Las dos felicidades: intensidad emocional vs plenitud real

2024-02-27

La felicidad no consiste en sentir más emociones o más intensamente, sino en ser más conscientes de las que tenemos. La práctica del yoga desarrolla nuestra conciencia emocional: aprendemos a percibir conscientemente el mundo de las emociones y a modificarlo para que no nos arrastre. Somos más sensibles y vemos antes lo que en verdad necesitamos. Escribe Jon Díez.

En Navidad, cuando vemos por televisión algún barrio donde ha tocado la lotería, siempre hay un reportero que pregunta en la puerta de un bar a un grupo de personas que están brindando y cantando emocionados: “¿Qué se siente?”, y el agraciado responde: “Mucha felicidad”. Y lo mismo ocurre cuando un deportista consigue vencer en una competición o el día de la boda de una persona que se casa enamorada.

Esto es lo que, de forma automática, sin reflexionar, llamamos felicidad. Pero ¿lo es realmente? No, desde el punto de vista que voy a explicar, porque si eso lo fuera, necesitaríamos otra palabra para designar el estado del que hablaré más adelante.

La felicidad es algo que se da y se percibe a nivel emocional, podemos decir que es un estado emocional. A ciertos momentos emocionales intensos y agradables les llamamos felicidad. Esto es curioso porque aunque lo hacemos sin pararnos a reflexionar sobre ello, a la vez consideramos la felicidad como lo más importante de la vida. Desde una limitada conciencia emocional, hablamos de la felicidad como algo vago, esquivo y difícil de identificar, aunque creemos que es fundamental, como si la vislumbráramos entre sueños.

Conocer el funcionamiento del mecanismo emocional y cómo influye en él la práctica del yoga puede abrirnos a concebir y cultivar otro tipo de experiencia al que llamar felicidad.

Sentimiento efímero y felicidad consciente

Cada emoción genera un deseo. Si hay miedo, el deseo de alejarse, esconderse o atacar; si hay atracción, de acercarse; si hay ambición, conseguir, etc. Las emociones son el motor de la acción, lo que nos hace movernos. Deseamos algo y por eso tenemos fuerza para actuar. Eso se llama motivación, y mientras no despertemos otro motor, este es el que debemos usar.

Cuando conseguimos el objeto de nuestro deseo se da la satisfacción; cuando lo conseguimos a medias, la insatisfacción; y cuando no lo logramos, la frustración. A nivel emocional siempre es mejor estar satisfecho, se siente uno mejor. Lo que pasa es que cuando ya tenemos lo deseado, pasamos a desear otra cosa, o a tener que cuidar lo que hemos conseguido. En cualquier caso, estamos en movimiento porque esa es la función de la emoción, movilizarnos. Eso es lo que tensa los músculos y aumenta el ritmo respiratorio para producir el movimiento.

Llamamos felicidad a ese momento del proceso en que, acercándonos al objeto de deseo, lo conseguimos- Pero una vez lo tenemos, se nos acaba y buscamos felicidad en otra cosa. Esto ha creado una sociedad llena de estímulos en forma de publicidad y apariencia que tiende a acrecentar en cantidad e intensidad los deseos. Así se forma un ambiente de mucho movimiento (para conseguir los objetos de deseo) y difícil felicidad real. Entonces, ¿cómo se sale de ahí? ¿Cuál es la felicidad real?

Propongo la siguiente hipótesis: No se trata de sentir intensamente, sino de rebajar la intensidad y percibir lo que se siente en ese cese emocional. No tiene que ver con poner, sino más bien con quitar. Igual que, muscularmente, la relajación no es un tipo de contracción muscular especial, sino simplemente una descontracción.

¿Y cómo se rebaja el nivel emocional? Cuando nos embarga una emoción, no podemos rebajarla a voluntad, pues algo en nosotros se tensa más, quiere ir hacia el objeto del deseo. Ahí entran en juego las técnicas de yoga. Cuando estamos bajo la influencia emocional, se activa el sistema nervioso simpático que nos prepara para la acción. Los músculos se tensan, la respiración se acelera o incluso se corta, se acelera el pulso, se puede segregar adrenalina etc., más a mayor intensidad emocional.

