El Yoga en los tiempos modernos/ y 4ª parte: Estudiantes occidentales en India

2018-11-22

Esta es la cuarta y última parte del artículo escrito por Yogacharini Kalaimamani Meenakshi Devi Bhavanani, directora del Centro Internacional para la Educación e Investigación del Yoga. Ha sido publicado en 4 partes y en días sucesivos. Está traducido del inglés por Alexis Álvarez Jácome.

Una interesante reseña en el estatus moderno del yoga, en particular del tipo de “yoga” practicado por los occidentales que van a la India, aparece en la revista Yoga Life, publicada en Pondicherry en julio de 2004, de la página 23 a la 32. Este artículo fue escrito por el profesor Ken Liberman, becario Fulbright, profesor de sociología en la Universidad de Oregón. El Dr. Liberman,  investigador de la cultura y el budismo tibetanos, ha viajado a la India durante más de 30 años y pasa mucho tiempo en la ciudad de Mysore, Estado de Karnataka. Ha sido estudiante del Yogamaharishi Dr. Swami Gitananda durante más de 30 años y durante muchas décadas también fue estudiante de Shri K. Pattabhi Jois, quien es un exponente de lo que ha sido llamado “ashtanga yoga”. Pattabhi Jois vivía en Mysore. Cientos de occidentales acudían en tropel a sus cursos de yoga cada año. El Dr. Liberman tituló su artículo “Turismo de Yoga”, y reseñaba los “giros” extraños del yoga ocurridos en unas cuantas décadas, desde que Oriente se encontró con Occidente.

Como la mayoría de los maestros actuales de hatha yoga, que suelen impartir unas cuantas horas de clase diarias o semanales, ni B. K. S. Iyengar, ni Pattabhi Jois entraron a fondo en la modificaciones del estilo de vida que es parte de la yoga sadhana, más allá de hacer comentarios generales ocasionalmente durante el curso. Sus estudiantes esperaban clases de unas pocas horas por día y después regresaban a sus casas u hoteles durante el resto de la jornada. Las circunstancias que esto provocaba fueron abordadas por el Dr. Ken Liberman en su artículo. Aquí copiamos algunos fragmentos:

¿Qué es “hacer” yoga? La pregunta ha sido planteada por decenas de miles de estadounidenses que miran fijamente las revistas de yoga en las estanterías de los supermercados. Para la gran mayoría, “yoga” es una manera efectiva y no muy extenuante de perder grasa corporal y de reducir el estrés de una vida agobiada, en ese orden. Para aquellos estadounidenses que no sufren sobrepeso, “hacer” yoga se refiere a posturas más exigentes que permiten alcanzar cierta musculatura, estar más flexible, tonificar el abdomen, y, sobre todo, mantener un trasero firme. Otros comienzan su camino en el “yoga” buscando retrasar o revertir el comienzo de la artritis en sus articulaciones. Aquellos que mantienen la práctica del ásana durante más de seis meses expresan satisfacción por la firmeza de sus pantorrillas y abdómenes, además de un sentimiento de bienestar. El hecho de que las nalgas se vuelvan realmente firmes da pie a una dedicación adicional (por ejemplo: si hay dudas sobre los beneficios espirituales del “yoga”, en cuanto a las ventajas de tener un “trasero firme” no hay duda alguna). En resumen, el “yoga” es visto como una forma de parecer más atractivo.

Lo que estas motivaciones tienen en común es que todas están dirigidas hacia una noción de yoga carente de los aspectos más esenciales. Swami Vivekananda ni siquiera hubiera reconocido el “yoga” tal como es conocido y practicado en Estados Unidos actualmente. Sin embargo, algunos pocos de estos estadounidenses que han fomentado una “práctica” –usualmente haciendo uso del posesivo “mi práctica”– emprenden camino hacia la India en busca de más aprendizajes en sus docenas o centenas de centros de enseñanza del “yoga”. Pocos de estos centros ofrecen más allá de ásanas y un sitio web, aunque algún rudimento de pranayama puede incluirse. En algunos de estos establecimientos, la “mercantilización del yoga” está bien instalada, y las compañías de turismo yóguico ad hoc, promocionadas activamente por el gobierno de la India, florecen dondequiera que los estudiantes de yoga estadounidenses hayan aparecido. (Hablo de “estadounidenses” dado que los conozco mejor, pero mucho de lo que describo puede ser aplicado a nacionalidades europeas y latinoamericanas). El yoga está en venta, casi exclusivamente el ásana, y hay muchos compradores que vienen por él unas pocas semanas, pocos meses e incluso años, si logran prorrogar sus visados.

