Compartimos este lúcido artículo de Juanolo Gutiérrez, experto en artes marciales y practicante de yoga, porque sus explicaciones nos ayudan mucho a entender también la práctica del yoga y sus técnicas, sobre todo los errores en los que solemos caer en el proceso de aprendizaje de un «camino interior» a través del movimiento.
Es fácil de entender que nuestro cuerpo es la principal herramienta a la hora de practicar un Arte Marcial (sea un estilo interno o externo), por lo menos de entrada. Después dependerá del linaje, estilo o incluso maestro la orientación o enfoque de dicha práctica.
Tenemos la posibilidad de escoger el enfoque que mejor vaya con nuestra manera de entender el entrenamiento. Podemos encontrar propuestas más deportivas o competitivas, otras que enfatizan más el aspecto terapéutico físico, emocional y espiritual, otras que buscan más una imagen estética…
Siempre he considerado el Arte Marcial como una disciplina en evolución constante, viva. Eso no quiere decir que cambien sus bases y principios, los atributos a conseguir ni las leyes biomecánicas. La evolución consiste en desarrollar, buscar, investigar, integrar y volver a las bases. La evolución es un movimiento de ir y venir, de inspirar y espirar, redondo, circular, en espiral.
No me siento atraído por tendencias que buscan únicamente el combate físico y ser el mejor luchador. Verdaderamente hay muy buenos luchadores, pero no entiendo el entrenamiento dirigido a ganar y ser el mejor; se antepone el hecho de dominar y someter al otro antes de conocerse y dominarse a uno mismo. Aunque en estos combates se ven muchas técnicas y estrategias de las artes marciales, están más cerca de lo deportivo-competitivo, es un combate para ganar o perder. El Arte Marcial no es un deporte ni una carrera, es un Camino; aunque cada vez más artes marciales se consideran deportes…
Aprender es entender e integrar
El Arte Marcial entrena y trabaja el combate como herramienta, no como fin. Herramienta para conocerse a uno mismo, para superarse, para ganar en humildad. Aunque practiquemos combate con nuestros compañeros, el combate real es interno con uno mismo, con nuestras carencias y bloqueos. Nuestra práctica nos debería llevar a hacer cada vez más pequeño nuestro ego y no al revés. El Arte Marcial es uno de los Caminos que son de “vuelta”, no de ida. Al final, el Arte Marcial debería servir para “evitar” el combate.
Tampoco me identifico con las escuelas que enfatizan la práctica de innumerables formas, katas o series. Hasta donde llega mi comprensión en este momento, pienso que es más fácil poder profundizar en una secuencia de movimientos que en muchas a la vez. Profundizar no es simplemente aprender y practicar una forma; habría que llegar a entenderla e integrarla. Normalmente son movimientos de brazos y piernas demasiado largos y aunque relajados, sobrecargan en exceso nuestra columna vertebral. Reconozco que son muy bonitos de mirar, se pueden ver espectaculares vídeos en internet, perfecta coordinación y suavidad… pero corren el riesgo de caer en algo visual, estético y por lo tanto hacia fuera. Para mí, el sentido del Arte Marcial es más hacia dentro. Al igual que en el caso anterior, respeto totalmente la decisión de elegir un enfoque así, pero de nuevo no estamos hablando de un Arte Marcial, está más cerca de la danza y la expresión corporal.
No confundir la práctica con la persona que la entrega
Por último tampoco me interesa la idea de tener un maestro a quien imitar o venerar. Entiendo que pertenecer a una familia con un líder da mucha seguridad y tranquilidad, incluso equilibrio emocional.
Cada uno tenemos nuestra idea de lo que representa tener un maestro. Las artes marciales van unidas a la introspección, lo meditativo, espiritual, y en algunos casos el ritualismo. Por lo tanto lo “mejor” sería tener un maestro impecable, que abarque todos los aspectos del Arte Marcial: físico, energético, mental y espiritual. ¿Existen? Existen, pero normalmente no son muy conocidos, están en la sombra. De todas formas el problema no es que estemos con un maestro así o no, sino las proyecciones que cada uno hacemos sobre nuestro maestro. He conocido mucha gente que tras un tiempo largo admirando a su maestro, se decepcionan cuando le ven sus “debilidades” y cae en errores “mundanos”. Deciden abandonar al maestro, pero también la práctica y el camino. En realidad es más una carencia propia, una necesidad de tener un “papá perfecto” que la práctica que nos está transmitiendo. No deberíamos confundir la práctica con la persona que nos la entrega.
El problema que veo es que nos dejamos llevar por el enganche al maestro (aunque él no quiera…) y nos olvidamos un poco de nosotros mismos. Está
más cerca de lo mental-emocional, el centro de gravedad está muy alto, falta una buena base. Y si algo se busca en el Arte Marcial es una Buena Base. El maestro no nos va a llevar de la mano, no va a hacer la práctica por nosotros. El camino lo debe recorrer cada uno, acompañado pero solo; es la paradoja.
