En el primer manual de yoga moderno conocido aparecen fotografías de su autor, Sundaram, realizando las posturas. Su cuerpo pálido, como empolvado o maquillado de blanco, parece una escultura viviente que mostrara los asanas del yoga. Esta apariencia escultórica era intencionada, la historia la explicamos en este artículo. Quédate leyéndolo hasta el sorprendente final. Escribe Joaquín G. Weil.
En efecto, el libro Yogic Physical Culture or the Secret of Happiness (La cultura física yóguica o el secreto de la felicidad), publicado en 1929, o sea, 37 años antes de que se publicara La luz del yoga de B.K.S Iyengar, marcó el modelo o el canon de lo que habrían de ser los libros de yoga en adelante. A diferencia de los libros antiguos de hatha yoga, un tanto hieráticos, anónimos y con ideales, logros y ejercicios casi inalcanzables para el común de los mortales, en el libro de Sundaram el yoga se planteaba como algo cotidiano y realizable para cualquier urbanita indio o de cualquier parte del globo. A socaire de los libros de ejercicios físicos occidentales que iban llegando a la India, cada asana era descrita en su realización así como sus beneficios, y luego venía ilustrada por una foto del autor, lo cual inspiraría a Yogendra, Iyengar y otros muchos autores de yoga posteriores. Pero ¿por qué en las fotografías esa apariencia marmórea o escultórica del cuerpo de Sundaram, que los libros posteriores de yoga moderno abandonarían?
Se considera al alemán Eugen Sandow (1867-1925) el creador del culturismo moderno. Su ideal era modelar el cuerpo mediante ejercicios de modo que se pareciera al de las estatuas clásicas griegas y romanas, y sus réplicas renacentistas. En suma, se trataba de esculpir la propia carne a través de ejercicios, de forma que el culturista llegara a convertirse en una suerte de escultura viviente, a lo cual alude el título de este artículo. De hecho, los primeros culturistas solían retratarse en fotos donde remedaban las poses de los desnudos masculinos más notables de las esculturas clásicas grecolatinas y renacentistas, así como de otras obras de arte pictóricas o escultóricas.
Este ideal de belleza clásica de los primeros culturistas me parece uno de esos caprichos o fantasías de la mente humana que, a la postre, son en gran medida los que hace avanzar la cultura y el arte. Los músculos se ejercitaban y desarrollaban durante horas y días no por razones deportivas, sino por motivaciones estéticas y culturales. Estos mismos ideales estéticos estarían también presentes en el propio concepto y etimología de la calistenia, pues la palabra proviene del griego kalos + sthenos, con el significado etimológico de belleza y fuerza.
Culturismo como cultura
Para que los hombres interesados alcanzaran a conseguir estos objetivos, Sandow comercializó un sistema de entrenamiento, junto con utensilios como pesas y poleas. Ese ideal de convertirse en una suerte de escultura viviente pareció deseable para millares de hombres por todo el mundo, incluyendo la India, o particularmente en este país. Sin embargo, por algún motivo, en un momento dado, algunas de aquellas esculturas vivientes de la India, decidieron volver sus ojos hacia una disciplina milenaria que yacía casi olvidada: el yoga, algunos de ellos abandonando el uso de pesas y máquinas, otros cuantos realizando ambas actividades de modo paralelo. Y este hecho, lejos de ser anecdótico es crucial en el surgimiento del yoga postural contemporáneo. En efecto, casi todos los recreadores y pioneros como Iyer, Yogendra, Sundaram, Bhavanarao Pant, etc., antes que yoguis, fueron epígonos de Eugen Sandow. Sin embargo, para que esta relación entre el yoga y el culturismo no se malinterprete es preciso destacar algunos detalles.
La primera aclaración es que, como hemos anticipado, el culturismo de los primeros tiempos, hace más de un siglo, era bien diferente del de hoy en día, el cual, según tengo entendido, tiene como objetivo el aumento o hipertrofia de la masa muscular, para lo cual, incluso se utilizan diversos fármacos. Por otro lado, aquellos pioneros del yoga postural contemporáneo en la India eran personas más relacionadas con objetivos culturales que no con el mero cultivo del músculo. Por ejemplo, Iyer, que por añadidura era vegetariano, tradujo y creó diversas obras literarias de reconocido mérito. Yogendra fue autor también de diversos libros, entre ellos varios poemarios, además de ser un asiduo y acendrado meditador que finalmente llegó a escribir un breve manual sobre esta materia. Bhavanarao Pant, por su parte, era un rajá que encarnaba los ideales platónicos del monarca ilustrado, promotor y patrocinador de la mejora cultural de su pueblo, que habría de conducir a una democracia. Sundaram es un caso peculiar en la relación del yoga con el culturismo, que podríamos llamar “bidireccional” y que vamos a ver a continuación de modo aparte.
Siguiendo a Maxick
Huérfano de madre a temprana edad, sintiéndose débil se inició en la cultura física durante su adolescencia al tiempo que se interesaba también por la teosofía. Estudió derecho y comenzó a trabajar como abogado sin abandonar ni la cultura física ni su creciente interés por el yoga, disciplinas ambas que continuó aprendiendo de la mano de Iyer.