Ken Liberman señala la ausencia de cualquier realización de la base cultural del yoga:

Los estudiantes estadounidenses de yoga permanecen dentro de su propio universo cultural y tienen un contacto mínimo con la sociedad hindú, salvo por el “yoga mercantilizado” que buscan y reciben. No entienden la lengua regional, aprenden poco sobre las políticas o la cultura (“solamente estamos aquí unos pocos meses”) y se mantienen concentrados en su “propia práctica de ásana”. La parte más deplorable de esto es que muchos de ellos presumen de haber completado temprano en la mañana una práctica avanzada y sutil de ásana que les permite pasar el resto de la jornada pasivos mientras gozan de un delicioso sentimiento de superioridad hacia casi cualquier persona que conozcan durante el día.

Después del desayuno, muchos estudiantes de yoga salen de compras al “centro” o a la “ciudad”, y generalmente terminan en la piscina de un hotel de cuatro o cinco estrellas donde se reúnen con sus compañeros practicantes de yoga y se encuentran solo con unos cuantos hindúes, sonrientes pero serviles, que trabajan en el hotel. Las áreas de piscinas no son tan diferentes de las áreas de piscinas de los Estados Unidos, y uno se pregunta qué tipo de investigadores tratarían de repetir exactamente la experiencia que ya conocen. Por sus propias palabras, muchos de ellos parece que llegaron en busca de respuestas, pero acaban guiados por los turistas estadounidenses de yoga que les han precedido hacia los caminos de entretenimiento que ofrezca la localidad hindú de que se trate. Aislados en una masa crítica de buscadores de placer con ideas afines, socializan rápidamente con su hedonismo moderado y limitan innecesariamente sus oportunidades para descubrir la India; en su lugar, invierten una buena parte de sus energías en las compras, una tarea en la que son maestros.

El Dr. Liberman discute la forma en la que los “aspirantes de yoga” gastan su tiempo fuera de clase:

Después de las compras vienen las actividades en el área de piscina: nadar, broncearse y leer (lo que mayormente consiste en charlar con amigos mientras sostienen el libro en la mano). Unos pocos centros de yoga ofrecen algunas clases vespertinas o “satsangh”, pero solo una minoría de estudiantes estadounidenses de yoga elige asistir a ellas, prefiriendo ir al “antisatsangh” de chismorreo alrededor de la piscina, o tal vez broncearse al sol. Al preguntarles sobre esta sabia decisión, suelen murmurar algo sobre estar “tan cansados” por despertarse tan temprano. Algunos cursos paralelos se ofrecen por maestros ad hoc de la industria del turismo de yoga (incluida la cocina hindú, masaje ayurveda, sánscrito, etc.), que casi siempre muestran sorpresa y desaliento por la falta de responsabilidad mostrada por muchos estudiantes al no aparecerse en los cursos en los que se inscribieron, saltándose clases (por la piscina o la fiesta) o dejando la localidad de repente tras olvidar pagar las facturas por los servicios recibidos (insignificantes para la mayor parte de ellos pero muy significativas para la mayor parte de los hindúes). “¡Uno esperaba más de los estudiantes de yoga!”.

El Dr. Liberman afirma que, en su experiencia, ha encontrado pocos estudiantes interesados en los conceptos holísticos del yoga:

Dicho de otro modo, el hatha yoga atrae participantes por decenas (tal vez ahora cientos) de miles, mientras que el raja yoga difícilmente atrae docenas. En una ocasión, durante una visita a una universidad de sánscrito en Tamil Nadu, un curioso me preguntó “qué tipo de yoga” enseñaba Swami Gitananda a sus estudiantes. Le respondí que “hatha yoga”. Desafortunadamente para mí, Swamiji me escuchó, y esa fue la única ocasión en la que se enfadó conmigo. No me dirigió la palabra durante el resto del día, comentándome únicamente que él “jamás” enseñaba hatha yoga (de hecho, lo enseñó solo en raras ocasiones, ¡y en esos días la tierra cantaba!). Al día siguiente le pregunté a Swamiji cuál hubiese debido ser mi respuesta, y respondió: “Ashtanga yoga”.

