El Yoga en los tiempos modernos/ 2ª parte: Tendencias en Occidente

2018-11-20

Esta es la segunda parte del artículo escrito por Yogacharini Kalaimamani Meenakshi Devi Bhavanani, directora del Centro Internacional para la Educación e Investigación del Yoga. Por su extensión será publicado en 4 partes y en días sucesivos. Está traducido del inglés por Alexis Álvarez Jácome.

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Tendencias actuales del Yoga en Occidente

Desde la aparición de Vivekananda en la escena internacional en 1893 en el Parlamento Mundial de Religiones en Chicago, el goteo de dioses hindúes emigrando de Oriente a Occidente se convirtió hacia finales del siglo XX en una verdadera inundación, en un diluvio. En un giro histórico impresionante, se produjo una «misionización inversa» en la que los santos y sabios hindúes capturaron las mentes, corazones, cuerpos, almas (y libros de bolsillo) de los desilusionados descendientes de las naciones misioneras cristianas. Aunque el mensaje de estas decenas de miles de gurús abarcase desde lo simple hasta lo complejo y sus presentaciones variasen radicalmente desde la propaganda personal hasta las manipulaciones psicológicas más sutiles, tal avalancha de enseñanzas se englobó bajo el término «yoga».

La palabra “yoga” lanzó un hechizo mágico sobre la conciencia de la humanidad del siglo XXI.  En los tiempos recientes el ethos consumista y materialista ha envuelto la antigua ciencia espiritual del yoga y la ha alterado hasta un grado casi irreconocible. La ciencia del yoga, que fue diseñada para permitir al hombre elevarse sobre su conciencia corporal, se ha vuelto ahora un vehículo de mejoramiento de la misma. Ha emergido el “culto a la flexibilidad” que utiliza ásanas como medio de producir un “cuerpo hermoso”. Los objetivos de su práctica han puesto el énfasis en el rendimiento intenso del cuerpo, destrezas, fuerza, aumento de la eficiencia y sexualidad.

Estimulada por este intenso trabajo físico, la adrenalina que se segrega se vuelve adictiva. El yoga se ha vuelto “utilitario”. Debe tener una “utilidad material práctica” y beneficios que demuestren su palabra. Por consiguiente, el “yoga” (ásana, pranayama, etc.) es “usado” para remediar el estrés, curar enfermedades, mantener la salud, la paz mental, etc. También se ha convertido en la base de una lucrativa carrera para algunos pocos afortunados que han ganado fama y reconocimiento como maestros de yoga. El yoga se ha transformado en una ciencia materialista y física, acorde con el ethos de su tiempo. Las complejas razones que crearon las circunstancias en las cuales surgen estas diversas interpretaciones de los antiguos conceptos hindúes son tan amplias que no pueden ser explicadas aquí. Solamente decir que en el momento oportuno, quienes fueron lo suficientemente astutos para sentir esa “gran ola”, la cabalgaron hacia la fama y la fortuna. Ahora en EE.UU, Europa y Australia hay literalmente “una tienda de yoga en cada esquina”.

El movimiento del yoga hacia Occidente tuvo su plataforma de lanzamiento en Inglaterra y en EE.UU. El karma, la rencarnación, la sabiduría de la Bhágavad-guitá, la necesidad de calma y silencio para los logros espirituales, el sentido común, la moral y la ética del Panchatantra, el intelectualismo de las escrituras vedantas, fueron un elixir para las mentes adormecidas por el materialismo. El exotismo esotérico de la manifestación hindú de las verdades universales –todo ello parte integrante del estilo de vida hindú– fue una bocanada de aire fresco para una población materialmente estancada, encarcelada en su ego, social y psicológicamente desequilibrada. Cientos de gurús cabalgaron esta ola denominada con el término mágico de “yoga”. La ciencia y sabiduría tradicionales de Occidente fallaron a la hora de responder a las preguntas del espíritu. Oriente parecía tener las respuestas para los hombres y mujeres del siglo XX que buscaban el sentido de la vida.

