«Vamos a relajarnos que tengo prisa” y otras anécdotas

2014-05-02

Señalándose el reloj de pulsera con el dedo índice, entró la señora en la luminosa sala de prácticas, muy apurada: «Rápido, rápido, vamos a relajarnos cuanto antes, por favor, que tengo prisa». Me quedé con la boca abierta, la mirada perdida, y por supuesto no me relajé yo mismo nada (algún día de estos hablaremos del estrés del profesor de yoga y relajación). Escribe Joaquín G. Weil. Foto Tony Otero.

vamos a relajarnos

En ocasiones sucede todo lo contrario: la persona que llega a un centro de yoga tiene muy claro que ha venido a no moverse. «Yo lo único que quiero es relajarme».

En efecto, todos lo único que queremos es relajarnos, pero lo siento, no es posible. Como solemos decir en nuestros cursos, el botón que enciende la luz es el mismo que la apaga. Decía Swami Rudradev que incluso para dormir es necesaria la energía. Por eso quienes mejor duermen son los niños y jóvenes y a quienes más le cuesta conciliar el sueño es, por lo general, a los ancianos. También todos tenemos la experiencia de acostarnos un día tan agotados que no conseguimos pegar ojo. Por eso, profesores de yoga y relajación, para conseguir relajar a los alumnos, necesitamos de algún modo activar y desbloquear sus energías estancadas.

Esto es algo que incluso la persona más despistada sospecha, y ese es el motivo de que para relajarse acuda a un centro de yoga en vez de tenderse tranquilamente en el sofá de su casa. Hablando de este extraño artefacto cuadrúpedo, rectangular y alargado, de apariencia inofensiva, que habita en nuestra sala de estar, ese gran maestro que es para mí mi propio padre sostiene que el sofá ha matado a mucha gente. Tiene toda la razón. Parece que así blandito con su gomaespuma y sus cojines no nos puede hacer ningún daño, pero en realidad es un verdadero peligro que tenemos alojado en la casa (y frente al televisor, su cómplice). Tirarse en el sofá es en ocasiones arrojarse a un pozo sin fondo, un boquete abierto hacia los abismos, no sé si exagero, que puede conducirnos directo hacia algún tipo de purgatorio.

Nos tendemos con la esperanza de levantarnos energetizados o electrificados como los gatos tras de la siesta, pero no somos gatos. Al ser humano no le queda más remedio que aprender a navegar entre el relajo y la autoexigencia, entre el descanso legítimo, el estrés o la pereza.

Para decirlo en términos sencillos, hay dos conceptos respecto a la relajación: el acostumbrado en el antes llamado Occidente y el que proponen las técnicas tradicionales de Oriente. Aquí por lo general se ha concebido el relajo como una desconexión de la mente, un adormecimiento, bien a través de electrodomésticos como la televisión o en la actualidad ordenadores, tabletas, smartphones, etc. O bien a través de fármacos o intoxicantes que obscurecen la mente y el entendimiento (excúseme que mencione ejemplos). Esto es lo que en el mundo del yoga se llama «tamas». Por su parte la relajación a través de técnicas yóguicas y meditativas, paradójicamente lo que propugnan es el relajo a través de la activación serena y el esclarecimiento de la mente y del cuerpo (sobre todo de su interrelación y diálogo). Es lo que en sánscrito se llama «satva». Así la relajación restaña nuestras heridas físicas y emocionales. Nos da claridad de pensamiento y energía en el cuerpo.

Siempre me ha extrañado el fenómeno no por acostumbrado menos sorprendente: que las personas por momentos seamos incapaces de relajar músculos que supuestamente podemos mover a voluntad. Es lo que llamamos estrés, tensión o contracturas. La clave de su solución está en la atención plena, en la conexión íntima de la mente con el cuerpo. Aquí el enfoque claro de la conciencia disuelve las tensiones de modo semejante al sol de invierno, que disuelve las brumas en los campos del norte. Nunguna tensión resiste la potente fuerza tranquilizadora de la mente concentrada y atenta.

Parar el sol en el cielo

En efecto, como decíamos al principio, hay cosas que no se pueden hacer con prisas. Una de ellas es relajarse y la otra es sin ir más lejos, respirar o enseñarse a hacerlo de una manera natural, amplia y libre. ¿Que sentido tiene acabar cuanto antes la exhalación para pasar a la inhalación o viceversa? El yoga tiene un tanto de navegar en el tiempo. El tiempo, como elemento, es una de las materias con las que se teje nuestra práctica del yoga. Los lamas tibetanos hablan de «parar el sol en el cielo», esto es, enseñorearse de nuestros instantes, padalear cada segundo mientras meditamos o practicamos la relajación consciente.

Hay quien se siente prisionero del tiempo, otros conciben el tiempo como un enemigo, que se canta en tantos boleros: «Reloj no marques las horas…» o «El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…». Para superar estas tendencias, en la YogaSala Málaga hemos puesto un reloj con un gran Om anaranjado y el siguiente lema: «El tiempo a nuestro favor». Porque consideramos que durante la práctica el tiempo siempre discurre a nuestro favor, como para los niños y jóvenes, pues en su transcurso nos hacemos más fuertes, conscientes y libres.

Muchas veces suelo emplear mi tiempo de descanso para meditar o practicar una asana restaurativa. Con la práctica, quienes lo han probado lo saben, descansa más que el simple sueño.

Para concluir, respecto a esto de la práctica en la relajación, hay verdaderos maestros. Hay quien comienza a roncar apenas se tiende sobre la esterilla. Como decía un amigo, Antonio Gómez, que frecuentó nuestros cursos durante una temporada, mientras vivía en Málaga: «Esas Trikonasanas, Padmasanas, Virabhadras, etc. me salen sólo regular. Pero lo que es la relajación tendido bocarriba… esa me sale perfecta.»

 

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

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