Con “Ashtanga”, Swamiji se refería a las ocho ramas del yoga de Patañjali. Qué paradójico problema afronta el yoga estadounidense, ya que en América el “ashtanga yoga” es ampliamente conocido como una forma altamente atlética de la práctica de ásana que incluye vinyasa y respiración controlada. Es un método brillante de ásana, pero la mayoría de los estadounidenses ignoran el correcto significado de “ashtanga”. Estados Unidos ha reinventado el yoga de formas que son más adaptables a su cultura sibarita y mercantilista.

El Dr. Liberman sigue describiendo el estilo de vida llevado por muchos de los estudiantes de Yoga:

Durante su estancia en el hotel cinco estrellas por la tarde, los estudiantes estadounidenses de yoga encuentran cerveza, vino y otras bebidas alcohólicas; un anuncio en un centro de yoga decía: “Alcohólicos Anónimos para Yoguis”. No era una broma. Y las comidas vegetarianas no son la regla sino la excepción. La impersonalidad del ambiente del hotel se compensa de algún modo con el alivio de su aire acondicionado. La India real puede estar esperando a los estudiantes a pocos metros, pero por la tarde estos se olvidan de ella. 

Resume sus observaciones de primera mano durante décadas:

Así es un día típico en la vida de un yogui en la India, pero la “práctica” matutina lo ennoblece, y es por la práctica por lo que un sadhaka debe ser juzgado. ¿Exactamente en qué consiste la práctica en la que el turista del yoga está interesado? La gente joven busca actividad física, los mayores rejuvenecer; la mayoría de ellos dirigen su esfuerzo a volverse o mantenerse atractivos, centrando sus energías fijamente en lo que cada uno de ellos llama “mi práctica”. Durante una o dos horas dirigen sus energías (y en muchos casos esta es abundante) hacia ellos mismos. Únicamente a ellos mismos. Cada respiración es una celebración del propio cuerpo electrizante. Podría ser hermoso, pero el peligro es que refuerza fácilmente el egotismo y el egocentrismo, cuando la práctica de yoga persona debería erradicar el yo concebido egoístamente. Muy justamente se podría decir que el practicante de yoga conocerá a otros practicantes más adeptos al ásana o buscadores de los límites de su cuerpo. Pero un sentimiento de escasez no es en realidad lo opuesto al egoísmo, sino otra forma de ensimismamiento. Si atendemos a Patañjali, las enseñanzas espirituales deben ser, de hecho, conseguidas a través de la práctica correcta de ásana, pero cuando la práctica es distorsionada por lo que abunda en la cultura –vanidad, egoísmo, sibaritismo, ensimismamiento–, ¿existe la posibilidad real cultivar estas enseñanzas? La metáfora del camello que puede pasar a través del ojo de una aguja parece aquí muy apropiada.

Por consiguiente, uno puede ver que en el siglo XX la antigua palabra “yoga” ha recibido miles de nuevas aportaciones, algunas de ellas iluminadas y otras ensimismadas ¡e incluso hedonistas! El encuentro del Occidente materialista con el Oriente espiritual ha creado un enorme número de corrientes cruzadas con respecto a esta antigua ciencia; una sacudida y una mezcla de distintos conceptos, prácticas y estilos de vida. Una cosa es segura: el “yoga” es ahora una palabra internacionalmente popular, pero lo que esa palabra significa para quienes la pronuncian es objeto de especulación e intensa introspección reflexiva.

Puduvai Kalaimamani Yogacharini Meenakshi Devi Bhavanani es directora del Centro Internacional para la Educación e Investigación del Yoga (ICYER) 16-A, Mettu St, Chinnamudaliarchavady, Kottakuppam – 695 104. Ph: 2622902 y Yogaganjali Natyalayam 25, 2nd Cross, Iyyanar Nagar, Pondicherry – 605 013. Ph: 2241561

Traducción del inglés por Alexis Álvarez Jácome.