Para mí, un maestro es alguien que me acompaña en un camino, y me transmite una práctica. Me da las herramientas para recorrerlo y me da toda la libertad para buscar, experimentar y descubrir. Una persona con quien puedo compartir y contrastar experiencias y conclusiones de cada uno y siempre desde el respeto mutuo. Pero todos tenemos incoherencias, -“que tire la primera piedra quien esté libre de culpa”- y a veces la vida nos lleva por derroteros difíciles de encarar y reaccionamos como podemos… Y esto no debería afectar a la práctica en sí. No es la persona, es el Camino lo importante a recorrer. La práctica tiene sobre todo un talante individual. A pesar de que necesitamos al maestro, a los compañeros y alumnos para entrenar y verificar, el camino lo realizamos solos.
La adicción al «quiero más y diferente»
Mi práctica siempre ha estado en las Artes Marciales Internas, da igual en cuáles, para mí son sólo nombres, es Arte Marcial.
Cuando me inicié, fue en una escuela donde lo corporal era imprescindible pero no era realmente un trabajo interno, carecía de un método de aprendizaje, de desarrollo de las bases y principios de un Arte Interno. Esta carencia se completaba con un hábil e interesante acercamiento a lo emocional, que verdaderamente es otra manera de trabajar internamente. Aunque coincidía en general con esta escuela, no terminaba de ver claro mi camino en ella. Sentía que no podía profundizar en mi práctica por carecer de un método. No era en realidad la idea que yo tenía de Arte Interno a partir de los que leía u oía y me imaginaba…
Al cabo de cuatro años conocí otra escuela más “tradicional”, donde lo físico era igualmente importante pero había un orden de aprendizaje. Viví seis meses con ellos. En este caso el aspecto emocional se obviaba. Era práctica pura y dura. El problema que tuve es que en el poco tiempo que estuve allí tuve acceso a todo el sistema. Aprendí muchas formas e incontables técnicas. Las practiqué (durante siete u ocho años) casi a diario todas ellas, sumado a lo que sabía de la anterior escuela, donde seguía aprendiendo e impartía clases. El problema que veía era que por mucho que practicara (y hablo de mi caso) no sentía qué estaba haciendo, no lo comprendía. Lo vivía de alguna manera como algo externo, incluso estético. El haber aprendido tanto en tan corto espacio de tiempo no me permitía profundizar, había un error de ritmo en la enseñanza… “quien mucho abarca, poco aprieta”. Tampoco era mi idea de Arte Interno.
Llevaba ya unos años tomando lo que consideraba más esencial de todas las escuelas y maestros que había tenido, en un intento de conformar un entrenamiento a mi medida. Se me ocurrían ejercicios muy interesantes y tanto en mi propia práctica como en las clases que ofrecía había avances considerables. Lo malo es que siempre necesitaba cosas nuevas para poder seguir por este camino tan ecléctico. Me di cuenta de que estaba haciendo lo mismo: demasiadas cosas, técnicas, movimientos… Y seguía sin poder profundizar en el Arte Interno. ¿Qué pretendía yo sin saber lo que era realmente “lo interno”? Para acceder a lo que no conocemos necesitamos un maestro que sabe cómo recorrer el Camino, ¿no? Alguien que nos dé las pistas para tener una dirección. Y claro, era imposible encontrar un maestro del popurrí que me había “inventado” …
Decidí entonces dejar el 90% de todo lo que había aprendido y comencé a aplicar mi experiencia como fisioterapeuta. Quería entender corporalmente, sentir de verdad cada músculo, cada articulación. Quería sentir cómo se originaba el movimiento. Y para ello comencé a practicar lo más básico, la estructura corporal.
Al poco tiempo, apareció de la mano de un amigo, ahora mi maestro, un método sencillo y complejo a la vez, lógico y ordenado para ir integrando cada etapa, cada paso. Donde cada ejercicio tiene una finalidad educativa para el cuerpo y su movimiento. Donde se desarrollan los principios básicos de manera natural. Donde lo emocional y lo mental no se alimenta ni se obvia; son aspectos que nos acompañan porque no pueden estar separados, somos cuerpo-mente-espíritu.
Durante todo el camino es imprescindible entender la Relajación, Soltar, Abandonar y profundizar en ellos. Estudiar nuestra estructura y desarrollar las conexiones internas nos llevan a sentir y movernos desde una unidad corporal. Una Unidad donde todo está conectado, arriba-abajo, delante-detrás, derecha-izquierda, dentro-fuera; las ocho direcciones. Esto nos lleva a comprender los opuestos. El nombre que se le da a esta Unidad en las Artes Internas es el de “Cuerpo T’ai Chi”.
En la medida que avanzamos debemos también abandonar nuestras creencias y “maneras”: manera de estar, manera de ejercer una fuerza, manera de movernos. Patrones muy difíciles de “desaprender”. Incluso abandonar cosas que hemos aprendido previamente en esta misma práctica, para poder avanzar. De esta forma se va dando una transformación y comprensión interna cada vez más profunda. Y según avanza esta comprensión los cambios son más interesantes y sutiles.
Y no me refiero a una comprensión mental autosugestiva, qué va. Los ejercicios están diseñados para que si los practicas los vayas integrando y se vaya dando esta transformación casi automáticamente. No es algo que imaginas; es algo que vas encarnando.