Lo interesante del caso es que Sundaram, en sus planteamientos sobre el yoga, seguía a un culturista suizoalemán llamado Maxick, al cual apenas cita. En contra de lo que pueda parecer, este inspiración culturista de Sundaram, lejos de ser un menoscabo de su yoga, apuntaba al alto grado de desarrollo espontáneo y espiritual de Maxick, a través de sus ejercicios.
Maxick es uno de esos que, en Breve historia y filosofía del yoga, desde sus orígenes en el valle del Indo hasta el yoga postural contemporáneo y el mindfulnes, llamo “los yoguis espontáneos de Occidente”. Por circunstancias que detallo en mi libro, Maxick desarrolló de manera espontánea y autónoma un sistema de ejercicios físicos sin utilizar ninguna máquina, pesa ni cualquier otro instrumento o utensilio, sólo los movimientos de su cuerpo sobre el suelo. Además de desarrollar su musculatura, aunque no de modo hipertrófico, sino proporcionado, siguiendo los ideales estéticos de Sandow, llegó a cultivar también mediante esos mismos ejercicios un notable desarrollo mental y consciencial. Lo cual valida el yoga postural contemporáneo como vía, es decir, demuestra que la concentración consciente sobre el cuerpo en sus movimientos y control, puede llegar a convertirse en una puerta de acceso al desarrollo de la mente y de la consciencia.
En suma, no es que Sundaram traicionara el yoga siguiendo una mecánica de ejercicios físicos para el desarrollo muscular, sino que, al contrario, supo detectar en Maxick el alto grado de desarrollo psicofísico y consciencial que éste había alcanzado mediante su concentración sobre el cuerpo, expresado en su libro Muscle Control (1911), donde, desde el título, el foco estaba puesto más en la conciencia y en el “control” corporal y sus efectos psicológicos, que en el mero desarrollo narcisista de la masa muscular, y cuyo principio esencial consistía en que “la relajación es tanto o más importante que la contracción” del músculo, algo con lo que considero todos los practicantes de yoga podremos estar de acuerdo.
Los logros conscienciales del culturista suizo-alemán quedan reflejados en la sorprendente forma en que murió, y esto es algo que comprenderá perfectamente quien haya leído el libro Despedidas elegantes de Sushila Blackman, donde se relata 108 pasajes desde la vida hasta la muerte en maestros japoneses, tibetanos e hindúes, entre ellos el de Yogananda. El modo de morir de una persona puede decirnos mucho acerca de su modo de vivir, su comprensión y sus logros en el campo de la consciencia.
Maxick falleció a los 79 años de edad en Buenos Aires, donde había establecido un gimnasio. Murió de noche en la postura que en yoga se denomina “Savasana” o “postura del cadáver”, de un modo aparentemente relajado, tendido boca arriba con las piernas y los brazos extendidos. La tarde anterior había estado entrenando con un amigo y había vuelto pedaleando en su bicicleta hasta casa. Sobre su cuerpo se encontraba una nota donde decía: “El corazón me late muy lento. Tengo mucho frío. Creo que todo acabará pronto. Recordad que el infinito es la liberación manifestada a través de nuestra consciencia”.
Este modo tan sencillo, lúcido y tranquilo de morir, estando sano hasta la última tarde en la que entrenó y montó en bicicleta, denota un alto grado evolutivo en el yoga: el conocimiento, el dominio y la conjunción de las tres esferas que constituyen al ser humano: cuerpo, mente y consciencia.
Es indudable que, a través de su influencia en Sundaram, autor del primer manual de yoga moderno, que se estableció como modelo que seguirían después la práctica totalidad de los más célebres autores de manuales de yoga (Iyengar, Vishnudevananda, etc.), la elevada y sutil comprensión psicofísica de Maxick ejerció y ejerce un influjo decisivo en el yoga que la mayoría de los practicantes y profesores de yoga hoy en día realizan y enseñan.
Aprovecho la ocasión para proponer que ya está bien de banderías o hooliganismos Oriente vs. Occidente, más aún desde la comprensión del universalista yoga. A mí personalmente tanto me da si una persona es de aquí o de allá, si viene de un apartamento en una barriada o de un ashram en los Himalayas, si viste deportivo o si lleva un turbante. Lo que más me interesa es su experiencia y la comprensión que quiera compartirnos.
Si este artículo te ha resultado inspirador o sugerente, por favor, compárteselo a otros, para que más personas puedan conocer o disfrutar de estas ideas. En la próxima entrega de esta serie sobre historia y filosofía del yoga, como sé que todos andamos bien atareados y no tenemos tiempo para leer un libro de 354 páginas cosidas a hilo, voy a resumir la esencia de la filosofía de nuestra larga y venerable tradición en tres palabras. No te lo pierdas. Sígueme en @yogamalaga donde estaré encantado de leer tus ideas al respecto.
Joaquín G. Weil es autor del Breve historia y filosofía del yoga.
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