olvidamos que una vez dicha la palabra, ésta nos hace sus cautivos.

Hay un adagio significativo: hay tres cosas que nunca pueden recuperarse: la flecha disparada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. ¡Qué innecesariamente crueles podemos llegar a ser con la palabra! En lugar de utilizarla para abonar cariño, ternura, acercamiento y óptima comuncación, dejamos que se envenene y nos servimos muchas veces de ella para criticar acremente, sembrar discordia en lugar de concordia o, en el peor de los casos, calumniar o difamar.

Un yoga muy importante es el del control de la palabra. Ser veraces pero delicados; firmes pero no mordaces, ni groseros, ni agresivos. Mucha gente se tiene por no agresiva, pero lo es con sus palabras hoscas o secas, sarcásticas o irónicas. La palabra puede confortar o desmoralizar, ser amistosa o venenosa, acercar o distanciar, crear amistad o enemistad, ayudar o desayudar. Tal es el poder de la palabra y por eso es necesario entrenarse en dominarla.

Si la palabra no es para construir, mejor es guardar el noble silencio. Ser virtuoso con la palabra (en el doble sentido de ético y de saber manejarla con amor) es un gran don. En esta época muchas personas utilizan la palabra como ponzoña, malintencionadamente; otras reflejan en el descontrol sobre la palabra su descontrol mental.

Los grandes sabios de Oriente nos han insistido en la necesidad de adiestrarse en la denominada «triple vigilancia»: la de la mente, la de la palabra y la de los actos. Las palabras que nacen de la ofuscación deben evitarse; las que surgen de la soberbia, deben controlarse; las que brotan irreflexivamente deben dominarse. Ojalá un día las palabras puedan ser como pétalos aromáticos que se expanden con el viento de la compasión. De otro modo, mejor es callar y amar, como mi gato Emile.

Ramiro Calle

RamiroCalleMás de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.

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