Comprendiendo lo que hay más allá del movimiento
Es una práctica que enfatiza el trabajo con el cuerpo, la posición, el movimiento preciso y con pequeños detalles para ajustar cada articulación, pero va más allá del cuerpo físico tal y como lo percibimos y entendemos desde nuestros sentidos -de hecho, esta práctica ayuda a perfeccionar la propiocepción, que es el sentido menos integrado que tenemos-. Es una práctica donde se enfatiza la quietud y paradójicamente, esto te lleva a comprender el movimiento, su origen. El movimiento relajado y fluido se descubre desde la quietud. Podemos llegar a sentir que el movimiento en la quietud no tiene fin, que la quietud está en el movimiento…
Ahora me doy cuenta de que no necesitamos apenas ejercicios, técnicas, movimientos… para acceder al aspecto interno del Arte Marcial. De hecho, cada vez utilizo menos. Lo que sí necesitamos en un método y una persona competente para poder desarrollarlo.
Es un camino, no nos vamos a engañar, para toda la vida, que no tiene final, ningún lugar al cuál llegar. A momentos es muy duro, áspero, aburrido; en otros momentos fascinante. Es algo a experimentar, descubrir, sorprenderse y disfrutarlo.
Termino compartiendo un fragmento de un libro escrito por Henri Thomasson (Batallas por el presente). Fue un discípulo de Gurdjieff, y el texto se puede aplicar perfectamente a nuestra práctica.
“Si quieren entrar en sí mismos, deben encontrar la posición física correcta, de otra forma, no serán capaces de sostener el esfuerzo por ningún lapso. Es sólo cuando todas las partes estén relajadas y centradas alrededor de un eje que esto es posible. Una columna vertical mantiene tanto cabeza como órganos internos en una sola línea que conecta con el centro de atracción de la tierra. Ahora se vuelve posible recoger la atención desde todas las partes del cuerpo en un lugar, en vez de tenerla dispersa a lo largo de los órganos de percepción y miembros. Lo que solía ser una fragmentada, cruda y a veces una sensación ilusoria de despertar, se vuelve una vibración central sensible y aguda que puede ser verdaderamente llamada «una sensación de sí mismo». En esta posición, un nivel especial de atención puede ser alcanzado y trae un sentimiento distintivo de las dos naturalezas del hombre: la que pertenece al mundo exterior y la otra, la misteriosa fuente de la vida en sí. Cuando todos los pensamientos e imaginaciones caen y sólo la vibración del cuerpo vivo es el centro de atención, el otro mundo se vuelve más accesible.
Es posible pertenecer a ambos mundos al mismo tiempo, pero para esto, es necesario que se establezca entre éstos una nueva relación. La naturaleza más baja debería servir a la más alta, ya que un elemento pasivo no puede ser más que un servidor de aquél que es activo. Al principio parecen solo ejercicios de atención, pero si podemos considerarlos como un lenguaje, en el sentido que por posturas, desplazamientos y otros signos están expresando leyes cósmicas que son muy difíciles de percibir a través de nuestros sentidos ordinarios y están mucho más allá de nuestra comprensión actual.
Algunos movimientos parecen expresar un conocimiento que el pensamiento racional no puede capturar a niveles del hombre común. Puede sentirse un determinado proceso alquímico ocurriendo, en el que no solo se le ofrecen vislumbres «del camino» sino que lo posibilita caminar en esa dirección. Una vez que este trabajo se vuelve posible, los movimientos no son más controlados por referencia a una imagen mental: dependen de la adecuada sensación de uno mismo que emerge desde el nivel más activo de atención. Uno puede decir ahora, que el movimiento se hace a través de mí y no por mí.
A lo largo del tiempo, los movimientos dan vida a partes en nosotros que habían existido previamente, más allá de nuestra percepción ordinaria. Un nuevo mundo bañado en una extraña sensación de presencia interior es evocado por los ejercicios, y reemplaza la neblina en la cual existen nuestras actividades mentales usuales, y esto puede traer una emoción trascendental. Sentimos que debemos buscar más lejos.
Pareciera que el cuerpo es un instrumento de una nueva fuente de vida. Se vuelve disponible para todo lo que le es pedido y encuentra en este acto de servicio tanto libertad como felicidad de estar Aquí con una totalidad, en un estado de relativa presencia hacia uno mismo. El extraño poder de los movimientos para materializar las fuerzas de lo Alto. Así que para cualquiera que practique los Movimientos, se vuelven un medio de búsqueda para realmente vivirlos y por el poder que da, vivirlos de esta manera. En tal nivel, guían hacia el acceso de ese mundo donde la oración y la meditación llevan hacia otros senderos, en este camino, incluye y hace uso de todo el aparato humano por completo”.
Juanolo Gutiérrez. Diplomado en Enfermería y Fisioterapia, profesor de Ch’i Kung e Yi Ch’uang. Practicante de T’ai Chi Yuan, Hatha Yoga y Danza Consciente.
Autor de este artículo publicado en su web https://kanobert2.wixsite.com/yichuan-juanolo/blog.