«El yoga es un viaje de transformación que nos lleva a un lugar mejor». El entrenamiento de la observación es el secreto para diseñar prácticas personalizadas que habiliten la experiencia de yoga en todas sus sutilezas. A eso nos enseña Gabriela Binello en su Proyectomadre. Es una entrevista YogaenRed.
Gabriela es practicante de yoga desde los 18 años. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación con especialidad en Educación y formación en Antropología. Después de su formación académica decidió volcarse al yoga con dedicación exclusiva. Estudió en Argentina, en Brasil y luego completó su formación en India, donde vuelve regularmente desde 2010 para seguir profundizando en Canto Védico, Filosofía del Yoga, Yoga Terapéutico y Ayurveda.
Estuvo a cargo del primer proyecto de implementación de Yoga Terapéutico en una institución médica en Argentina. Actualmente es directora del Programa de de Yoga Terapéutico en habla hispana certificado internacionalmente (IAYT). También dirige el Programa de Yoga Terapéutico para la Comunidad en la escuela Proyectomadre. Desde 2012 es formadora de profesores de Yoga Personalizado.
Ha escrito cuatro libros: Yoga Personalizado. Inspirado en T.K. Krisnamachary, Los Yoga Sutras de Patañjali, Técnica de asanas. Posturas Śikṣana Krama y El idioma del Prāṇa.
Pregunta: ¿Qué revelaciones a lo largo de tu trayectoria destacarías que te hicieron especializarte en Yoga Personalizado y Yoga Terapéutico?
Gabriela Binello: Antes de mi primera formación como profesora de yoga tuve la oportunidad de aprender uno-a-uno de manera bastante intensa y durante varios años con un maestro. Cuando ese ciclo concluyó sentí la necesidad de compartir todo ello, pero cada vez que intentaba sumergirme en alguna formación, sentía que la mayor parte de los profesores hablaban de cosas teóricas que nunca habían experimentado. Me resigné y decidí formarme en una escuela que, si bien no planteaba aplicar yoga uno-a-uno, al menos priorizaba la práctica como el primer paso para comprender la teoría. Completé esa primera formación y empecé a dar clases grupales ajustando y personalizando con los recursos que tenía a mi alcance. Hasta que, un par de años después y a través de una clase de Canto Védico, alguien me presentó la oportunidad de practicar un yoga cuyo lema principal era “da lo mejor de ti, no como se aplique a ti sino al alumno” (palabras de TKV Desikachar). Me impactó y resonó mucho ese concepto y sentí que ahí alguien estaba hablando un idioma familiar. Decidí formarme en esa escuela.
El eje de la formación en Yoga Personalizado se basa en sostener una práctica regular diaria diseñada desde el día cero por un mentor que te acompaña durante toda el proceso. Recuerdo que hasta ese momento realizaba prácticas diarias de 1 hora y media que me había diseñado yo misma (postura sobre cabeza y sobre hombros, 12 saludos al sol, la rueda, el arco, etc.). Tenía menos de 30 años y ya había tenido problemas de espalda al menos tres veces en los últimos años. Cuando arranqué con Yoga Personalizado, mi mentor me dio una práctica de 25 minutos con posturas muy simples. Yo sentía que era una práctica para la tercera edad pero igual la sostuve. Recuerdo perfectamente que en una de las primeras consultas de revisión que tuvimos, vi como él registraba en un papel un fragmento textual de mi relato: “extraño Sirsasana” (postura sobre la cabeza). Al ver reflejada mi propia voz en ese papel entendí un poco más todo lo que aún necesitaba trabajar conmigo misma. Un año después, ya formándome en la escuela y sosteniendo la práctica de 25 minutos con posturas muy simples, intenté hacer Sirsasana nuevamente. No sólo no la había olvidado sino que la sentía profunda, consolidada, estable; me conectaba mucho más con algo silencioso adentro mío. Nunca más volví a tener tirones en la espalda.
P: ¿Cuáles fueron las necesidades de las personas que quisiste abordar desde tu trabajo con el yoga?
G. B: La necesidad que siempre me instó a hacer algo por otro no es otra más que el sufrimiento. Cualquier alumno que llega a la consulta de yoga busca aliviar su dolor. Ya sea algo leve como una molestia en el cuerpo (“me duele el cuello”) o un deseo de “mejorar la postura” (“quiero ganar flexibilidad”), como así también falta de energía vital (“a las 4 de la tarde siento que me iría a dormir”), ansiedad, tristeza, frustración, desesperanza, falta de autoestima, problemas de salud crónicos (digestión irregular, alergias), entre los más comunes. Y es exactamente eso lo que propone el yoga: un viaje de transformación que nos lleva a un lugar mejor[1]. Yoga es eso que, a través de una conexión muy profunda y bajo la guía de un maestro que atravesó ese proceso antes, me permite acceder a un estado en el que sufro menos. La necesidad es siempre liberarnos del sufrimiento[2].
P: La generalización de las clases y formaciones colectivas ha transformado el modo de transmitir el yoga, introduciendo, casi inevitablemente, grandes dosis de impersonalización y automatismo en la pedagogía. ¿Cómo hacer compatible lo colectivo con lo individual?