El atractivo y alegre Krishna fue una alternativa seductora al icono de Jesús muriendo en la cruz. Bhaktivedanta, con su “conciencia de Krishna” (ISCKON), condujo esa ola hacia un imperio financiero y comercial en la década de 1960. Sus estructuras sociales crecieron basándose en los modos de vida hindúes que ofrecían una exótica escapatoria al modo de vida gris, fragmentado e industrializado. Las coloridas costumbres hindúes se volvieron parte integral de estos movimientos, como el alegre y hermoso canto hindú bhajana y el cántico védico, emocionando a una población estéticamente agotada. Mentes alienadas hallaron nuevas anclas en cultos o sectas, y rápidamente brotaron áshrams por doquier. Los gurús más inteligentes siguieron el patrón trazado por Maharishi Mahesh Yogui en los primeros años de la década de los 60. Los EE.UU. fueron su destino favorito, aunque algunos comenzasen en Europa. Funda un ashram/centro. Reúne discípulos. Presenta el “conjunto” al estilo del mantra de Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”. Involucra a expertos en relaciones públicas. Empaquétalo y organízalo de un modo profesional. Atrae estudiantes o discípulos. Construye edificios e instituciones. Expande los proyectos. Crea jerarquías, círculos exclusivos, niveles de logros. Atrae a ricas y famosas personalidades. Recibe su respaldo. Publicita la conexión. Imprime brillantes libros, produce vídeos ligeros y cultiva buenas relaciones públicas con los medios. Crea un lujoso estilo de vida incluso en la espiritualidad para que el dinero sea igual al éxito. Por último, el toque final: llámalo “yoga” -bhakti yoga, karma yoga, tantra yoga, laya yoga, siddha yoga, jñana yoga, ashtanga yoga, kundalini yoga, mantra yoga, power yoga-… El “yoga” fue y sigue siendo el “mantra mágico” que atrae devotos como la miel.

Sin duda, la mayoría de los gurús que aparecieron en el horizonte occidental comenzaron con un deseo sincero de compartir su sabiduría y conocimiento para hacer del mundo un lugar mejor, para restablecer la paz en la Tierra, para curar al enfermo, para dar consuelo al desdichado. Sin embargo, muy a menudo a lo largo del camino, los inmensos compromisos que la popularidad de masas exige colocaron a los gurús en la misma posición que a la diosa hindú Durga: ¡cabalgar un tigre! Mas, a diferencia de Durga, les hizo falta la habilidad para apearse. Un gran número de gurús cayeron en las mismas viejas trampas que engatusaron a reyes, políticos, santos y pecadores: dinero, poder, sexo. Algunos se las ingeniaron para “salir” ilesos de esos escándalos, y otros fueron sepultados para siempre. Algunos libros fueron escritos por devotos desilusionados acusando a sus exmaestros de fechorías varias. Surgieron cismas en grupos y facciones disputándose el poder. Algunos gurús fueron expulsados de sus propios ashrams por sus discípulos. Otros volaron de regreso a la India, y hubo quien murió de conmoción.

Mucho bien ha surgido de aquella gran sacudida de conciencia ocurrida en los últimos dos siglos en el nombre del “yoga” y la “espiritualidad”. El reto de la época para el sabio y el iluminado parece ser «digerir” los venenos que se han creado, al estilo del mito hindú del “gran batido del ocáno”. El amrita se ha producido gracias a los esfuerzos de tantas generaciones de gurús y buscadores y puede ser disfrutado y “bebido” con seguridad. El buscador exigente del yoga, sin embargo, debe ser consciente de cuánto se han alejado las ideas actuales del yoga de sus inicios.

Todo el concepto, la estructura y la base del yoga ha sufrido cambios tremendos en los tiempos modernos. Muchos factores afectan el movimiento de yoga: viajar se ha vuelto fácil, el apetito occidental por el “exótico Oriente” se ha incrementado, los “movimientos hippies” en la década de 1960 se rebelaron contra los valores religiosos y sociales tradicionales, crecen los problemas para lidiar con la salud física, emocional y mental, y las redes de comunicación globales han cultivado un fértil jardín fértil para miles de gurús de la «Nueva Era”, ansiosos por llevar el “mensaje espiritual de Oriente” hacia el “decadente” Occidente.

Dentro de los objetivos de este artículo no está registrar el inmenso número de gurús hindúes, yoguis y demás que hicieron el peregrinaje hacia la “meca del materialismo occidental” durante este tiempo. Miles de charlatanes sacaron provecho de la credulidad de una desilusionada juventud. Cientos más tuvieron éxito creando “grandes nombres” para sí mismos, construyendo gigantescas organizaciones al estilo de grandes negocios corporativos; amasando fortunas y reuniendo cientos de miles de “seguidores” en nombre del misticismo oriental del yoga. El nuevo «gurú de la Era del Jet” entró en escena. Adiós al ethos ascético. Adiós a la vida simple y a la humildad. Adiós a dominar los deseos y a la disciplina del cuerpo, la mente y las emociones. Adiós a las limitaciones éticas y morales. “La paz a cualquier precio” es el mantra actual. Un gran desafío al “vacío emocional” y a la “angustia” que tanto prevalecen en la sociedad urbanizada e industrial. Enormes fortunas e imperios espirituales fueron construidos en Occidente por los nuevos gurús que vivieron en hoteles cinco estrellas, poseyeron jets privados, habitaron castillos y mansiones y condujeron Rolls Royce. Contrataron agencias de publicidad para presentar una “buena imagen» y utilizaron todo tipo de artilugios promocionales de la comercial mentalidad occidental para atraer discípulos y seguidores. Problemas y escándalos surgieron inevitablemente, y un buen número de conocidos “gurús hindúes” estuvo involucrado en enormes escándalos sexuales, acusados por sus discípulas de seducción sexual. Otros gurús se vieron envueltos en estafas financieras.

