Cuando veo a todos aquellos que se formaron con nosotros ahora formar a otros, me digo: aum / olé. Han desarrollado plenamente aquello que ningún maestro, salvo Dios, puede darte. En aquella época, en nuestra inocencia, no lo sabíamos. Escribe Joaquín G. Weil.
Andábamos recién venidos de la India, con nuestras malas, nuestros inciensos y nuestros libros, y con el cuerpo un tanto baqueteado, más por las largas horas de trenes, buses, aviones y aeropuertos, que por las sudorosas horas sobre la esterilla o sobre los cojines de meditación. Mientras, algunos más jóvenes se acercaban a nosotros. Con nuestras dudas, nuestras inseguridades (también económicas), estábamos estableciendo los cimientos de algo más grande y duradero: en realidad, un marco, la atmósfera, el templo donde otros pudieran desarrollar sus propias sabidurías y conocimientos.
«¿Sabes que tus clases de yoga están bien?». Me lo decían algunos de aquellos que volvían de la India, donde habían viajado, siguiendo nuestros pasos, para tener la vivencia en directo, más allá de la enseñanza o el relato que pudiéramos desempacar de los fondos de nuestra vieja y polvorienta mochila, después de un periplo por las estaciones ferroviarias y los autobuses del Oriente. Como quien busca por todo el mundo un tesoro que estaba desde siempre escondido bajo el suelo de la cocina de su propia casa. Los puentes colgantes sobre el Ganges, a la altura de Rishikesh, te conducían a Muni Ki Reti, pero no directo hacia la iluminación, a veces ni siquiera hacia un masala chai algo decente o hacia una guest house con las sábanas limpias.
Ver a un alumno propio enseñar, a su vez, a otros es una lección interesante, pues más allá de las peculiaridades del carácter, se puede decantar la esencia de lo que es más relevante. Por supuesto que Rafael Valencia, Gloria Rico, Rubiela Suárez Yustty, Álvaro García Cabrera Calvo, Diana Moya y Violeta Artero, antes, durante y después bebieron de diversas fuentes. Si bien, aunque sólo fuera en aquellos breves meses, compartieron los mismos principios y las mismas prácticas con nosotros.
Después cada cual desarrolló su vida profesional siguiendo sus respectivos enfoques, habilidades, recursos y perspectivas, guiados cada uno de ellos por esa luz que ninguna formación puede darte. Pues es ese fuego interior que sólo Dios nos concede y que está en la mano de cada cual cuidar, avivar y alimentar de la mejor manera que nuestra comprensión nos otorgue. Ahora los veo, a su vez, transmitir esa misma llama a otros, compartirles sus propias experiencias, para que sus alumnos también alcancen a desarrollar aquello que ninguna formación puede darte.
Nada nos deben porque ya fuimos recompensados. Y, pese a todo, la gratitud es el mantra que viene percutiendo desde generaciones.
Es la misma llama, siendo otra. Causa de la combustión en distintos hogares. Fuego eterno que alimentan los yoguis. Como el esqueje del árbol de Bodhi que subsiste en diversos lugares sagrados, si hacemos caso a la leyenda, es el mismo árbol bajo el cual se iluminara el Buda, en siendo otro.
Agradecimiento eterno al largo linaje de los maestros.
Joaquín G Weil. Máster de Perfeccionamiento en Yoga, 2ª promoción, 2025-2026. Inscripciones abiertas.
https://iayoga.org/blog/2024/04/21/nueva-convocatoria-2025-2026-master-de-perfeccionamiento-en-yoga-2a-promocion-inscripciones-abiertas/