G.B.: La práctica de yoga, en su propia definición, es lo opuesto a lo masivo, lo impersonal y lo automático[3]. Lo colectivo y lo individual deberían estar absolutamente integrados si tenemos la experiencia de yoga. No hay forma profunda y óptima de vincularme con el entorno si no me conozco, si no sé qué quiero, si no sé cómo gestionar todas mis propias resistencias y proyecciones personales, mis hábitos negativos, mi sombra. Si hago el viaje hacia adentro (y para ello necesito animarme a la profundidad del trabajo con la Conciencia), eso redunda en cómo me relaciono con el mundo. Es por ello que la experiencia de yoga uno-a-uno es ineludible. En el contexto de enseñanza grupal, el grupo es la red que acompaña y sostiene ese proceso individual e íntimo. En nuestras clases, ya sean grupales o durante las formaciones, cada profesor se entrena para integrar los dos relatos que se suceden en simultáneo allí: por un lado, el proceso que está viviendo cada alumno en esa clase; y, a su vez, el impacto de esto hacia y desde la vibración y dinámica del grupo. Ese entrenamiento exhaustivo de nuestros profesores se apoya principalmente en el sostenimiento diario y reflexivo de su práctica personal y el vínculo con “el otro” (cada profesor tiene un mentor de más experiencia a cargo que supervisa su práctica): esa es la red sosteniendo al entramado en donde cada punto es único.
P: Tu método de formar y sanar mediante las técnicas del yoga se basa en la observación y el diagnóstico. ¿Por qué es tan importante observar en el yoga? ¿Puedes explicarlo a través de algún ejemplo o caso?
G: B.: Yoga es un sinónimo de meditación[4]. Una descripción de un estado muy refinado de la mente que implica haber acallado el ruido mental. El primer paso hacia algo que se parezca a un estado mental meditativo es la observación[5]. El entrenamiento de la observación arranca en la práctica personal. ¿Cómo puedo acceder al discernimiento (uno de los objetivos principales del yoga[6]) si no soy capaz de refinar mi observación? Una vez que logro una base más desarrollada de esa observación en mí misma, naturalmente puedo aplicarla a los demás. La clave para diseñar una práctica de yoga significativa (o sea transformadora) en otro ser humano radica en un buen diagnóstico. Y ese diagnóstico radica en la observación.
El entrenamiento de la observación comienza desde el primer día que un estudiante ingresa en la formación de profesorado. Por ejemplo, al aprender las funciones de las posturas, proponemos ejercicios de observación en parejas. Aprender una postura de yoga desde su función y no desde la mera “forma”, implica discernir el impacto que tiene la respiración (algo más sutil que lo mecánico de la forma) en el cuerpo del compañero[7]. Cuando veo cómo mi compañero hace Uttanasana puedo quedarme con la información mecánica (si estira las piernas al hacerla, si encorva la espalda alta, si mantiene Jalandhara Bandha, si necesita separar las piernas, si tiene flexibilidad de caderas, si extiende la espalda baja) o puedo aprender a observar aspectos más sutiles como el impacto que tiene la postura en: la fluidez de la respiración, la extensión de la exhalación, las vibraciones sutiles del cuerpo, el estímulo hacia y de apana vayu y el resto del sistema energético, el marco mental. Saber observar esto me permite tomar la mejor decisión para diseñarle la práctica a ese alumno. Si baso mi diseño en la forma (lo mecánico, lo estandarizado, lo “primero que veo” o lo que mis sentidos “están acostumbrados a ver”) me pierdo comprender muchas causas que originan síntomas (sufrimiento). Lo primero que veo necesita ser refinado una y otra vez porque, en última instancia, yoga me propone hablar el idioma de lo sutil.
P: En general, ¿qué errores o fallos de enfoque observas en la forma de enseñar el yoga?
G.B.: El principal problema que veo es la estandarización de la enseñanza. Es complejo porque vivimos en un mundo que, por más supuesta “personalización” que se proponga (todos los días surgen terapias, propuestas de alimentación, de educación, de crianza, estilos de vida y de consumo sectorizados y compartimentados), la búsqueda última es la promoción del consumo. Y en la mayoría de los casos, un consumo alentado por la iniciativa autodidacta (podemos aprender de todo sin más que una guía electrónica) y atomizada (no hace ni siquiera falta salir de casa). Creemos que porque accedemos a esa “información” (clases online, vídeos, libros) tenemos los recursos, y entonces no solamente se trivializa esa información sino que nunca accedemos a la experiencia real de yoga. Sin embargo, hay grietas en este modelo. Hay maneras de proponer una integración del yoga tradicional (basado en el uno-a-uno, la experiencia directa y el vínculo con un maestro de carne y hueso) con nuestra vida moderna. Implica muchísimo trabajo de traducción entre uno y otro mundo. Implica salir del lugar de confort para asumir el compromiso de poner “el cuerpo” (la mente, el corazón, el alma) y dejarme atravesar por la experiencia. Un compromiso que necesita ser asumido tanto por alumnos como por maestros.
P: ¿Qué te hace sentir más satisfecha de tus logros y aportaciones con tu trabajo docente y/o sanador?
G.B.: Me vinculo con la docencia ininterrumpidamente y en diferentes niveles de la misma desde hace 32 años. No hay nada que me genere más satisfacción y agradecimiento que ser testigo del milagro de la transformación en un alumno.
Notas
[1] Duḥkha-Saṁyoga-viyogaṁ- BG 6.23 (Bhagavad Gita: Capítulo 6, Verso 23)
[2] YS IV.34 (Yoga Sūtra IV.34)
[3] YS I.1 (inevitable el pronunciamiento de Atha del alumno y el encuentro con un maestro experimentado para arrancar el camino del yoga) y los detalles de la práctica en el YS I.14
[4] YS I.3
[5] YS III.1 y YS III.2
[6] YS II.27 y YS II.28
[7] YS II.47