El “yoga” se convirtió en una mercancía lista para “venderse” y los honorarios por «enseñar yoga” crecieron. Hasta se comercializaba con»mantras personalizados»en la década de los 70. Se establecieron comunidades en las que inteligentes y educados seguidores ofrecían sus servicios profesionales libremente a las instituciones, permitiendo a sus gurús y líderes vivir en un lujo sin igual. Las clases de yoga y otras “terapias New Age” podían costar hasta 1.000 dólares. Los gurús cultivaron cuidadosamente su imagen y se mantuvieron distanciados de sus seguidores recibiendo solamente a unos pocos elegidos en su círculo cercano. El yoga y la espiritualidad hindú obtuvieron un aura de “culto” en la que toda interpretación emocional y abierta era aceptada, ignorando el verdadero rigor y las restricciones de la ciencia yóguica, la cual es extremadamente disciplinada, racional y se basa en valores. En un esfuerzo por ganar seguidores, la mayoría de los gurús no intervino en la vida personal de sus estudiantes, quienes eran “clientes”, y ya se sabe que “el cliente siempre tiene la razón”.

Algunos de los gurús hindúes no se percataron en un principio de la decadencia de la cultura occidental y su estilo de vida, y llevaron las prácticas del yoga a gente que no estaba preparada para ellas. La actitud cristiana hacia la espiritualidad contiene una dicotomía entre cuerpo y mente. Uno puede fumar, beber alcohol e incluso ser promiscuo y continuar siendo un «buen cristiano”, especialmente si expresa arrepentimiento por sus “pecados”. Valores como un modo de vida moderado, karma, moksha, rencarnación, devoción por el gurú, lealtad al camino espiritual, que son la base de la cultura hindú, eran ajenos a la mentalidad occidental. Los gurús hindúes, deseosos de ganar seguidores, incentivaron un enfoque ecléctico hacia aspectos esenciales del hinduismo. Incluso se ofrecieron títulos de “swami” a cualquiera que estuviera listo para pagar una dakshina considerable. Y podía verse parejas vestidas de naranja caminando por la calle de la mano y fumando cigarrillos. Las drogas también se mezclaron con el yoga en la mentalidad occidental. Los hippies justificaron su consumo de hachís en la idea de que “Shiva fumaba un chilum”. Se confundieron las experiencias de drogas para expandir la mente y los viajes químicos con el samadhi. La frívola mentalidad materialista brincó por aquí y por allá, siempre buscando “nuevos viajes” y “nuevas experiencias” que operasen fuera del condicionamiento judeocristiano. Se trataba de buscar un “nuevo sabor” que remplazase al de Jesucristo crucificado en la cruz, un “gurú de yoga” para “salvarnos”, para “iluminarnos” con el parpadeo de un ojo, con el toque de una pluma de pavorreal.

Otro hecho fue la asociación primaria del yoga con los ásanas. Cuando desde el principio se sabe que los ásanas como tal nunca han sido parte realmente importante del yoga tradicional. Pero en los tiempos modernos el papel de ásana predominó para la mentalidad materialista occidental y su concepción del cuerpo. Los nuevos gurús tienen el atractivo de una “estrella de cine” y alardean de sus destrezas en anuncios espectaculares de brillantes revistas. Mantenerse en buena forma y curar los males del cuerpo con ásanas se vuelto la motivación principal de la práctica. Aunque el sabio Patanjali mencione “ásana” solo cuatro veces en sus 196 sutras, la escena moderna del yoga ha hecho del ásana la quintaescencia, lo único en el yoga. El “culto a la flexibilidad” ha aumentado. El valor propio es medido de acuerdo con la flexibilidad propia. El tremendo choque del materialismo y la tradición intelectual judeocristiana con lo ascético e intuitivo del yoga oriental produjo la mayor desinformación, confusión y distorsión imaginable. En verdad, los antiguos rishis se revolverían dentro de sus tumbas si pudiesen ver los anuncios que prometen, a través del yoga y a cambio de unos cuantos dólares, “poder sobre otros”, “personalidades magnéticas”, “aumento de sexualidad”, etc. Hoy día, barbudos gurús de todo tipo no tiene ningún escrúpulos en promocionarse a sí mismos sonriendo por doquier en anuncios de pago.

(Mañana, 3ª parte: Tendencias actuales del Yoga en la India)

Puduvai Kalaimamani Yogacharini Meenakshi Devi Bhavanani es directora del Centro Internacional para la Educación e Investigación del Yoga (ICYER) 16-A, Mettu St, Chinnamudaliarchavady, Kottakuppam – 695 104. Ph: 2622902 y Yogaganjali Natyalayam 25, 2nd Cross, Iyyanar Nagar, Pondicherry – 605 013. Ph: 2241561

Traducción del inglés por Alexis Álvarez Jácome.