¿Por qué nos molesta tanto? Yoga y pseudociencias

2019-04-01

Tras la inclusión del yoga en la lista de pseudoterapias o pseudociencias, no han sido pocos los comentarios desacreditando dicha decisión. Pero… ¿quién tiene razón en este embrollo? Permanecer alerta es un requisito indispensable para intentar no dar nada por sentado. ¿En base a qué formamos nuestras opiniones? ¿Son surgidas de la reflexión crítica o es un eco que repetimos sin pararnos a pensar? Escribe Pablo L. Pérez Montesinos.

Hablar de ciencia en Occidente implica la aceptación de un método científico que no se puede aplicar al yoga. Es cierto que se han realizado gran cantidad de estudios dentro de la medicina y psicología occidental que sugieren que el yoga aporta beneficios para la salud de quien los practica. Ahora, la mayoría son estudios aislados o en primeras fases de desarrollo, con sesgos o con controles de calidad que dejan mucho que desear.

El método científico requiere de unos filtros extremadamente estrictos para generar conocimiento. Una de las cuestiones es si queremos que el yoga pase esos filtros. Pongo un ejemplo ilustrativo: seguramente todos estemos familiarizados ya con el mindfulness, pues no pocos han sido los comentarios peyorativos acerca de este programa por parte de profesores y expertos en meditación que han visto cómo a un método milenario se le desproveía de todo aquello que a la ciencia no le interesaba. Así se creó el mindfulness-based stress reduction (MBSR), un sistema avalado científicamente pero minusvalorado por las comunidades tradicionales de meditación. Con esto, lo que vengo a decir es que para que el yoga pase los filtros de la ciencia debería desgajarse de tal manera que lo que quedaría no sería más que un poso deformado de lo que en algún momento fue un sistema filosófico milenario.

Ciencia vs. Filosofía

El yoga es una filosofía experiencial y como toda filosofía nos invita a reflexionar. Nos enseña a desarrollar nuestra capacidad crítica y, a pesar de esto, lo que a menudo encontramos es una predisposición a creer en algo, más que una intención de crecimiento y liberación. ¿Por qué nos molesta tanto que desde los sectores científicos nos recuerden que el yoga no es una ciencia según los estándares actuales? El debate entre ciencia y filosofía es eterno, y necesario. ¿Qué es filosofía y qué es ciencia? La diferencia no la marca el objeto de estudio, sino el método empleado.

Bajo mi punto de vista, el yoga no debería ser estudiado por la ciencia occidental. En todo este embrollo los profesores y profesoras de yoga hemos inducido, de cierta manera, a que el yoga se relacione con prácticas que nada tienen que ver con el yoga. Seguro que todos conocemos a algún profesor de yoga que también hace reiki, constelaciones familiares, recomienda productos de homeopatía o se hace llamar terapeuta. Los centros en los que se suelen impartir las clases de yoga a menudo también realizan otras prácticas de naturaleza similar a las citadas. El lío está servido.

Más que enfadarnos porque el yoga se haya incluido dentro de dicha lista, deberíamos celebrar que haya gente que mantenga su estado de alerta para que su sistema de generar conocimiento no pierda valor (¿acaso no velamos nosotros también por recuperar un yoga que ha sido desvirtuado en las últimas décadas?). Dejemos a los profesionales sanitarios hacer su trabajo porque para eso están y continuemos nosotros nuestro camino, que no es que sea precisamente un camino de rosas.

PD. Gracias a los artículos de Ramiro Calle y Pepa Castro publicados en este mismo medio, que me han servido de invitación para expresar mi opinión al respecto.

Pablo L. Pérez Montesinos. Profesor de hatha-yoga, politólogo y estudiante de psicología.