Mediante las técnicas de yoga, controlando la respiración principalmente, se produce lo contrario: la musculatura se relaja, el pulso se suaviza, se segregan endorfinas como consecuencia de la activación del sistema nervioso parasimpático. Con esto (al igual que ocurre con algunas drogas) se inhiben las emociones y las sensaciones físicas. En Oriente todavía se practican algunos tipos de operaciones menores sin anestesia, bajo efecto de la relajación profunda.

El hecho es que en ese estado uno se siente bien, pero hay diferencias importantes respecto al sentirse bien por acercarse al objeto del deseo:

  • El bienestar proviene de dentro, no de nada externo, y no se siente necesidad de estar en otro lugar o momento.
  • Es un bienestar relajado, no tenso. No nos estamos desgastando como en el proceso emocional, sino que nos estamos regenerando.
  • Podemos pensar de forma lúcida y objetiva, al contrario que cuando tenemos interés emocional.

El mundo emocional influye en la mente y en el cuerpo. Si está sobrecargado, se da lo que conocemos como estrés (tensión) físico o mental. Que esta sea la enfermedad de nuestra época es fruto de una sociedad que llama felicidad a la intensidad emocional.

Lo que aporta el yoga al bienestar emocional

Pero la felicidad real se hace cultivando ese ambiente pacífico regularmente. Potenciarlo nos sana, y no hay que tener miedo a ‘dejar de sentir’ como piensa mucha gente. Si practicamos veremos que en esos momentos nos regeneramos, dejamos de necesitar, pero luego salimos y las emociones vuelven a estar ahí. Entonces, ¿por qué practicar yoga y meditación?

–Porque eso hace que, aunque tengamos vaivenes emocionales, seamos capaces de equilibrarlos para que no nos desborden y sepamos recuperar nuestro centro y energías.

–Porque aumenta nuestra conciencia emocional, lo que significa que no sentimos menos, sino más, porque aprendemos a percibir conscientemente el mundo emocional y a modificarlo. Somos más sensibles y vemos antes lo que necesitamos. En resumen: no nos hace falta tener más emociones, sino ser más conscientes de las que tenemos.

Ese estado de paz y serenidad emocional es la puerta de entrada a la trascendencia. Desde él se puede acceder a la concentración mental sostenida y facilitar el estado de meditación donde percibimos la plenitud real.

Todos los seres humanos buscamos la plenitud, pero cuando buscamos fuera en el mundo, estimulando las emociones, no sólo no la encontramos. El deseo inducido puede ser infinito y su complacencia no es coherente con las leyes naturales. Sin embargo, si hacemos el camino contrario, hacia nuestro conocimiento y trascendencia interior, podremos percibir la plenitud que buscábamos inconscientemente a través de innumerables experiencias.

La felicidad es no es el final sino el principio para conocer lo que es Real en nosotros. Eso que somos en esencia es dicha absoluta; experiencia latente en todos, pero que casi nadie busca. El primer paso hacia su encuentro emana un aroma emocional que si puede llamarse felicidad y acompaña a todo el que lo conoce o realmente aspira a ello.

 

Jon Díez. Profesor de Yoga colegiado por la escuela Sanatana Dharma  Discípulo de Madhavacharya Yogui Dasa. Dedicado a la realización y difusión del yoga a través de su escuela en Bilbao y de diversas colaboraciones con instituciones públicas y privadas.

Los fines de semana 1 y 2, y 8 y 9 de marzo ofrece Jornadas de Puertas Abiertas gratuitas para dar a conocer el sentido y beneficios del Yoga mediante clases, talleres, meditaciones guiadas, charlas o música en directo. En Madrid (c/ Peña de la Miel 3, Vallecas), centro Kranti Olea. Dirigidas cualquier persona con interés en el desarrollo interior. Se puede obtener el programa y calendario detallado por wassap al 687885211